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Sin brillo, con recelo y por obligación: así empieza el Botànic II

13/06/2019 - 

VALÈNCIA. Nueve reuniones. Esa es la cantidad de citas que necesitaron los partidos del Botànic II para cerrar un acuerdo que diera vida al nuevo Gobierno valenciano integrado por PSPV, Compromís y Unides Podem-EUPV. Y desde luego, la manera de rematar el círculo quedó muy lejos de ser perfecta. Aunque el pacto se selló este miércoles en Alicante, lo sucedido en los últimos días a cuenta del 'cómo' sumado al aplazamiento de la investidura de Ximo Puig como president de la Generalitat durante 24 horas, desdibujaron por completo el resultado de dos semanas de negociación y, por ende, del arranque de la legislatura.

La noche del martes había concluido con el candidato y síndic de Unides Podem, Rubén Martínez Dalmau, enviando mensajes a los líderes de PSPV, Puig, y Compromís, Mónica Oltra, para reunirse y tratar de desatascar una situación de absoluto bloqueo. No en vano, a unas horas del debate de investidura no había acuerdo sobre el reparto de competencias -en particular, respecto a las que asumiría Podem-, y tampoco la coalición integrada por Bloc, Iniciativa y VerdsEquo garantizaba que la votación de investidura fuera a producirse este miércoles. Un escenario poco propicio para iniciar la andadura de los cuatro años de gobierno que les espera a estas tres fuerzas.

Ahora bien, la manera en la que empezó la jornada de investidura y cómo se cerró el "contrato", tampoco fue lucida. Tras dos semanas de reuniones entre representantes de los tres partidos, de horas y horas de comisiones negociadoras y de subcomisiones, o de insistir en que lo importante era el 'qué' y no el 'cómo' o el 'quién', fueron los líderes de PSPV, Compromís y Unides Podem los que resolvieron el acuerdo y la arquitectura del futuro Ejecutivo. Y no de cualquier manera: en una reunión de última hora en el Palau de la Generalitat, sin anunciar que ese encuentro iba a producirse -a diferencia de todos los que habían mantenido las comisiones de estas semanas-, sin imagen ni convocatoria y dividiendo, pese a todo, la investidura en dos sesiones.

Puig, Oltra y Dalmau en la sesión de Les Corts este miércoles. Foto: KIKE TABERNER

El encuentro entre Ximo Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau no llegó a durar ni una hora. En él, Unides Podem confirmó que contaría con una vicepresidencia segunda en la que se integrará Vivienda y dirigirían una comisión delegada en materia de Medio Ambiente y Cambio Climático cuyas competencias todavía están por determinar -además de Transparencia, Cooperación, Participación y Memoria Democrática que gestionará Esquerra Unida-. 

Un balance ante el que Dalmau se mostraba satisfecho, pero que no sentó del todo bien en todos los sectores de Podem. Consideraban que habían ganado con la visibilidad que les otorgaba la vicepresidencia, pero las atribuciones adquiridas en "materia verde" no eran tan ambiciosas como las que había estado peleando el equipo negociador los días anteriores. "Ha faltado coordinación", señalaban miembros de la formación morada, lo que evidenciaba el descontento de algunos con el resultado. 

Compromís, por su parte, se mostraba más optimista a pesar de haber perdido una conselleria respecto al mandato anterior. No tenían que ceder ninguna competencia en Medio Ambiente -Podem sólo presidirá la Agencia contra el Cambio Climático (aún por crear y en la legislatura pasada dependía del PSOE) y la Agencia Valenciana de la Energía-; seguirán teniendo el área de Cultura que el PSPV amagó con arrebatar; el Instituto de la Mujer, de momento, no se creará, sino que se desarrollará una Ley de Igualdad en la que se determine qué ocurrirá con esta materia; y Presidencia de la Generalitat, finalmente, entrará en el reparto de 6-4-2  (6 consellerias para el PSPV, 4 para Compromís y 2 para Unides Podem).

No obstante, antes del pleno confirmaron que el president de Les Corts, Enric Morera, iba a posponer la votación de la investidura a este jueves. "¿Por qué si ya se ha cerrado el acuerdo?" se preguntaban algunos en los pasillos del Parlamento. La coalición explicaba que debían votar el pacto en sus órganos internos -algo que ya habían hecho Podem, Esquerra Unida y el PSPV, pero no Bloc, Iniciativa o VerdsEquo-. Sin embargo, entre los socialistas se mantenía la tesis de que simplemente se trataba una vendetta por el adelanto electoral impuesto por Puig meses atrás para disgusto de Oltra.

Con estos mimbres, los ojos durante el pleno no estaban puestos ni en el contenido del pacto, ni los oídos en el discurso de investidura de Puig. Lo que en definitiva impedía, por una parte, que el pacto brillara y, por otra, que el 'qué' fuera el gran protagonista. El mar de fondo de los días anteriores contaminó por completo la escena.

De hecho, los recelos entre unos y otros habían imperado durante el día anterior. Se llegó a acusar a Compromís de querer dejar fuera del Consell a Unides Podem y a su vez instarles a que reclamaran Urbanismo al PSPV; la coalición increpó a socialistas y morados de hacer "pinza" en las negociaciones para restarles competencias y querer evidenciar su imagen de perdedores del reparto de carteras y también de las elecciones; y los del puño y la rosa, apuntaban a Oltra como el factor desestabilizador en cada intento de acercamiento de posturas entre las tres formaciones.

Una situación que se prolongó durante la tarde. Compromís envió un documento del Pacte del Botànic II con sus colores y sin incluir en la vicepresidencia de Podemos la coordinación de las áreas medioambientales, mientras que la formación morada mandaba el texto con otra tonalidad y con esa matización insertada. Un cruce casi infantil que evidencia hasta qué punto la lucha se libraba al centímetro. De hecho, aún en la tarde noche de ayer se discrepaba entre las distintas fuerzas sobre el nombre final de la cartera de Podem.

Pese a todo, no había muchos más caminos transitables -por no decir ninguno- que el que emprendieron las fuerzas este miércoles: un gobierno del PSPV en minoría, o en su defecto con Unides Podem sin Compromís, era inviable, al margen de por la lógica inestabilidad, por la necesidad sobre todo de estos últimos de garantizar la continuidad de sus altos cargos y asesores. Pero además los valencianistas tampoco podrían haber cargado con la responsabilidad de mantener la tensión durante los dos meses de plazo si fracasaba la votación o, peor aún, terminar acudiendo a una segunda vuelta electoral que diera opciones de triunfo al bloque de derechas. Escenarios, en cualquier caso, impracticables, por lo que gobernar entre tres -o cuatro-, sin duda, era la opción menos mala para la izquierda.

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