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Pueblos valencianos sin covid... y el temor al contagio que llega atraído por el entorno

27/10/2020 - 

VALÈNCIA. (EFE/Mónica Collado) Rondan el centenar, la mayoría en zonas de interior de las tres provincias; uno supera los mil habitantes y en alguno apenas viven diez personas: son los pueblos de la Comunitat Valenciana aún sin covid, aunque ninguno se quita el "temor" al contagio que llega con visitas atraídas por el entorno.

Sin tiendas ni servicios, con visitas de médicos alguna vez a la semana y apenas con un bar -los que tienen uno-, los vecinos de los pueblos más pequeños viven casi "confinados" en sus propios pueblos, apenas se cruzan en la calle y salen siempre pertrechados con mascarillas y guardan las distancias de seguridad.

Son casos como los de Castell de Cabres, en el Baix Maestrat (Castellón), donde viven 10 personas; Sempere, municipio de la comarca valenciana de La Vall d'Albaida con apenas 28 censados, y Famorca, en El Comtat (Alicante), con 47 vecinos. 

Su privilegiado entorno natural los convierte en destino de senderistas, ciclistas o motociclistas que van de ruta, sobre todo los fines de semana, por lo que no escapan al temor de que estos visitantes puedan contagiar el virus porque sus vecinos, sobre todo mayores, lo que más hacen es cuidar sus campos.

 
Municipios con más de mil habitantes hasta hace apenas un par de semanas "limpios", como Atzeneta d'Albaida o Benicull de Xúquer, ya tiene contagios especialmente tras el puente del 9 d'Octubre, aunque sigue sin contagios Les Useres, en L'Alcalatén (Castellón), y otros de menos de 700 como Beneixida (Valencia), cuyos alcaldes lo achacan a la "suerte". 

En Castell de Cabres apenas viven 10 personas, aunque el padrón llega a 22 y siguen sin contagios, pese a estar ubicado en pleno parque natural de la Tinenssa de Benifassa, y ser muy visitado por senderistas, ciclistas o motoristas.

"No es una población muy envejecida y los que viven aquí trabajan en la ganadería. Además está el propietario del bar, punto de encuentro, y una profesora de instituto que se desplaza a Morella", cuenta a EFE su alcaldesa, María José Tena.

El propietario del bar, con cordero de especialidad y "lleno a diario", asegura a EFE que si llega algún contagio, será importado "de los de fuera" porque en el pueblo tienen "precauciones" y "obedecen", y a los que vienen de visita "a veces" tiene que "regañarlos para que cumplan".

El pueblo más cercano es Morella, capital dels Ports, de la que dependen "para todo" porque en Castell de Cabres "no hay tienda ni servicios y el médico pasa cada 15 días aunque siempre está disponible".

 
"En los últimos días se han disparado los contagios en Morella y hay más preocupación", confiesa la alcaldesa, que explica que los fines de semana "pasa mucha gente por el pueblo" y que no sabe "por dónde va a llegar" la covid aunque confía en "seguir teniendo suerte".

En otros pueblos más grandes, resalta, hay reuniones de jóvenes para ir de fiesta pero los que van de visita, lo hacen por turismo para ver su entorno, su iglesia, sus calles o los árboles monumentales de La Coventa dels Pins.

María Dolores Ortolá vive en Benigànim pero es la alcaldesa de Sempere, uno de estos reductos sin covid, donde vive su padre, de 92 años junto a otras quince o veinte personas, porque el resto, hasta los 28 habitantes censados, vive también fuera.

Los vecinos son en su mayoría mayores, salvo un matrimonio y otro habitante que trabajan fuera del municipio, explica a EFE para admitir que les ha llegado el "miedo" tras conocer que el vecino Guadassèquies ya tiene positivos.

En el pueblo no hay bares ni tiendas y el médico, que dejó de ir "en lo más duro de la pandemia" y hacía las consultas por teléfono, ahora les visita de forma presencial una vez a la semana.

Las medidas son las mismas que en el resto del territorio pero "la gente no se mueve tanto", están "concienciados" e intentan no ir mucho al pueblo de al lado, solo para comprar si la familia no se lo puede traer.

"Al haber menos habitantes, la gente tiene menos contacto. Lo más habitual es que algunos vayan a arar los campos y especialmente a coger aceituna para hacer aceite; también hay algunas cepas de uva", cuenta la alcaldesa de este pequeño enclave desde donde se ve la presa de Bellús.

 
Famorca tiene 47 habitantes y según su alcalde, Vicente Ruiz, el miedo llega de la gente que lo llena el fin de semana, sobre todo para hacer senderismo por la montaña.

Relata a EFE que están "servidos" con la venta ambulante de varios días a la semana de pan, pescado, carne y fruta y verdura, por lo que los vecinos "no se desplazan mucho" y los vendedores cumplen "todas las medidas de seguridad".

Ruiz explica que no se juntan grupos sociales "muy grandes" y la gente se mantiene separada, además de que el ayuntamiento procede a la desinfección de las calles y toma medidas mientras rige el "sentido común".

La principal preocupación, reconoce, llega de los motoristas, ciclistas y senderistas y familias que van a andar atraídos por el entorno de naturaleza del pueblo y luego van a almorzar y comer al único bar del pueblo.

Les Useres supera los mil habitantes (1.020) y su alcalde, Jaime Martínez, achaca el continuar sin contagios "a la suerte" porque muchos vecinos se mueven para trabajar en polígonos, y fábricas de pueblos del entorno sí tienen casos de coronavirus y son un pueblo con encanto que llama a ser visitado.

Las fiestas se dejaron en "lo mínimo", un concierto y una película, resalta a EFE, y añade que tratan de no organizar nada que "incite a la gente" a juntarse, además de repartir mascarillas y gel para una "mayor concienciación".

A nivel turístico han estado "llenos" todo el verano y siguen bastante completas las casas rurales y masías y, como pueblo de peregrinación, en la ruta GR33 para subir a Penyagolosa, a apenas una hora de València y a media hora de Castelló, el principal "miedo" es que los contagios lleguen por estas visitas.

Para la alcaldesa de Beneixida, un municipio de algo más de 650 habitantes, la "suerte" es la culpable de estar sin contagios: "El virus está ahí y hoy no lo tienes, pero mañana no se sabe".

La gente, cuenta a EFE, cumple las medidas sanitarias y de distancia pero el almuerzo "es sagrado" y los fines de semana se juntan en los dos bares del pueblo, que están en una zona peatonal y son "muy cómodos" para ciclistas y motoristas que van de paso.

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