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Thomas Vinterberg: “En Rusia hay un sentimiento de sacrificio diferente de la visión occidental”

6/12/2018 - 

VALÈNCIA. Hemos asistido a muchas películas sobre hombres atrapados en el fondo del mar, en las que la heroicidad de los supervivientes salva sus vidas. No es el caso de Kursk. La súper producción financiada por Luc Besson y dirigida por Thomas Vinterberg es la crónica de un caso real cuyo fatal desenlace conocemos. El drama histórico centra su atención en los 23 marineros rusos atrapados en las profundidades del Mar de Barents a bordo del submarino nuclear Kursk cuando, el 12 de agosto de 2000, se produjo una explosión que mató a casi toda la tripulación.

Al retrato claustrofóbico de la lucha por sus vidas, el realizador danés ha sumado capas de crítica política en el relato del intento de rescate y de lucha social, en el papel que jugaron las viudas y familiares al enfrentarse a la desinformación del estamento militar.

Muy lejos quedan los tiempos de Dogma95 para Vinterberg, que nos detalló las injerencias rusas, las encrucijadas éticas y las peculiaridades técnicas de este encargo en el pasado Festival de Toronto.

-El actor belga Matthias Schoenaerts, con el que ya trabajaste en 2015 en Lejos del mundanal ruido, fue el que te propuso para rodar este guión. ¿Qué te convenció a ti para involucrarte?
-Me conmovió leer el guión con Matthias en mente. Es un actor que irradia masculinidad, afecto, complejidad… Así que me resultó fácil traer a su personaje a la realidad. Pero también hallé una oportunidad para elevar esta historia real del thriller político a una propuesta de mayor grandeza: sobre humanidad, sobre la vida y la muerte, sobre el tiempo que se escapa. Mi mujer se acaba de ordenar sacerdote y me ha comentado que en el pasado solíamos hablar de la muerte con naturalidad, porque formaba parte del día a día y la gente fallecía antes. Con el cambio de generaciones ha habido un cambio, y la atención está en ser joven, estar vivo… No nos confrontamos con el hecho de que hay un día final. De modo que se ha convertido en la obligación de la literatura y del cine lidiar con ello. Me impactó esta responsabilidad, la valentía del protagonista en sus últimos momentos y, obviamente, la tristeza de la historia. Existía la oportunidad de rodar una película a gran escala y al mismo tiempo, hacerla propia.

-Tanto el director noruego Erik Poppe, al relatar la masacre en un campamento de verano en 2011 en Utøya: July 22, como tú, afrontáis la responsabilidad de lidiar con historias contemporáneas que afectan a gente que está viva. ¿Tuviste en mente a los 71 hijos de los supervivientes y a sus viudas?
-No sólo estamos contando las vidas de personas que existieron, sino que además lo estamos haciendo en inglés, cuando se supone que debería ser en ruso. Ambas decisiones fueron muy complicadas para mí, y las tomé con mucho cuidado.

-¿Nunca se barajó la posibilidad de rodar en Rusia, con actores rusos?
-Durante un tiempo pensamos en rodarla allí, para acercarnos a la verdad, pero nos encontramos con tantos problemas, con tantas injerencias en el guión... No es que quisieran corregirlo, sino que querían que incluyéramos momentos heroicos. Así que optamos por la libertad artística. Y creo que así nos ha quedado una película más honesta.

-¿Cómo escribiste la historia en el interior del submarino, que nadie sabe?
-Contamos con el asesoramiento de Ramsey Martin, un ingeniero marino especializado en sistemas submarinos de escape y rescate. Y sabemos que los cuerpos aparecieron medio quemados, así que algunos estaban bajo el agua y otros no. Fuimos siguiendo las pistas que el submarino nos dejó y nos basamos en un libro de Robert Moore llamado A Time To Die: The Untold Story of the Kursk Tragedy, realizado a partir de una exhaustiva investigación de fuentes y conversaciones con las familias. Sin embargo, al trasladarlo al cine tomamos conciencia de que estábamos trabajando en el mundo de la ficción.

-¿Cómo se ha traducido ese elemento de ficción con respecto a los hechos reales?
-Les dimos nombres distintos a los protagonistas para permitirnos esa libertad. En la vida real, el capitán al que interpreta Schoenaerts se llamaba Dmitry Kolesnikov. Escribió una carta, pero no tenía hijos, hasta donde yo sé estaba en un proceso de divorcio. Había otros miembros de la tripulación que sí eran padres y queríamos hacer una representación de todos los marinos, así que lo convertí en un padre felizmente casado.

