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Sanchis Sinisterra: “El teatro debe reivindicar a los perdedores de la historia”

20/05/2018 - 

VALÈNCIA. José Sanchis Sinisterra (València, 1940) lleva décadas explorando minuciosamente cada recoveco de las artes escénicas como si de una alquimia preciosa se tratara. Escritor, pedagogo, investigador…de cada poro de su piel brota teatro, disciplina a la que considera “una herramienta para pensar el mundo”. Lejos de discursos vacíos o autocomplacientes, su trabajo se vehicula por definición desde el compromiso social y la certeza de que todo está sujeto a cuestionamiento.

En su faceta de dramaturgo, cuenta con más cerca de 50 obras teatrales, entre las que destacan títulos como Ñaque, ¡Ay, Carmela!, El cerco de Leningrado, El lector por horas, Sangre lunar o la reciente El lugar donde rezan las putasPero, además, Sanchis ha dedicado gran parte de su carrera a abrir nuevos espacios en los que poder experimentar y formar a otros creadores. Así, en 1977 fundó el Teatro Fronterizo en Barcelona, ciudad en la que también estableció la Sala Beckett en 1988. Años después cambió su residencia a Madrid, donde abrió las puertas del Nuevo Teatro Fronterizo, que busca ser un espacio para la reflexión y el estudio de nuevas posibilidades escénicas.

A lo largo de su trayectoria, ha recibido galardones como el Premio Nacional de Teatro, el Federico García Lorca o el Premio Nacional de Literatura Dramática. Además, el próximo 18 de junio se le entregará el premio Max de Honor con motivo de la XXI edición de estos galardones que organiza la Fundación SGAE.

-¿Qué tiene el teatro que sobrevive a todas las modas y a todas las épocas?
-Mi convicción es que ha sido siempre, y lo sigue siendo ahora, un espacio donde los ciudadanos como colectivo se reúnen físicamente en un espacio y en un tiempo concretos. En ese sentido, sería como una proyección del ágora griega, el espacio donde los seres humanos están en común, juntos unos con otros. Creo que esto cada vez es más necesario en la medida en que estamos sumergidos en un escenario vital en el que todo es virtual: los encuentros son virtuales, las decisiones se toman a través de la red...Esa especie de parodia de la comunicación y de estar en todas partes contrasta con la realidad del encuentro teatral, algo que me parece maravilloso. Cada vez que se representa la obra y el público cambia, la obra también muta y esto hace que el producto escénico se mantenga vivo. Además, el teatro funciona como metáfora o receptáculo de otros temas. Desde hace siglos se ha establecido esa similitud: la vida como una representación en la que adquirimos roles.

Foto: Luis Camacho

-Seguimos buscando esa colectividad física más allá de la colectividad virtual.
-De hecho, en los próximos años se hará más necesario porque cada vez estamos más solos creyendo que estamos más conectados, más comunicados, que interactuamos más; en el fondo permanecemos recluidos en nuestra propia soledad frente a la pantalla.

 -¿Se puede aplicar el teatro esa máxima de ‘tener una mala salud de hierro’?
-Claro, la prueba es su relación con otras formas artísticas. Cuando el cine comenzó a triunfar se pensaba que las representaciones escénicas tenían los días contados ya que las películas ofrecían unos estímulos audiovisuales y unos horizontes temáticos y circunstanciales mucho más ricos. Pasó lo mismo cuando la televisión entró en los hogares: se profetizó que la gente preferiría quedarse en casa. La tercera acometida ha sido Internet. Sólo en el siglo XX hemos vivido estos tres fenómenos de ocio grupal que parecían destinados a anular el teatro a convertirlo en un vestigio, en un anacronismo. En cambio, lo que percibo es que prosperan las escuelas de interpretación, los espacios donde la gente quiere formarse, también hay multitud de talleres de escritura, la dramaturgia está generando una gran cantidad de textos nuevos... Creo que hay un incremento en la actividad teatral, dentro de un ámbito que siempre ha sido relativamente minoritario, por supuesto. No veo síntomas de extinción.

