"La España multinivel moderna es la que ofrece cauces democráticos de diálogo y pacto en el marco de la ley para dar salidas a situaciones como la de Cataluña, en clave de mayor profundización del Estado de las autonomías" (ponencia marco del PSOE para su 40º Congreso Federal).
Lo peor de la "España multinivel" es el nombre, porque la idea ni es nueva ni es tan descabellada. Ya se lanzó hace años con otro nombre, "federalismo asimétrico", que creó aún más polémica porque ponía encima de la mesa dos debates a la vez, el del federalismo y el de la asimetría. En la promoción de la idea federalista anda últimamente Ximo Puig en lo que parece más una cuestión de nombres que de fondo, pues aunque hay mucho que pulir en el Estado de la Autonomías, ni la descentralización puede ir mucho más lejos ni es imaginable una recentralización radical como la que pretende Vox.
Más peliagudo es lo de la asimetría, el multinivel o como lo queramos llamar. La cuestión es si los españoles estamos dispuestos a aceptar un estado autonómico/federal en el que determinadas comunidades autónomas —Cataluña, para entendernos— tengan un estatus diferente al resto. Diferente no significa mejor, significa distinto. El País Vasco y Navarra, de hecho, ya lo tienen. Por cierto, en una hipotética España multinivel también habría que estudiar si convendría dar un estatus diferente a Madrid porque por el efecto capitalidad no es una comunidad autónoma más.
Hace más de 30 años, en una conversación entre adolescentes sobre el asunto catalán, un amigo resumió su percepción del problema en una frase que me viene a la memoria en cada polémica sobre el estado autonómico porque encerraba una posible solución: "Pujol quiere ser el primero de la clase". Decir Pujol entonces era como decir Cataluña.
No se puede ser primus inter pares si cada competencia que uno consigue después de años de negociación política es ofrecida al minuto siguiente al resto, que es lo que pasó en aquellos años ochenta con Pujol y Felipe y en los noventa con Pujol y Aznar. Extremadura, Baleares o la Comunitat Valenciana tienen la autonomía que tienen gracias al empeño por tener más autogobierno de País Vasco y Cataluña, que abrieron el camino a que el resto no quisieran ser menos. Algunas ni se lo habían planteado. Es lo que se conoció como 'café para todos', que de manera más prosaica podría denominarse 'culo veo, culo quiero'.
A los catalanes les pasó como a los trabajadores de la viña de la parábola de Jesucristo, que acordaron un salario con el dueño del terreno y luego se enfadaron con él al ver que pagaba a todos la misma cantidad aunque hubieran trabajado muchas menos horas. "Amigo, no es ningún agravio. ¿No quedé contigo en que te pagaría un denario? Pues toma tu dinero y vete", respondía el terrateniente. Eso les dijeron a los catalanes cuando se les quedó cara de tontos y algunos se lo tomaron al pie de la letra.
Lo cierto es que algo parecido al multinivel ya fue incluido en la Constitución cuando se articularon diferentes vías para acceder a la autonomía, aunque luego se sirviera café para todos, y también con el reconocimiento de los regímenes económicos de País Vasco y Navarra, prostituidos después por todos los gobiernos, desde Felipe González, en lo que constituye el máximo ejemplo de desigualdad no solo entre territorios sino entre españoles. También a nivel político la historia reciente está llena de gestos, el último esta misma semana hacia Urkullu y Aragonés a propósito de la Conferencia de Presidentes.
La cuestión es si sería aceptable un marco constitucional en el que Cataluña también tuviera un estatus especial que en la exposición de motivos podría justificarse por razones históricas —ahí hay otro debate— pero que en realidad tiene su razón de ser en que, como han demostrado desde que se aprobó la Constitución de 1978, muchos catalanes, igual que muchos vascos, están a disgusto en una España en la que no quieren ser uno más. Quizá muchos de los que ahora se declaran independentistas renunciarían a esa quimera al encontrarse cómodos con el nuevo estatus.
Insolidarios, chantajistas... si todos hicieran lo mismo… Llevamos con esa cantinela desde hace décadas y ninguna otra comunidad hace lo mismo porque en el resto de territorios no existe ese sentimiento o existe de una forma minoritaria.
De ahí la propuesta del PSOE basada en "la sensibilidad hacia sentimientos de pertenencia diversos" y "el mejor
encaje del autogobierno catalán con el resto de España". A falta de mayor concreción, merece al menos estudiarse, si bien convendría fijar de inicio una línea roja que acerca la propuesta al terreno de lo imposible: que no sea como el País Vasco, que este multinivel no vaya en detrimento de la igualdad de los ciudadanos —sí, la financiación autonómica—, porque la asimetría entre territorios es admisible, y de hecho ya existe, pero la desigualdad entre ciudadanos no lo es, aunque, de hecho, también existe. Existe por la oscura manera en que se negocia el régimen económico y fiscal vasco, moneda utilizada por todos los gobiernos para comprar el voto del PNV en el Congreso y, últimamente, para lograr que Urkullu acceda a hacerse una foto con el Rey, Sánchez y el resto de CCAA.
España soporta este injusto trato privilegiado hacia el País Vasco porque es una comunidad que no tiene mucho peso económico en el conjunto de España y el perjuicio para el resto de CCAA es limitado. Además, mientras los vascos estén tan bien pagados, el independentismo está contenido. El País Vasco ya está a otro nivel, pero ese privilegiado régimen económico no es posible ni deseable con Cataluña, que concentra casi una quinta parte de la economía española.
¿Aceptaría la mayoría del resto de españoles una asimetría que no supusiera más derechos económicos para Cataluña pero sí un estatus diferente? ¿Lo aceptaría la mayoría de los catalanes? Parece difícil, por no decir imposible. Tan difícil como la independencia, la recentralización o el federalismo. Lo fácil es no hacer nada y seguir como hasta ahora, que nos va de maravilla.