El anhelo por conquistar al ser amado, los celos, el deseo, la humillación, la venganza, la frustración, la lucha contra las convenciones sociales más asfixiantes, el amor que fascina y deslumbra, la ambición, la sed de poder… Poco importa haber cambiado las enaguas por vaqueros y los abanicos y floretes por smartphones: las pulsiones que mueven a la sociedad contemporánea encuentran su reflejo fiel en las de quienes habitaron estos rincones hace un puñado de siglos. Y es que, más allá de los y usos costumbres de cada época, el ser humano parece vibrar siempre al son de las mismas constantes universales. Prueba de ello es la plena vigencia de los textos dramáticos que firmaron Shakespeare o Tirso de Molina, piezas creadas en un contexto histórico muy concreto pero que siguen estando de actualidad absoluta por su capacidad para diseccionar las relaciones humanas y las aristas de la identidad individual.
Al menos, esa es la decidida apuesta del Festival de Talleres de Teatro Clásico, un ciclo impulsado y dirigido por Chema Cardeña y que cuenta también con la dramaturgia de Iria Márquez. La iniciativa celebra su octava edición en la Sala Russafa hasta el 30 de junio con una programación apuntalada por títulos como Los Balcones de Julieta, Hamlet, Noche de Reyes y El Vergonzoso en Palacio. Cambia la tecnología, los ritmos vitales, cambian las formas de relacionarnos, de apelar al otro, de cortejar al sujeto de deseo… Pasamos de los balcones a las apps de ligue, pero las esencias humanas persisten.
“Los clásicos son la base de todo, en ellos está escrito y hecho todo. Los demás lo único que hemos hecho ha sido reinventarlo, el ser humano en 500 años no ha cambiado nada. Puede que haya evolucionado el lenguaje, pero las problemáticas y las inquietudes siguen vigentes”, apunta Cardeña. En la misma línea, Iria Márquez revindica que “siempre hay necesidad de volver a estos textos. De hecho, si han perdurado es porque abordan asuntos muy reconocibles, que trascienden al tiempo e interpelan a los seres humanos de todas las épocas”. “Regresar a estas obras nos permite comprobar que en muchos aspectos no hemos evolucionado. Además, forman parte de nuestro patrimonio cultural así que debemos seguir reivindicando su existencia y mostrándolo en público”, apunta la dramaturga madrileña, que ha participado en los últimos cinco años en estos talleres de Sala Russafa con montajes de Lope de Vega, Molière, Shakespeare, Chéjov, Ibsen, Lorca o Pirandello.
Frente a la diversidad en los montajes de Marquez, Cardeña centra su trabajo del festival en una de sus pasiones: Shakespeare, siempre Shakespeare, Shakespeare forever. Así, edición tras edición, el británico protagoniza los talleres de este ciclo con adaptaciones, piezas inspiradas en su trabajo, revisitaciones contemporáneas... ¿De dónde surge la pasión de Cardeña por el creador británico? “Es el verdadero autor de los personajes con alma no de simples estereotipos, es el gran exponente de conflictos vitales. Te hace mirarte a ti mismo, le pone un espejo al público para que sean conscientes de su realidad”, señala el dramaturgo valenciano. De igual modo, Cardeña considera que, para cualquier intérprete, “enfrentarse un Shakespeare, un Calderón o un Molière es fundamental, ya que te exige una concentración y un trabajo que otros textos más convencionales no requieren. Es como un entrenamiento de atleta”.
Por otra parte, en esta edición, Márquez ha sido responsable de dos piezas dentro del taller, Los balcones de Julieta, una revisitación de los personajes femeninos shakesperianos, y El Vergonzoso en Palacio, de Tirso de Molina, una versión con actores no profesionales que podrá verse del 28 al 30 de junio y en la que se realiza “una crítica a las apariencias, a la diferencia entre lo que uno siente por dentro y lo que expresa por fuera”. “Llevaba mucho tiempo queriendo montarla, ya que siempre me ha gustado mucho el Siglo de Oro. Además, me inicié en el teatro trabajando con textos en verso, un formato que me atrae por su ritmo y musicalidad”, apunta.
