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Prohibida la tecnología, radio, prensa y televisión: la secta skver, a 10 kilómetros de Nueva York

Los padres de Shulem Deen eran hippies que en la crisis del movimiento en los 70 se metieron en una secta judía. Allí no tenían derecho a ver la televisión, leer el periódico o escuchar la radio. Estaba prohibido preguntar por qué. Los niños solo estudiaban la Tora y su obligación era tener más hijos para vivir en esas circunstancias. Deen logró entrar en foros de internet y darse cuenta de su situación, empezó a publicar un blog, fue expulsado de la comunidad y no volvió a ver a sus hijos

31/05/2021 - 

VALÈNCIA. El año pasado, Netflix emitió en una miniserie de cuatro capítulos las memorias de Deborah Fedman, una mujer que había crecido en una comunidad jasídica. La adaptación audiovisual se dejaba muchos detalles escalofriantes en el tintero, pero aún así causó gran impacto. La editorial Capitán Swing ha publicado este año una obra en la que no se lima una sola arista. Los que se van no regresan, de Shulem Deen, es un retrato sobrecogedor y autobiográfico sobre este tipo de comunidades. Un relato que parece mentira que ocurra a apenas diez kilómetros de Nueva York, una de las capitales más importantes y sofisticadas del mundo.

¿Cómo es posible que justo al lado de una de las ciudades más importantes del mundo occidental se le prohíban los anticonceptivos a las mujeres, haya matrimonios concertados entre adolescentes y niños que crecen sin educación? Pregúntenselo al concepto de libertad anglosajón. En palabras del periodista Ilya Topper: "Una sociedad que no se dota de leyes para proteger a los débiles no es libre: favorece la opresión".

Este círculo en concreto se trata de una comunidad skver, una de las más aisladas en Estados Unidos. El protagonista, Deen, cuenta cómo escapó de la secta, porque no puede ser definida de otra manera, y las consecuencias que tuvo para su vida. Le arrebataron a sus hijos y los volvieron contra él. Todo empieza con unos padres hippies. Como le sucedió a muchos de los integrantes de esa corriente, en la década de los setenta muchos se desviaron hacia la religión. Así apareció el movimiento Jesus People de cristianos renacidos. En el caso de los padres de Deen, se metieron en esta secta judía.

En la escuela, los niños solo podían estudiar la Torá. Crecen sin educación, apenas hablando un poco de inglés. Un día, le presentaron a su mujer, la vio por primera vez poco antes de la boda. Al desconocerlo todo sobre su cuerpo, unos asesores le explicaron cómo tenía que acostarse con ella, qué días podía hacerlo, quién tenía que ponerse encima y quién debajo, etc... Desde los 13 años les habían separado por completo de las mujeres y no sabían absolutamente nada sobre ellas.

"Nos costó varios intentos, tanto aquella noche como un par de noches después, acompañados de algunas consultas adicionales a Reb Shraga Feivish. El acto en sí era laborioso, torpe y completamente desprovisto de erotismo. Aun así, hubo momentos de ternura, efímeros pero presentes, de frustración compartida, suspiros profundos, risitas reprimidas e, incluso, estallidos de risa. Visto a posteriori, era un poco como montar un mueble: vuelves constantemente al manual de instrucciones para verificar la forma de las piezas y cómo se ensamblan, y todo resulta un poco desconcertante, parece que los tornillos y los agujeros no tienen el mismo tamaño que en el diagrama y no estás seguro de qué va en cada lugar y, mientras te llevas el índice a la barbilla y lo examinas más detenidamente, tu compañera interviene y le da a algo un estirón y un giro y piensas: "No, esto no puede ser así. -Y a continuación-: 'Oh, mira, se ha puesto en el sitio'. Y la miras con cara de satisfacción, como si supieras lo que estás haciendo". 

La premisa de convivencia de esta comunidad es que los textos de los profetas que tenían que estudiar ya contenían las respuestas a todo, por lo que no hacía falta hacerse más preguntas. Es más, preguntar estaba prohibido. Y si había que preguntar algo, nunca podía ser por qué. El porqué de lo que tenían que hacer bajo determinadas normas no existía. De esta manera, los niños  skver crecen completamente anulados.

Como es habitual, la misoginia de esta interpretación de la religión es extrema. A las mujeres se las considera un peligro, el hombre siempre tiene que estar alerta porque si baja la guardia una le puede llevar a la tentación pecaminosa. Tiene que evitar mirarlas y hay que imponer desde el principio mano dura con ellas para evitar que seduzcan a nadie. Al mismo tiempo, la reproducción en esas condiciones es vital, hay que recuperar la población perdida, claman. Pero a la mujer no se la puede ver el pelo, tiene que rapárselo, y tampoco se pueden dirigir a ella por su nombre, lo que provocaba que cuando hablasen de ellas con los amigos se refirieran a sus mujeres con eufemismos o términos como "el sostén".

Toda radio, televisión, revista o periódico está prohibido. Como en siglos pretéritos, se enteran de las cosas por el boca a boca. Cuenta el autor como supo de la invasión de Irak porque uno se lo ha dicho a otro. En estas circunstancias, el problema es que de adultos se encontraban con un montón de hijos, solo sabían algo de la Tora y no tenían un duro. Los estudiantes más brillantes, acababan en la trastienda de los supermercados por la falta de educación. La única ventaja es que los judíos adinerados tienden, cuenta el libro, a contratar solo judíos, lo que les reservaba algunos puestos de trabajo.

El problema de Deen es que logró introducir a escondidas una radio en su casa. Escucharla le parecía maravilloso. De todos los contenidos que eran para él completamente nuevos, sin duda le fascinaron dos: el parte del tiempo y el estado de las carreteras. Poder saber si iba a llover o si iba a haber atascos le parecía sobrenatural. Más adelante entró en contacto con la informática y consiguió un trabajo. Así acabó entrando en foros de judíos que habían perdido la fe. Eso fue su perdición. Especialmente, cuando empezó a escribir un blog contando sus experiencias de forma anónima. Nunca volvió a ser el mismo y la comunidad le dio la espalda. Tanto fue así que su mujer le repudió, volvieron a sus hijos en contra de él y no pudo volver a regresar. Ese es el lema de esta secta, el que se va no vuelve, el que duda es hereje para siempre.

Esta es la parte más dura. Cuando no puede ni integrarse en la sociedad por sus déficit educacionales y tampoco puede volver con los otros. Se junta con gente que está en la misma situación que él y al final sale adelante en una organización que ayuda a escapar de sectas de este tipo. Es un ejemplo paradigmático que explica por qué las religiones acuñaron el término oveja descarriada. Y al mismo tiempo, una obra que pone de manifiesto que la libertad es un logro que debe conquistarse permanentemente, porque incluso en este mundo sofisticado siguen acechando sometimientos salvajes.

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