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Vamos a reírnos, ahora que podemos, con la propaganda soviética

El mimo francés Jean-Pierre Cacérès ofrece su visión cómica del comunismo en el Espacio Inestable

20/02/2019 - 

VALÈNCIA. Durante el régimen soviético, la chanza podía ser motivo de purga. En los tiempos estalinistas, el gracioso de turno se arriesgaba al ingreso a prisión o, en último extremo, al traslado a un campo de trabajo forzoso. Un artículo del código penal de la URSS llegó incluso a castigar los chistes por considerarlos propaganda antisoviética. Era tal el temor al humor, que según cuenta el historiador húngaro-argentino Tomás Várnagy, autor de Proletarios de todos los países... ¡Perdonadnos! (Clave Intelectual, 2016), la población se escondía debajo de la cama, con mucho cuidado de que no hubiera infiltrados entre sus amigos y familiares, para poder hablar y mofarse con libertad de cuestiones políticas.  

De modo que si Jean-Pierre Cacérès hubiera estrenado en Moscú su obra Propaganda. Fantaisie Soviétique en los tiempos más duros del comunismo, se hubiera arriesgado, como poco, a un tiempecito en un gulag.

El dramaturgo y actor francés visita los días 26 y 27 de febrero el Espacio Inestable con esta propuesta de teatro gestual que incorpora elementos de slapstick y burlesque.

Babouchkas, cosmonautas y apparatchiks

El montaje es una sucesión de viñetas en las que se suceden personajes iconográficos del periodo, como las abuelas rusas o babouchkas, los coros del Ejército Rojo, los ordenanzas del mausoleo de Lenin, los obreros estajanovistas, que aspiraban a elevar el rendimiento de producción de trabajo en la industria soviética, los cosmonautas, las bailarinas del Teatro Bolshoi, los funcionarios profesionales a tiempo completo del Partido Comunista o apparatchiks y los gimnastas que optaban a medalla olímpica, caso de los esquiadores alpinos y los patinadores artísticos.

La obra no se ha representado en Rusia, pero sí la han visto ciudadanos de la república euroasiática que han crecido en la época soviética. “Han tenido una conexión nostálgica con esa atmósfera. Se han sentido conmovidos, que no ofendidos, porque no critico, sino que me dedico a exponer la difusión de la propaganda y el revulsivo creativo para los artistas de aquel momento histórico. No hablo de los gulag, de la guerra, ni de los pogromos, sino del centralismo del Estado, de la organización del sistema y la vida cotidiana”, describe Cacérès.

De Vértov a Charlot 

Este espectáculo unipersonal es un homenaje al cine de vanguardia ruso. Entre los referentes que ha barajado Cacérès se encuentran los maestros Vsévolod Pudovkin, Serguéi Eisenstein y Dziga Vértov, de cuya trayectoria destaca la obra experimental El hombre de la cámara, que supuso la renovación del género documental. A este respecto, también ha tenido en cuenta a un creador contemporáneo, el fotógrafo y realizador francés Chris Marker, inventor del documental subjetivo, “por su interrogación sobre el poder de la imagen”.

Por último, en el desarrollo de los personajes que interpreta, el mimo francés ha hallado una filiación en el cine mudo facturado en Hollywood en los años veinte. Charles Chaplin le sirve de inspiración en lo que se refiere al gag visual, la bufonada y la pantomima, y Buster Keaton, en la expresión impasible del rostro. “Interpreto a personajes del mundo soviético que siempre están muy serios en sus ejercicios de representación, como los atletas”, se justifica Jean-Pierre.

La pieza también presta atención al grafismo como forma moderna de propaganda. Hay un conjunto de paneles donde se puede apreciar la innovación en carteles, postales, embalajes, prensa y calicós al servicio del ideario revolucionario. 

Jean-Pierre se ha sentido atraído por la energía creativa de aquella época, en contraste con el relato de los libros de historia que estudio en la adolescencia. “Todo dependió del lado del muro en el que crecieras. Nosotros estábamos en el lado occidental, así que recibimos contra propaganda. Quería destacar a los espectadores estas manifestaciones artísticas de las que no nos hablaban en el instituto”.

Y de paso, incitar a abrir los ojos frente a la acción de la propaganda 2.0: “Hay que tomar con cuidado las expresiones reducidas a nivel formal, porque las imágenes hablan enormemente, tienen un gran influjo. Es necesario pararse ante los estímulos visuales que nos llegan a través de internet y reflexionar”.

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