La revista El Papus publicó una serie de historietas, 'España, una, grande y libre', que sirven de testimonio y voz de la conciencia de los años 70, cuando se produjo el cambio de régimen. Ivá y Giménez dibujaron páginas que deberían ser difundidas de forma educativa a día de hoy, pues ponían de manifiesto un hecho histórico inapelable: las libertades se recuperaron por la contestación al franquismo de los ciudadanos y, tras sufrimientos atroces durante cuarenta años, supo a poco
VALÈNCIA. El motivo fundamental por el que los cómics de superhéroes se me cayeron de las manos cuando tenía once o doce años fue el descubrimiento de El Jueves y, en el Rastro, de El Papus. El Jueves estaba bien y a partir de Ivá accedí a un tipo de historieta más densa, gracias a la cual di luego el salto natural a El Víbora. Sin embargo, El Papus era mucho más corrosivo. No en vano, la época se vivían los últimos años del gobierno socialista de Felipe González y se vislumbraba la llegada de la derecha al poder. No era una juerga extrema precisamente un humor contra un gobierno que, al caer, dejaría el paso libre a la derecha aznarista, aunque es cierto que en aquella época leía a Azaña y hacía visitas a Rafael Alberti para hablar de política.
El Papus, por el contrario, retrataba unos tiempos que no eran nada conocidos en aquella época si no los habías vivido. No había internet, la propaganda oficial no había vendido aún la versión de Victoria Prego (que restaba protagonismo a la contestación al franquismo) ni la enmienda a la totalidad de la Constitución del 78 había pasado de una izquierda marginal y el mundo abertzale a amplias capas de la izquierda como ahora. Esa época era desconocida, solo podías acceder a ella en las librerías de viejo, comprando revistas viejas en los mercadillos, pero irresistible, interesante, agitada y la izquierda de la izquierda gozó de gran protagonismo. Eso a un adolescente le flipaba.
En España, una, grande y libre, una serie de historietas de Carlos Giménez e Ivá publicadas en El Papus -fueron reunidas por Glenat en 2003 en un solo tomo y en 2013 por Debolsillo- los dos autores reflejaron su opinión sobre todo lo que iba aconteciendo en aquella España desde la muerte de Franco hasta el referéndum por la reforma y las primeras elecciones democráticas.
Sería absurdo otorgarles un rango de verdad absoluta a sus críticas sin tener en cuenta que ellos no podían saber lo que ocurriría después, pero varias historietas, sobre todo las que se dibujaron después de las primeras elecciones generales desde 1936, sí que tienen el gran valor de servir de mensaje para las generaciones futuras.
Una de ellas es Pasado imperfecto de indicativo. En la cola para depositar el voto en las elecciones generales del 15 de junio d 1977, está un hombre recordando su pasado. El inicio de la guerra en el 36, la muerte en los frentes en el 37, la salida por la frontera en el 39. La lucha contra los nazis en la resistencia en el 40. El fracaso del maquis en el 45. La cárcel en el 46. La salida de prisión en el 56. La lucha clandestina en el 60. Nueva detención en el 65. Amnistía en el 76. Y, por fin, en el 77 unas elecciones libres. Cuando sale de votar, un amigo le pregunta qué le ha parecido "el asunto". El protagonista de todas esas memorias contesta: "Me ha sabido a poco..."
Probablemente ese no fue el sentir general de todos los que vivieron la guerra en el bando republicano. Muy al contrario, la inmensa mayoría estaban felices por los cambios y de acuerdo con la estrategia de la izquierda de que la democracia "empezase de cero", como ha recordado en sus investigaciones la historiadora Carme Molinero, para que nadie pudiese impugnarla el día de mañana. Pero un dibujante no tiene por qué reflejar el sentir general, caer en el seguidismo, puede sentir que su obligación es ser la voz de la conciencia y, qué duda cabe, el sufrimiento que pasaron los españoles para votar en unas elecciones libres, algo que se presuponía en Europa occidental, fue atroz. Una auténtica pesadilla. Esas dos páginas, magistrales, no se dejaron llevar por la euforia del momento y marcaron el sabor agridulce que tuvo la libertad recuperada.
En esta línea, hay una historieta aún mejor y que debería exhibirse en los centros educativos de todo el país. Una utopía en una democracia donde no hay consenso elemental sobre la Historia nacional del siglo XX y se carece de memoria oficial compartida por la mayoría.
Se trata de otro par de páginas titulado Recuerda. Es muy sencilla. En el inicio aparecen grandes carteles con personajes sonrientes y el eslogan "los hombres que hacen posible la democracia en España", en referencia a los políticos de la época. Luego, como la otra, hace una memoria de los fusilados, las torturas, los asesinatos de los grupos terroristas de ultraderecha y las movilizaciones contra el franquismo. De todo ese recuerdo surge un nuevo cartel al final de la historieta. También dice "Los hombres que hacen posible la democracia en España" pero las caras son las de dolor de los personajes anteriores.
Ambas historietas ponen de manifiesto algo que se olvidó. La democracia llegó a España gracias a la contestación a la dictadura franquista en muchos frentes que iban desde el laboral al cultural. Años después, sin embargo, surgió el relato de que las libertades fueron un trabajo colectivo, el "entre todos", y llegó a haber intentos de los historiadores revisionistas ultras por hacer entender que la guerra nos salvó del estalinismo y, cuando el país estaba ya desarrollado y maduro, se nos "dieron" las libertades.
Una prueba palmaria de la fuerza de estas historietas y la voz de la conciencia que representaban fue que el 20 de septiembre de 1977 un maletín bomba, destinado al consejo de redacción de la revista, le explotó en la mano al conserje y a la secretaria de las oficinas en Barcelona de El Papus. Él quedó despedazado. La violencia ultraderechista, con vínculos con la policía y fuerzas de seguridad, que tenía como fin boicotear la recuperación de las libertades, al igual que una violencia selectiva similar sirvió en su día para justificar el golpe de estado del 18 de julio, les tocó a ellos. Una triste profecía autocumplida, pues este tipo de terrorismo fue denunciado sin tapujos en las páginas de El Papus.
Lo que sí que es cierto es que es muy difícil entender qué pasó en España en los 70 sin recoger testimonios como este, fuentes primarias. Gerardo Vilches describía a los autores así en su blog: "Ivá era un descreído, un ácrata pesimista que nada esperaba, ya entonces, del futuro. Giménez era un luchador, un hombre de izquierdas, un comunista cuya militancia, no obstante, no fue óbice para que fuera duro también con “los suyos”. Juntos forman una simbiosis perfecta para lo que se propusieron". Y Antonio Martín, en la edición de Glenat, describe el conjunto de la obra como "un ejemplo perfecto de cómic político, de reseña periodística de la historia que no se ha contado de la Transición, allí donde esa historia se hace marginalidad pura al hacerse eco del sentir, vivir y padecer de los oprimidos, de la masa del pueblo de la que solo se quiso su voto". En resumen, un testimonio de la conciencia de los tiempos.