-Has trabajado mucho el aspecto teórico de la dramaturgia ¿por qué crees que es importante la investigación en torno al mundo del teatro más allá de escribir nuevas piezas?
-Bueno, considero que, si nos confiamos y nos apoyamos exclusivamente en nuestra intuición, nuestra imaginación y en nuestro propio talento, corremos el riesgo de repetirnos. A fin de cuentas, el imaginario de cada persona está bastante condicionado por la experiencia de vida diaria, por el aquí y él ahora. La investigación en cierta manera funciona como un antídoto contra esa tentación de realizar lo mismo ligeramente modificado. Constituye una forma de luchar contra cierto individualismo en las formas de creación.

Por otra parte, el ser humano está en constante evolución en medio de esta civilización tecnológica. Y no solamente el teatro, sino el arte en general, debe estar muy atento a en qué medida se modifica la convivencia humana, que problemas acontecen… esto no podemos percibirlo simplemente a través de las experiencias personales; necesita de estudio, investigación y documentación, eso para mí es la teoría teatral.

Foto: Luis Camacho

-¿Actualmente sobre qué temas te interesa más trabajar?
-El teatro necesita ampliar sus campos temáticos, pues a menudo se encierra en cuestiones pequeñoburguesas. La sociedad tiene zonas que carecen de visibilidad y creo que debemos observarlas, no solamente por un afán de denuncia o por una cuestión ética o política, sino también porque son circunstancias del ser humano que nos interesa conocer.

En concreto, lo que estamos haciendo desde el Nuevo Teatro Fronterizo es inducir a los autores a asomarse a cuestiones como la destrucción del ecosistema por culpa del capitalismo desenfrenado o la Memoria Histórica. Creemos que hay una tendencia a la amnesia bastante preocupante. En el caso de España, se hace evidente en los miles de muertos mal enterrados durante la Guerra Civil y el franquismo, personas que fallecieron en circunstancias terribles y a los que no se les ha restituido la dignidad.

Pero también existen otros grupos sociales vivos que no aparecen nunca en escena. Por ejemplo, hemos llevado a cabo un ciclo de creación acerca de colectivos en riesgo de exclusión. En él se ha escrito sobre trabajadoras del sexo, discapacitados físicos, expresidiarios en vías de reinserción, personas con trastornos mentales, adolescentes de familias estructuradas, parados crónicos...

-En ese sentido, ¿piensas que el teatro comercial está demasiado anclado en fórmulas manidas, en cierto costumbrismo que tiene el éxito asegurado y llena salas?
-Sí, es cierto. Ése es el verdadero peligro: que se considere sólo un canal para entretener. Desde mi punto de vista, debe ser también una fuente de conocimiento, una vía para plantear los problemas sociales de un modo diferente. El teatro comercial se apoya en la actualidad más superficial: temas que aparecen a menudo en los primeros minutos de los telediarios; la realidad es mucho más compleja que eso, quizás está sumergida, oculta…. eso es lo que un teatro que quiera afectar a la colectividad debe tener en cuenta.

-Uno de tus grandes referentes es Walter Benjamin, uno de los grandes derrotados de la historia, ¿planteas tu trabajo teatral como una reivindicación de esos perdedores, de esos olvidados?
-Es una responsabilidad que tenemos los creadores. Los triunfadores, las estrellas de la historia ya tienen sus voceros, sus propagandistas...la historia es la historia de los ganadores; la actualidad también es generalmente de quienes logran alcanzar cierto nivel de popularidad y fama. ¿Y qué pasa con los demás, quién va a guardar su memoria? Tiene que haber un arte dramático que reivindique el papel de los perdedores, de esos otros protagonistas de la historia, que, como decía precisamente Benjamin, quedaron barridos por los carros triunfales de los vencedores.

-¿Es posible una dramaturgia que innove la vez en la forma y en el contenido o uno de los dos conceptos acaba siempre imponiéndose sobre el otro?
-No es fácil, pero es posible. Creo que ahí también juega un papel importante la investigación. Uno por una parte debe estar atento a los temas que elige y al instrumento artístico que maneja para lograr que ambos transcurran en paralelo. En cualquier caso, creo que la dicotomía entre forma y contenido es falsa; en general yo desconfío de todas las dicotomías. Como decía Beckett, la forma es el contenido, el contenido es la forma. Hay que estar permanentemente en esa doble vía de evolución.

