La nave de los locos / OPINIÓN

Todo cansa

Hay días en que vale la pena apearse del tren de nuestras rutinas. Porque todo acaba cansando, incluso las personas que nos hicieron felices. Cumplida cierta edad, la vida sigue un guion previsible del que no cabe escapar. De eso va, al parecer, la madurez  

4/03/2019 - 

Cansado de leer Sumisión, una de las últimas novelas de Michel Houellebecq, mejor sociólogo que escritor, cronista necesario de la inexorable decadencia de Occidente, busco en mi biblioteca un libro que me salve la tarde. Mis dedos van pasando de estantería en estantería hasta que se detienen en un poemario leído hace un millón de años: Residencia en la tierra, de Pablo Neruda. Es de esperar que este libro sea retirado de todas las bibliotecas públicas, dada la doble condición de mal esposo y peor padre que concurre en la persona del Nobel chileno. Abro al azar una de sus páginas y leo un verso hermoso y ciertamente perturbador:

Sucede que me canso de ser hombre

No podía resumir mejor mi estado de ánimo.

Sucede que me canso de tantas cosas… Estoy cansado de leer en los diarios las ocurrencias de unos políticos unidos por su desoladora mediocridad, incapaces de enderezar un país que seguirá en la UCI tras las elecciones generales. No parece haber remedio para España. Me cansan el fervor patriótico del joven Casado, el baile de novias del niño Albert, las sandeces del todavía presidente del Gobierno. Me fatigan los conocidos que me dicen que votarán a Vox porque apoya la caza y los toros. ¡Qué argumento! Cansa ver a unos burguesitos catalanes lloriqueando ante el tribunal que los juzga por golpistas. La Justicia debe ser inmisericorde con ellos. ¡Al penal de Chafarinas! Me cansan las momias de Franco y Azaña, el revival de las dos Españas, los maniqueos de uno y otro lado y el recuerdo de las guerras de nuestros pasados. 

Todo cansa, incluso aquellos que nos hicieron felices.

CANSAN LA MALA EDUCACIÓN, LA MUCHACHADA QUE NO LLEVA CALCETINES, LA GENTE QUE SÓLO HABLA DE SERIES Y LOS ODIOSOS CANTANTES LATINOS. CANSA EL POLIAMOR

Uno anda cansado de la matraca del feminismo, de las mujeres (cada vez más numerosas) que confunden la conveniente igualdad con el tiro al plato, y el plato es el varón, evidentemente. Cansan también la mala educación, el tuteo indiscriminado, la muchachada que no lleva calcetines y la gente que sólo habla de las series que ve, preferiblemente El embarcadero. Cansa el café aguado del puto bar en que te ves obligado a desayunar. Cansa la tristeza criminal de las tardes de los domingos. Cansan Kiko Matamoros y su novia de Albacete, los últimos artículos de Vargas Llosa en el diario progresista; cansan los odiosos cantantes latinos, los banqueros a los que les huele el aliento (son la mayoría) y la falta de camas en los hospitales públicos.

Los ladridos del chucho del vecino

Sucede que me canso del chucho de mi vecino, que ladra a todas horas y no me deja descansar. Digo yo que las personas humanas (nótese el pleonasmo, muy empleado por los profesores de Religión) tenemos, como mínimo, los mismos derechos que las mascotas. Harto estoy de una Liga trucada en la que sólo pueden ganar dos equipos. Cansa Marcelino con su cara de labriego de posguerra, cansa la hipocresía del ladino Florentino, cansan los goles del enano argentino, cansa que siempre gane el Barcelona. Cansan el pan y el circo. Cansa nuestro desconcierto sentimental, cansan Tinder, Badoo y las cenas de los singles. Cansa el poliamor y el sexo furtivo sin precauciones. Cansa extrañar a alguien de quien no supiste su verdadero nombre. ¿Me recuerdas, amor?   

¿Qué decir de mí? También estoy cansado de mis maneras de fingidor, de las enfermedades de familiares próximos, de las noches en vela, de no tener tiempo para leer y escribir, que es lo que en verdad me importa, de buscar siempre un pretexto para no ir a Cádiz, donde nos esperan para comer pescaíto frito en un chiringuito del Puerto de Santa María. Cansado de mis dudas, de mi feroz conservadurismo, de un oficio que da para vivir sin más. Cansado de mi pereza, de mi tibieza y de mi aspereza. Cansado de mi bigote trasnochado y de mi nariz hebrea. Cansado de escribir la palabra “cansado”. Cansado de los últimos modelos de Letizia, la reina consorte. 

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