DUBLIN (EFECOM). La primera ola de coronavirus golpeó con fuerza a la aerolínea irlandesa de bajo coste Ryanair, pero la segunda será aún peor, advirtió hoy la compañía tras registrar unas pérdidas netas de 197 millones de euros en su primer semestre fiscal (abril-septiembre), que podrían todavía dispararse al final del ejercicio.
Las ganancias en el primer semestre fiscal del año pasado fueron de 1.150 millones de euros, lo que pone en perspectiva la magnitud de su desplome en los seis meses hasta este septiembre.
La aerolínea líder en Europa del sector de bajo coste solo había perdido dinero una vez en los últimos 30 años, en el ejercicio de 2009, cuando, no obstante, logró un modesto beneficio durante su temporada veraniega.
Esos son los meses en los que Ryanair acumula más ingresos de cara a los resultados anuales, un flotador que este año ha pinchado la crisis sanitaria, que le llevó a dejar en tierra el 99 % de su flota desde mediados de marzo hasta junio, durante la primera tanda de confinamientos por la covid-19.
Según informó hoy Ryanair, el colapso de la demanda por la pandemia provocó una caída del 78 % de sus ingresos respecto al año fiscal anterior, hasta alcanzar una facturación de 1.180 millones de euros, mientras que su tráfico aéreo bajó un 80 % y transportó entre abril y septiembre a 17,1 millones de pasajeros.
"Con un tráfico de casi cero durante el primer trimestre, la gran mayoría de los ingresos en el semestre procedieron del segundo trimestre", señaló la compañía en un comunicado remitido a las bolsas de Londres y Dublín, en el que celebró que los ingresos auxiliares "tuvieron un gran rendimiento" debido a que "más clientes optaron por embarques prioritarios y reservaron asientos".
El consejero delegado del Grupo Ryanair, Michael O'Leary, también destacó en un mensaje en vídeo que, a pesar de la crisis, el balance de cuentas es positivo, pues la empresa dispone de unos ahorros en metálico de 4.500 millones de euros a final de septiembre y el valor de su flota de aviones ronda los 7.000 millones.
De hecho, su relativa buena salud económica ha apaciguado a los inversores y las acciones de la aerolínea caían en torno al 1 % en el parqué londinense, mientras que su cotización era prácticamente plana en el dublinés.
El director financiero de Ryanair, Neil Sorahan, explicó este lunes que siguen en conversaciones con Boeing para recibir una compensación del fabricante estadounidense por el retraso en la entrega de los nuevos aviones 737 MAX.
No obstante, confió en que Ryanair recibirá un pedido de, al menos, 30 aparatos "a tiempo" para el comienzo de la próxima temporada de verano.
Sorahan precisó que Ryanair también está en contacto con el fabricante aeronáutico europeo Airbus, pero confirmó que las conversaciones con el estadounidense Boeing están "más avanzadas".
De cara al futuro próximo, la aerolínea irlandesa adelantó que prevé un segundo semestre con "pérdidas récord", si bien advirtió de que no puede efectuar un pronóstico de resultados para el final del periodo fiscal por las "incertidumbres" que presenta la covid-19.
Además, afrontará en los próximos meses un calendario reducido por el impacto del coronavirus, después de anunciar el pasado mes que operará el 40 % del calendario de vuelos programados para este invierno, al tiempo que cerrará algunas bases.
En consecuencia, señaló que se prepara para una etapa "enormemente difícil", en la que, además, de la pandemia, deberá lidiar con la volatilidad del brexit, el coste del combustible, la competencia de "nuevas y existentes" aerolíneas, las restricciones a la movilidad impuestas por los gobiernos y la reticencia de los clientes para viajar en las circunstancias actuales.
En este contexto, su tráfico de pasajeros podría situarse para todo el año en los 38 millones, frente a los 149 millones del periodo anterior, aunque esa guía podría reducirse si los "gobiernos de la Unión Europea" siguen "gestionando mal la política aérea" e "imponen, sin coordinación, más restricciones o confinamientos" este invierno.
Asimismo, criticó el "aluvión" de "ayudas estatales" que las respectivas autoridades han prestado a sus antiguas compañías de bandera "fracasadas", como Air France y Lufthansa, una situación que "distorsiona la competitividad" y les permite vender billetes a precios que se sitúan "por debajo del mercado".