-¿Contactaste con alguno de los verdaderos protagonistas del suceso?
-No tuve ningún contacto con las familias para que no me condicionaran. Hubiera encontrado muy complicado navegar entre realidad y ficción. Sí lo tuve en cambio con David Russell, el comodoro interpretado por Colin Firth, quien estuvo en el set con nosotros y nos reveló el mundo de los submarinos.

-¿Qué aportó Luc Besson al proyecto?
-Nunca interfirió en el guión ni estuvo en el set de rodaje. Fue muy respetuoso. Me dejo solo realizando esta película y tuvo fe en mí. Quizás porque estaba ocupado en otros frentes… (risas).

-¿De dónde surgió la idea de combinar dos formatos, el cuadrado y el panorámico?
-Cuando me senté con mi director de fotografía, Anthony Dod Mantle, para repasar las secuencias, le dije que me fascinaba el tamaño del submarino, pero todavía más el poder de la naturaleza. Esta máquina gigante quedaba minimizada en contraste con la inmensidad del vasto mar. De forma que quise enfatizar lo pequeños que eran estos hombres, lo perdidos que estaban. Por el contrario, al final de la película, están perdiendo oportunidades y oxígeno, así que quise que ese espacio confinado quedara todavía más limitado en el encuadre. No obstante, cuando tienes ideas así no es porque seas inteligente, sino porque respondes a sensaciones. La gente mantiene conversaciones muy intelectuales sobre películas, pero también es necesario desconectar de lo cerebral en el momento del rodaje. Entre la mano y el corazón tiene que haber una distancia corta.  

-¿Te interesó como reto el rodaje de escenas en el agua?
-Era un territorio totalmente nuevo para mí y no sabes lo difícil que fue. En primer lugar, tienes que poner en el agua al elenco y a sus dobles, mucha electricidad y lentes, y a personas que se hagan cargo de esa electricidad. Y en segundo lugar, la compañía aseguradora ha de asegurar que si nos hervimos lo hagamos de manera adecuada (risas). Está tan jodidamente alejado de Dogma… Sobre todo, fue duro para los actores. Yo estaba detrás del monitor, tomándome un café, pero ellos estaban en el agua 12 horas al día y a una temperatura de 42 grados, actuando como si estuvieran congelándose. Tan pronto como terminaban cada secuencia tenían que meterse en una piscina para poder quitarse la ropa mojada. Surgió una química muy especial entre todos ellos.

-En este tipo de dramas históricos, los hombres asumen el papel de héroes y las mujeres el de mero contexto familiar. ¿A qué ha respondido que hayas dado a las esposas y a las madres un protagonismo crucial en el relato?
-Tratamos de aproximarnos lo máximo posible a la verdad y estas mujeres mostraron su valentía al organizar una revuelta frente a las cámaras de televisión. Me resultó conmovedor y de peso. Y no lo incluí en Kursk para satisfacer el debate de género, sino porque es lo que sucedió y fue una parte relevante de la historia.

-¿Qué reacción esperas de la audiencia rusa y de su gobierno?
-Si es que la flota rusa presta atención a esta película, habrá alguna reacción para contrarrestar nuestro relato, ya que no lo encontrarán lisonjero. Pero no tengo ni idea. Espero que la gente entienda que hoy día hay mucha propaganda. La mujer que empieza a gritar durante la rueda de prensa en la película existe. Su protesta la puedes encontrar en Youtube y ver cómo la sedaron en vivo, frente a los medios. Y luego la acusaron de cosas ridículas: aseguran que es actriz, ex prostituta… Aquel suceso supuso el fin de la prensa libre en Rusia.

-¿Qué has aprendido de la idiosincrasia rusa durante el rodaje de esta película?
-La flota rusa hubo de elegir entre salvar a 23 hombres o mantener sus secretos navales y su orgullo nacional. Esta decisión es interesante, porque en el mundo occidental somos más de Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998), de darlo todo por la supervivencia de un solo hombre, pero aquí hay un sacrificio por la comunidad. Hay un sentimiento de hermandad y de sacrificio por tu país que es diferente de la visión del mundo occidental.

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