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La Macana representa este fin de semana en Espacio Inestable su dúo intergeneracional Pink Unicorns
VALÈNCIA. “¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres. Ignoran las leyes. Hacen disturbios en las calles inflamadas con pensamientos salvajes. Su moralidad decae. ¿Qué será de ellos?”. El desconcierto, la zozobra y la condescendencia de los adultos al enfrentarse a la pubertad de su prole no es flor de estos días: la cita destacada la enunció Platón en el siglo 400 antes de Cristo. Pero para cada nueva generación es un reto que parece insuperable y único.
Asomarse en la actualidad a internet con este quebradero de cabeza arroja reclamos del tipo “Guía para sobrevivir a la adolescencia de tu hijo”, “Cómo son los jóvenes de hoy en día y cómo entenderlos” o “Pubertad: formas de afrontarla como padres”.
En la compañía de danza La Macana optaron por una opción más constructiva y saludable a la autoayuda: su bailarín y codirector Alexis Fernández (Maca) sube al escenario junto a su hijo de 13 años, Paulo, en una coreografía donde exploran y reconcilian sus respectivas extrañezas.
El dúo se llama Pink Unicorns y está programado los días 7 y 8 de diciembre en el Espacio Inestable. El mismo Fernández explica el origen del título: “El fondo de pantalla del teléfono móvil de mi hijo es un unicornio rosa. En mi época, siendo yo adolescente, el rosa lo mantenía lejos, de los unicornios ni había oído hablar y los teléfonos móviles no existían".
El coreógrafo e intérprete gallego de origen cubano considera esta pieza el mayor reto profesional de su extensa carrera por la intimidad que lo une a su pareja de baile. En la construcción de la pieza, su directora, Caterina Varela, se ha apoyado en el coreógrafo francés afincado en Alemania Samir Akika, especializado en el trabajo con adolescentes y bailarines no profesionales. No es una excepción en la trayectoria de la formación, acostumbrada a establecer colaboraciones con artistas de todo el ámbito intercontinental, pero ha sido perentoria por la intimidad de la propuesta: “Este tema es tan personal que necesitas poner una distancia. Conocemos a Paulo, porque vivimos con él y Samir arroja una mirada exterior que nos ha permitido leer cosas que no veíamos”, explica Varela, pareja de Alexis Fernández.
La obra da idéntico protagonismo a ambos intérpretes. Para Paulo implica su debut. El chaval ha cursado dos años de conservatorio y practica atletismo. Tiene aptitudes físicas, energía, ganas y talento. “Su edad y su poca experiencia no nos ha llevado a exigirle menos: los dos están levantando casi al mismo nivel la pieza”, destaca la directora.
En la propuesta, que mezcla la danza contemporánea con el teatro gestual y el humor bufo, se suceden los rifirrafes por la perspectiva del uno y el otro del mundo, lo que resulta en un ejercicio de transmisión intergeneracional de doble sentido. “No queríamos hacer una pieza para traspasar lo que sabe el padre al hijo, ni mucho menos, sino establecer un diálogo de igual a igual entre los dos, dando el mismo valor a lo que piensa Alexis y a lo que piensa Paulo”, subraya Varela.
El progenitor ha aprendido quién es ese adulto en el que se está convirtiendo su hasta ahora niño, y el adolescente ha descubierto, con perplejidad, aspectos inesperados de su padre.
“En esta obra hemos aprendido a conocernos mejor. El movimiento es una excusa para poner sobre la mesa la relación paterno filial, y el espectador se identifica con ese vínculo universal y lo extrapola a su propia experiencia”, avanza la coreógrafa y directora.
La compañía asemeja el diálogo entre padres e hijos a los aparatosos saltos de hamburguesa en hamburguesa en la mítica prueba del programa emitido en Televisión Española Humor amarillo. “Podría ser un buena forma de representar la pericia de los que tenemos el desafío de relacionarnos con un hijo adolescente por delante”.
Del mismo modo, la juventud ha de afrontar la titánica empresa de traducir “a los que nacimos en la generación del walkman, las lógicas de las interacciones sociales en los ecosistemas virtuales”.
En ese duelo, diálogo y abrazo cómplice se plantean fricciones generacionales como las nuevas masculinidades. “Maca es un padre nacido en Cuba con unas reglas anticuadas y Paulo está en plena ebullición sexual, así que me pareció interesante exponer cómo se transmite ser un hombre de padre a hijo en un contexto como el de hoy”, plantea Varela.
La pareja de bailarines dirimen sus diferencias desde el humor. Y su sentido de la comedia es una combinación de los orígenes caribeño y gallego de sus bailarines.
Samir ha destacado al respecto la distensión que la risa procura a la pieza. Más si cabe, teniendo en cuenta que los conflictos de la adolescencia provocan no pocas lágrimas y mandíbulas apretadas.
Caterina lo argumenta: “En la danza contemporánea muchas veces se adquiere un tono más grave, pero en La Macana reflexionamos desde el humor. Hay una investigación del movimiento y un rigor, pero colocado desde un lugar de menos excelencia, quitándole la convención de algo magnífico. Nosotros siempre partimos de una naturalidad”.
Alexis y Paulo se sirven en el escenario de unos hinchables de plástico diseñados por el arquitecto Tilo Schereiek. Son unas piezas de gran volumen, pintadas con colores chillones para reflejar la sensación explosiva de la entrada en la pubertad.
“Plasman el egocentrismo, el posicionamiento muy claro y muy firme, la energía de esa etapa vital…”, enumera Caterina, quien además destaca la versatilidad de la escenografía, pues puede convertirse en lo que quieran los intérpretes, “una puerta, un sillón, lo que nos dé la gana”.
Akika ha descrito el conjunto como la perfecta tortilla española, donde los ingredientes están presentes en su justa proporción. Varela lo secunda y añade que el centro no está del todo cuajado: “Hay un poco de todo y nos gusta cómo ha quedado. La obra está muy calculada, pero hay una parte de improvisación porque queríamos que los intérpretes se enfrentasen a un riesgo, ya que ese componente incierto hace que el espectáculo esté muy vivo”.
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