-Defiendes el doble papel del teatro como literatura y como espectáculo, ¿a qué te refieres con ello? 
-Existe cierta polémica sobre este asunto. Algunos directores y autores afirman que el teatro es espectáculo: nació como espectáculo, ocurre en una circunstancia de representación y, por tanto, para ellos, la dimensión literaria es solo un material o un ejercicio del pasado y la innovación está únicamente en los lenguajes del espectáculo. En cambio, otros pensamos que también es literatura y, de hecho, ha sido una parte importantísima de la literatura universal durante siglos. No hay motivos para establecer esta distinción entre uno y otra. A menudo, el teatro progresa desde la literatura y la escritura dramática, otras veces lo hace desde las tecnologías o lo performativo. Hay que evitar el reduccionismo.

-¿Qué diferencia a la escritura teatral de otros géneros literarios?
-Principalmente que, aunque la literatura dramática tiene su propia autosuficiencia, alcanza la plenitud cuando se convierte en partitura de un producto más complejo que es la representación, así interpela a todos los sentidos del ser humano. De igual modo, la partitura musical posee autonomía y quien está formado en música puede disfrutar leyendo una sonata, pero el disfrute máximo y la recepción más plena llega cuando esa partitura es interpretada por una orquesta; para mí el teatro también tiene esa dimensión.

A este respecto, se da una paradoja y es que el espectáculo es efímero, mientras que el texto tiene una perennidad. Así, ese texto siempre podrá dar lugar a sucesivos espectáculos que cada vez serán diferentes según quién los monte, dónde y cuándo.  Esta circunstancia me resulta muy fértil, interesante y estimulante.

-En alguna ocasión ha comentado que la escritura teatral tiene muchos momentos de desaliento, ¿se siente en cierto modo abandonado por las instituciones públicas? 
-La verdad es que sí. Cada vez es más difícil garantizar una producción mínimamente digna y con salarios que permitan la subsistencia. Hay un determinado teatro que pasa apuros y hay peligro de que los profesionales se desalienten y abandonen, tanto a nivel de actuación como de dirección, escenografía... No quiero decir que el arte dramático deba estar siempre protegido y sustentando por las instituciones, pero tampoco dejarlo en manos del mercado. Las entidades públicas deberían ayudar a que el arte dramático se desarrolle en otras dimensiones que vayan más allá del entretenimiento.

-Sobre tu traslado de Barcelona a Madrid y la consiguiente apertura del Nuevo Teatro Fronterizo has comentado que resultó más duro de lo que esperabas y que económicamente te estabas enfrentando a bastantes dificultades. ¿Han mejorado tus perspectivas?
-Me trasladé a Madrid por varios motivos. Por una parte, en esa ciudad vivían mis hijas y había nacido mi primer nieto. Además, llevaba 25 años en Barcelona y sentía que allí ya tenía un estatus peligrosamente satisfactorio. Abrí el Nuevo Teatro fronterizo con la ayuda de unos cuantos amigos que creyeron en el proyecto y pensé que pronto iba a recibir apoyo institucional económico. Han pasado ya 8 años y seguimos en la misma precariedad y con la misma incertidumbre respecto al futuro inmediato, la situación resulta a menudo desesperante. Vamos a ver lo que resistimos, siempre pensamos que en la próxima temporada mejorarán las cosas, pero no lo hacen lo suficiente. El porvenir de este proyecto sigue siendo incierto.

-¿Qué supone recibir el Max de honor?
-Si te soy sincero, al principio sentí cierto sobresalto, pensé que querían que me jubilase ya. Pero inmediatamente me di cuenta de que era un gesto simbólico probablemente justificado por todo el tiempo de mi vida que he dedicado a formar nuevos profesionales, a promover líneas de dramaturgia infrecuentes… Soy alguien que hace teatro para que el teatro siga vivo. Más allá de mi faceta de autor, creo que se está reconociendo también esta función pedagógica que supongo que heredé de mi padre, profesor de matemáticas, física y química. Busco compartir lo que voy aprendiendo con gente que empieza.

-Deduzco por tanto que, de momento, no tienes intención de retirarte…
-Bueno, el cuerpo ya me ha dado algún aviso, pero de momento la cabeza sigue en activo, a ver lo que me dura.


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