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Se me va la bola Cirkus propone en Espacio Inestable un montaje donde combina los malabares y los equilibrios con la aritmética
VALÈNCIA. El protagonista del espectáculo de circo contemporáneo Vitrubio se llama Seldon. Así que a bote pronto, los espectadores de las 12 temporadas de la serie The Big Bang Theory y de las cuatro de su spin off El joven Sheldon, lo entenderán como un guiño a su protagonista, el tan ególatra y cansino como genial Sheldon Cooper. Sin embargo, esta propuesta de la compañía zaragozana Se me va la bola Cirkus, programada el 26 de diciembre en el Espacio Inestable en el contexto del Festival Contorsions, no va de física teórica, sino de matemáticas.
El creador de este montaje escénico, Jc Margallo, así como los showrunners de las comedias televisivas mencionadas, rinden en realidad tributo al escritor de ciencia ficción Isaac Asimov, cuya Trilogía de La Fundación, reconocida en 1966 con el prestigioso Premio Hugo a “la mejor serie de ciencia ficción de todos los tiempos”, relata la gesta de un matemático llamado Hari Seldon, capaz de salvar a la humanidad tras desarrollar una serie de ecuaciones con las que predecir el futuro a partir de estadísticas.
“Han sido mis libros de cabecera. Fueron mi primer acercamiento a la ciencia ficción clásica y me gustó mucho la forma de narrar, porque Asimov transmite sus estudios sobre la ciencia en la literatura”, destaca el clown y malabarista.
Salvando las distancias, lo que Margallo intenta hacer con Vitrubio es acercar las matemáticas a todos los públicos, del mismo modo que el profesor de bioquímica ruso nacionalizado estadounidense trató de transmitir y estimular los debates sobre la ciencia con su prolífica producción literaria.
En la pista, el Seldon circense despliega aplicaciones prácticas de teoremas matemáticos. Hay malabares, equilibrios, saltos y números de clown inspirados en los descubrimientos de Arquímedes, Pitágoras, Da Vinci y Fibonacci.
Su personaje brota de la imaginación de una niña. La pequeña, cuya voz se escucha en off, responde al nombre de L.A.i.A, en referencia a la combinación de algoritmos que buscan que las máquinas tengan las mismas capacidades que los seres humanos. Esto es, la Inteligencia Artificial.
A la ecuación escénica se suma la música en directo de Albert Mejías, alias Due de Duende, que se sirve de pianos, campanas, birimbao, didyeridú, huevo shaker, ordenador y una loop-station con los que acompaña los números con rap, trap y cumbia. No en vano, la música y las matemáticas tienen una estrecha relación por la naturaleza abstracta del sonido.
El vínculo orgánico se refuerzas con letras, ritmos y estilos que ayudan a que los principios, teoremas y sucesiones matemáticas expuestos ante el público se asimilen mejor. Con rimas de hip hop como “¿Has observado que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos? No son secretos” o “Las matemáticas son la excusa para no tener una mente apática” se acercan las bondades del algebra y la aritmética al público infantil y pre adolescente.
“No es un espectáculo denso, sino ágil y liviano, con peso en las imágenes y mucho movimiento. La intención es captar a un niño que no sepa muy bien lo que está escuchando y bromear con el adulto que sabe de matemáticas. Uno de los comentarios que más me ha reconfortado ha sido el de una madre que me agradeció haber hecho un espectáculo que le había gustado tanto a sus hijos de 4 y 9 años como a su madre de 60”, comparte Margallo.
En la obra programada este fin de semana, circo y matemáticas se fusionan en búsqueda de las proporciones ocultas en la naturaleza, y de paso, se inicia a la audiencia en conceptos como el número áureo. La propuesta toma su nombre del conocido dibujo del siglo XV en el que Leonardo Da Vinci exponía las proporciones ideales del cuerpo humano: el Hombre de Vitruvio. El estudio anatómico representa una figura masculina desnuda con brazos y piernas extendidos en dos posiciones dentro de un cuadrado y de una circunferencia. El bosquejo se basa en los textos del arquitecto de Julio César, Marco Vitruvio, y entre otras proporciones matemáticas establece que la longitud de los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura.
Paradójicamente, Margallo no se ajusta al canon, pues mide 1,75 y tiene 2,13 de envergadura. “Durante toda mi vida he sido objeto de no pocas bromas. Teóricamente debería medir lo mismo de alto que de ancho cuando pongo los brazos en cruz. No sucede así, pero esa peculiaridad me ha supuesto una ventaja profesional: soy malabarista y con la longitud de mis extremidades superiores llego a todos lados”.
El artista de circo reconoce que nunca fue un buen estudiante. Hay muchos tipos de inteligencia, y el sistema educativo español no fue el más adecuado para su formación. Su afición por la ciencia la satisfizo a través de lecturas y sus anhelos de aportar personalmente a la creación, a través de las artes escénicas: “He querido ser inventor desde pequeño, y mi madre me ha dicho que por fin lo he conseguido al crear nuevas técnicas y lenguajes a través del circo”.
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