se proyectará en el truenorayo

‘Una banda de chicas’: la música como campo de batalla para las mujeres

5/10/2019 - 

VALÈNCIA. Siempre es igual. Da igual que sean cineastas, futbolistas, médicas, periodistas, bomberas, conductoras o músicas. La historia se repite. ¿Qué qué historia? Sí, hombre. Esa historia, la de las mujeres que han de luchar por abrirse camino en un mundo masculino, por ser tomadas en serio, por no perder, o por alcanzar, su identidad. La de dejar de ser objetos de la mirada ajena para pasar a ser sujetos. A algunos les cansa oír estas cosas, pero es que, qué le vamos a hacer, esa lucha no se ha acabado y, además de pelearla, hay que contarla.

Y en ello está Una banda de chicas, un documental argentino dirigido y escrito por Marilina Giménez que, en unos días, podremos ver en València tras pasar por varios festivales internacionales. Nos lo traerá el Truenorayo Fest, un festival organizado por el colectivo Hits with Tits, formado por Ada Díez y Lu Sanz, que llevan años empeñadas en dar el protagonismo que merecen a las cantantes y bandas de música femeninas. Esto no es un capricho de las Hits with Tits, es que la realidad es la que es y no hay más que ver los carteles de los festivales de música para descubrir la escasa presencia de las mujeres artistas en ellos. Desde hace un tiempo se denuncia año tras año, pero está costando lo suyo mejorar las cifras, y no sin resistencias.

Nada que no les suene, ¿verdad? Periódicamente se convierte en noticia algo parecido en otros campos. Rectifico. No se convierte en noticia la ausencia de mujeres (por más que debiera serlo), sino las reacciones agresivas y despreciables que produce el hecho de denunciarlo con cifras y datos. Así pasa cuando se habla de ello en el mundo del cómic o en el del videojuego, por poner los ejemplos donde la respuesta es más virulenta. Pero no se libra nada, ni el deporte, ni la cultura.

Una banda de chicas se ambienta en la escena musical bonaerense actual y cuenta la historia de varias bandas musicales compuestas por mujeres heteros, lesbianas, cis o trans que no responden al cliché de lo que se espera de ellas o de la música hecha por mujeres. De manera muy fluida y directa, mediante entrevistas, material de archivo y contundentes actuaciones en directo, que reflejan sin filtro toda su potencia, vamos descubriendo las muchas dificultades que han encontrado en su trayectoria y, sobre todo, cómo han dinamitado estereotipos. La directora lo explica bien: “Queda demostrado cuál era el lugar asignado para las mujeres músicas, era el de ser sumisa, ser o melódica o folclórica, tener las voces suaves, estar tranquilas, nada de tener los pelos parados o hacer lío, tenía que ver con lo que se esperaba en el modelo de mujer de ese momento”.

Marilina Giménez, la directora, sabe bien de lo que habla porque ha formado parte de ese mundo. Desde 2007 hasta 2013 formó parte de la banda Yilet y el planteamiento del documental nace de su propia experiencia y de los retos que tuvo que afrontar en ese periodo. Leemos en la web de la película: "Cambié el bajo por la cámara" sentencia Marilina Giménez, quien hasta 2013 y por seis años tocó con dos amigas en la banda Yilet. Allí nació un registro autobiográfico y coral que desde una perspectiva de género confronta varios dilemas. ¿Cuál es el rol de la mujer en la escena musical actual? ¿Qué sucede cuando las mujeres hacen la música que ellas eligen? ¿Qué pasa cuando sus cuerpos sobre el escenario son agresivos y sensuales?”. Preguntas muy pertinentes cuya resolución a veces levanta ampollas.

Por el documental desfilan un buen número de bandas muy distintas entre sí, musicalmente hablando. Oímos cumbia, reguetón feminista, punk, rock y mucho más. Paula Maffía, Lucy Patané, She Devils, Chocolate Remix, Ibiza Pareo, Kobra Kei, Kumbia Queers, Las Kellies, Las Taradas, Liers, Miss Bolivia, Sasha Sathya, She Devils y Yilet, las bandas que desfilan por el film, componen un relato coral y diverso y una reivindicación de la identidad y también de cierta sororidad, la que hace que, aun con estilos muy diferentes, compartan la audacia y la necesidad de estar arriba del escenario.

Y hablan de muchas cosas. Que la directora sea alguien como ellas, de su propio mundo, facilita enormemente la comunicación. Hablan de música, por supuesto, de las giras y actuaciones. Pero también de las violencias soportadas en garitos, calles y oficinas. De la desigualdad omnipresente. De la carencia de mujeres técnicas y productoras y de lo necesarias que son. De la condescendencia con que son tratadas por técnicos, promotores, propietarios de salas, etc. De la necesidad de crear espacios donde se sientan seguras. De la conveniencia o no de los festivales solo para mujeres. De la reapropiación de los espacios masculinos. Del cuerpo, cómo no.

En realidad, se puede cambiar el ítem ‘música’ por cualquier otra disciplina. Viendo el documental recordé algo. Hace un porrón de años, a principios de los 90, pasó por València la directora de cine mexicana Matilde Landeta, una auténtica pionera. Era una señora ya muy mayor que se las había visto de todos los colores y estaba de vuelta de todo. Contaba cómo, allá por la década de los cuarenta del siglo pasado, ejerciendo de script y ayudante de dirección se hartó de pedir el ingreso en la asociación de directores y de que se lo negaran por ser mujer. Hay que tener en cuenta que si no se formaba parte del sindicato no se podían ejercer tareas de dirección. Así que, un día, se vistió de hombre, se colocó un bigote, se plantó en medio de la reunión y dijo: “Ya soy un hombre. ¿Ahora qué?”. Su performance puso en evidencia lo absurdo de la situación y lo logró. Tampoco es que se lo pusieran muy fácil a partir de ese momento y pudiera dirigir muchas películas a lo largo de su vida. Encontró muchas trabas, como técnicos que no querían estar a las órdenes de una mujer, incluidos actores (y actrices), estrellas del cine mexicano, que se negaban a ser dirigidos por una directora.

Pero no hay que irse tan lejos en el tiempo, que en esas seguimos, en la lucha contra los estereotipos y los prejuicios. Por ejemplo, en Hollywood, ahora. En Dueñas del show. Las mujeres que están revolucionando las series de televisión, el interesantísimo libro dedicado a las showrunners y creadoras de las series USA, prácticamente todas ellas comparten las mismas peripecias. El ser la única mujer en algún equipo de guionistas y que le reservaran personajes femeninos y escenas románticas o sentimentales, el hecho de encontrar a otra mujer por el camino con la que conectan y con la que acaban formando equipo, la enorme dificultad de convencer a los directivos para que apoyen sus primeros proyectos, el contraste entre lo que esos directivos esperan de ellas por ser mujeres y lo que ellas quieren realmente hacer.

Una banda de chicas es Buenos Aires ahora, pero su valor es global, porque esta historia podría contarse en cualquier otra ciudad y en cualquier otra actividad humana. Porque siempre es eso: la imagen y la realidad. Lo que se espera de una mujer y lo que verdaderamente esa mujer es y desea. Así que, además de ofrecer un montón de buenas actuaciones, centra muy bien la cuestión y lo hace de forma poliédrica. Desde la que relata cómo ha transicionado y el modo en que lo cuenta a través de su música, de su imagen y de su pose, hasta la que le da la vuelta al reguetón y al twerking para denunciar la violencia de género al grito de “ni una más”. Reapropiación, reivindicación, diversidad y celebración de la música, del cuerpo y del hecho de ser mujer, aunque eso implique una lucha constante.

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