Además, reivindica que Tirso de Molina “tiene unas creaciones de personajes femeninos muy interesantes. Es necesario rescatarlos y darles el valor que se merecen. Esta obra plantea cómo las mujeres ejercen de motores activos a la hora de perseguir sus propios deseos y, para ello, se saltan barreras y convenciones de la época”. Además, Márquez le ha dado “la vuelta a algunos personajes masculinos que en esta versión son femeninos, de manera que hay todavía más mujeres activas que en la obra original”. Eso sí, reconoce que, para el público no especializado, sumergirse “en una pieza en verso escrita hace siglos puede resultar complicado. Siempre le digo a la gente que habrá unos primeros minutos en los que les resultará extraño, pero en seguida les hará un ‘clac’ en la cabeza y lograrán meterse dentro. Con este tipo de obras se pueden divertir mucho… si se atreven”.
Una de las intérpretes El Vergonzoso en Palacio es Paky García “siempre he querido ser actriz, pero cuando era joven estudiar Arte Dramático no estaba muy bien visto”. Tras pasar los últimos años regentando una tienda de ropa infantil, ahora se encuentra en pleno proceso de transformación vital y ha decidido convertir el teatro “en una prioridad”. Respecto a lanzarse como aficionada al escenario con una pieza de Tirso de Molina, reconoce que “es un reto difícil, sobre todo cuando la pieza es en verso y quizás no tienes las referencias culturales necesarias. Pero te das cuenta de que los temas que tratan siguen estando de actualidad, no pasan de moda”.
Candela Herrero es actriz profesional, ha formado parte del electo de Noche de Reyes y considera este tipo de talleres como una forma de seguir en un “proceso continuo de formación. Ser intérprete implica no parar de aprender”. En cuanto a asomarse a las piezas shakesperianas, destaca como gran motivación “que no te lo dan con hecho. Tienes que descubrir qué quieren expresar los personajes con lo que están diciendo, decodificar, buscar matices, indagar un poco…”. “Cuando abordas un Shakespeare, creo que la clave es tenerle respeto, pero no miedo. Debes entender que, más allá de las palabras que emplean, están hablando de conflictos muy terrenales y muchos textos posteriores beben de ellos”, apunta Chuso Puig, quien ha participado en la misma obra.
De hecho, subraya que cuestiones “como la diversidad sexual y de género ya existían en época de Shakespeare, nos creemos que lo estamos inventando nosotros y que solamente estamos luchando por esto ahora, pero no es cierto”, apunta Chuso Puig Respecto a la voluntad de este ciclo de poner el foco en los personajes femeninos, Herrero recuerda que en el trabajo de Shakespeare ellas “aportan gran parte del peso de la obra y de las tramas principales. De hecho, en Los balcones de Julieta puedes ver cómo esas mujeres manifiestan muchísima cordura, inteligencia y humanidad”. Reincidente en este festival, Sonia Ramada llegó a los talleres de Sala Russafa directa desde el teatro fallero: “es un mundo que engancha: el trabajo en equipo, la complicidad que se crea, la construcción de los personajes…”. En cuanto a su experiencia en estos ciclos (que compagina con su trabajo diurno en una oficina), considera “muy interesante ese enfoque tan fresco que Iria da a las piezas. A través de este tipo de obras se aprende muchísimo”.
