VALÈNCIA. Dos libros de reciente publicación han venido a tratar algo que hasta entonces solía escapársele a los medios: la vida en los lugares de España con menos densidad de población. Por diversas razones, hay un goteo constante de gente que abandona, que se marcha a núcleos más grandes a buscarse la vida y muchos pueblos van muriendo. El fenómeno ya sea inevitable, trágico o normal en el curso de los tiempos, lo que alberga es numerosas experiencias humanas.
El libro de Sergio del Molino que de algún modo ha dado nombre a estas regiones, La España vacía (Turner, 2016) analizaba cómo abordaban los medios de comunicación, la literatura y la Historia las diferencias entre campo y ciudad. Otro, que apareció más tarde pero que empezó a escribirse antes, de Virginia Mendoza, Quién te cerrará los ojos (Libros del KO, 2017) recorría en una serie de reportajes pueblos donde solo queda uno o muy pocos habitantes y estudiaba lo contrario, por qué no querían marcharse nunca de allí.
Por haber, hubo hasta un Salvados que viajó por estos lugares recogiendo testimonios. Uno de los cuales, incluso, suponía una tercera vía. El de un alcalde idealista, de obediencia comunista, que estaba repoblando su pueblo, había logrado que hubiese niños como para abrir la escuela, pero que, decía, si quisiera acercarse una empresa y establecerse allí lo mismo no les dejaba. No sé si es que quería crear su propia arcadia tomando los niños que habían ido como rehenes o qué, pero me sorprendió. Siempre pienso en sus peculiares ideas.
Porque vivimos siempre muy centrados en nosotros mismos, en un país que ya de por sí es autoreferencial, aunque paradójicamente se conoce muy poco a sí mismo, y nos perdemos fenómenos muy curiosos e interesantes.
Hubo un cómic de Tito -conocido así en Francia, en la España que dejó atrás cuando emigró fue inscrito en la partida de nacimiento como Tiburcio de la Llave- que prestaba atención a todo lo que ocurría en estos lugares. A menudo historias vitales mucho más apasionantes y dramáticas que cualquier suceso banal que pueda ocurrir en la gran ciudad de existencias anónimas.
Soledad era el nombre del pueblo en el que transcurrían las historietas. La vida de las ancianas, un suicidio, el romance de un hombre que había abandonado el pueblo con una de las llamadas solteronas a su regreso quince años más tarde o asuntos de rabiosa actualidad aún hoy como es la noticia del cierre de una escuela...
Memorias de niñez
Natural de Valdeverdeja, Toledo, sus padres emigraron a Francia cuando solo tenía seis años. Allí estudió artes gráficas y empezó a publicar cómics de forma prácticamente automática. Tras un paso por la publicidad, su primer personaje fue Daniel Amarillo, un detective, pero sus series más destacas fueron Soledad, de seis tomos, y posteriormente Tendre Banlieue, sobre la vida corriente de unos adolescentes. Al igual que ocurriera con Luis García el dibujo era de la vieja escuela que se basaba previamente en fotografías.
Atento a las vidas corrientes
No obstante, en este caso la virtud no estaba en el trazo, sino en la sensibilidad con la que se contaban las historias. El talento para reflejar la vida de forma hiperrealista y también su gran sensibilidad. Las andanzas de un grupo de jóvenes de barrio suburbial, los problemas que tenían con los matones del lugar aquellos a quienes les gustaba la música y competían en popularidad con los macarras, la inclusión de una chica sorda en ambientes rockeros... esas eran el tipo de historias a las que les prestaba atención el autor mucho antes de que empezara el boom de las llamadas novelas gráficas a poner el foco de las viñetas en las vivencias cotidianas.
Su obra es extensa, es uno de los dibujantes más importantes de Francia, pero sus trabajos más importantes están basados en su propia experiencia vital. Una adolescencia en los suburbios de París y una infancia en un pueblo español, amén de los recuerdos que le llegasen por vía oral, como los de su abuelo, a quien debe su nombre de pila, que fue un republicano durante la Guerra Civil.
Su cómic más adulto, en cualquier caso, se ha reseñado que es Le choix d´Ivana. La búsqueda de una bosnia de su pasado, tras haber pasado la experiencia en su juventud del cerco de Sarajevo, motivada por la detención de Radovan Karazdic en 2008.
Romper tópicos
Uno de los motivos por los que Tito se decidió a dibujar Soledad fue porque en Francia tenía la sensación de que España era percibida como un lugar únicamente marcado por "los toros, la paella y el flamenco". Quiso salir de los tópicos y mostrar al público francés el carácter de las historias y problemas vitales de los habitantes de un pueblo de Castilla, al que le puso el nombre poético de Soledad.
Es algo parecido también a lo que hizo con Tendre Banlieue. A principios de los 80, la serie comenzó a publicarse en 1982, todas las noticias que llegaban de los barrios de la periferia parisina eran negativas. Toda vinculadas a la droga y a los problemas de delincuencia. Él vivía en uno de ellos y tenía la sensación de que lo que mostraba la televisión no tenía nada que ver con lo que él veía. Por eso decidió romper los tópicos. Le dolía que si pasaba algo en París, nadie dijera en la prensa que era una ciudad insoportable, pero si ocurría algo en un barrio, automáticamente todo él era terrible.
Esta serie tuvo un fenómeno fan en Francia. No había internet en los 80, pero los jóvenes se sintieron cautivados por estas historias y le inundaron de cartas diciéndole con qué personajes o argumentos se habían identificado. Es algo que perfectamente podría ocurrir ahora si se leyesen más cómics, porque como el mismo Tito dice, aunque haya cambiado la tecnología, los adolescentes siguen siendo igual de "frágiles y rebeldes".