En estos talleres Márquez y Cardeña optan de manera general por una “ambientación atemporal, con espacios vacíos y donde lo importante es la figura del actor y su trabajo interpretativo”, indica Márquez. “En teatro clásico, quien quiera hacer arqueología está perdido”, añade Cardeña, quien defiende que “no se puede pretender representar una obra de hace ciclo siglos exactamente igual. Cuando una obra está bien escrita, puedes enfocarla desde 40.000 prismas, transformarla a través de la dramaturgia y dar tu opinión. En cambio, si es mala no tiene más que un punto de vista: el de su autor”. “Con obras tan conocidas como Hamlet, no sirve de nada volverlas a poner en escena sin aportar algo personal. La obligación del dramaturgo es precisamente darle su perspectiva propia con elementos como la música, el vestuario, la iluminación, el planteamiento del espacio escénico…Todo ello sin perder la esencia de la obra ni las palabras del autor”, señala Cardeña, quien ya va imaginando las posibilidades de establecer lazos de cooperación con talleres “de ámbito nacional e internacional que tengan un calado y sensibilidad parecidas”.
Hace unos cuantos días, las salas de teatro privadas del cap i casal lanzaron un duro comunicado para exigir mayor atención por parte del próximo equipo de gobierno municipal. "Estamos hartos, hartos de ser insignificantes para las políticas culturales del Ayuntamiento de València", rezaba su escrito. En este sentido, Cardeña considera que sería “un gravísimo error por parte de la Administración ignorar las reivindicaciones de las salas alternativas, pues somos quienes mantenemos el tejido cultural urbano con una gran cantidad de ciclos muy variados”.Frente a un torrente de estrenos que se encabalgan, de nuevas producciones que pasan fugazmente por las salas, Márquez lamenta que en la cartelera valenciana “no se programan muchas piezas del Siglo de Oro”. Las producciones de nuevo cuño desplazan así a los grandes referentes históricos en la oferta de las bambalinas. En este punto, Cardeña pide de nuevo “romper una lanza a favor de las salas teatrales privadas de la ciudad, que estamos aportando mucho sin tener el presupuesto y el bombo del teatro público”. Así, considera que esos espacios sufragados con dinero ciudadano “tienen la obligación moral, cultural y social de preservar los clásicos, ya sean valencianos, españoles o extranjeros. No sé por qué no lo hacen…”.
La enésima polémica tuitera de junio tuvo a las artes escénicas como involuntarias protagonistas. A saber: el alicantino Carlos Rodríguez logró la mejor nota de Selectividad del territorio nacional y, en lugar de decantarse por Medicina, Arquitectura o alguna ingeniería, su deseo es entrar en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Al conocerse el asunto, muchos medios destacaron como algo extraño, incomprensible y casi absurdo, que el muchacho quiera dedicarse a la dramaturgia. “Existe el estereotipo de que la gente que se dedica al teatro es distraída, mal estudiante... Sin embargo, para ser un buen actor o autor hay que ser leído, culto, tener muchas inquietudes y estar muy preparado. Por eso me parece muy absurdo que la gente se siga sorprendiendo de que alguien con un expediente académico brillante quiera dedicarse a los escenarios”, critica Chuso Puig.
“En general, las profesiones vinculadas a la cultura están muy denostadas”, señala Iria Márquez. No ayuda demasiado en esa concepción social el escaso reconocimiento social a esos grandes tótems de la dramaturga dramática. “Tirso solo se conoce durante el paso por el instituto, “y a mucha gente le suena a un ladrillo horroroso que tuvieron que prenderse cuando tenían 15 años y no son conscientes de la joya que es”, apunta. Nada que ver con el respeto reverencial que brindan a sus referentes escénicos en coordenadas como Reino Unido o Francia. “Aquí tenemos el problema de no saber valorar el patrimonio cultural tan rico que tenemos. Tú vas a Inglaterra y Shakespeare es una marca, algo de lo que estar orgulloso y promocionar. Y eso acaba desembocando en que cuando un buen alumno quiere dedicarse al teatro, la sociedad considera que va a malgastar su futuro. Creo que esa polémica es muy significativa de la situación que tiene la cultura en España”, sentencia la creadora. Ante las incertidumbres que marcan el siglo XXI, toca echar la vista atrás y reconocerse en quienes nos precedieron, aunque solo sea para no seguir cometiendo los mismos errores.