Maga presentará Salto Horizontal, su regreso tras seis años de silencio discográfico, el próximo 31 de marzo en la Sala Wah-Wah
VALÈNCIA. “El grupo empezó el 17 de junio del 2000… ¿2000 o 2001? Yo creo que 2000”. Miguel Rivera habla de Maga con la naturalidad del que habla de un matrimonio en sus bodas de plata. Por eso, a pesar de que hace 15 años sabían que estaban haciendo “algo que podía ser interesante”, el cantante reacciona con parsimonia a los argumentos que acercan al primer trabajo de Maga a la calificación de disco de culto en el indie nacional. Por eso y porque Rivera en realidad es Maga, junto a Javier Vega y César Díaz, pero siempre al frente: “no necesito reivindicar el papel de Miguel Rivera porque Miguel Rivera está íntimamente ligado a Maga”. Por eso es él quien se sienta en el sofá del hall de un hotel del centro de Valencia, y es él quien digiere las más de 3 horas de viaje en autobús desde Zaragoza al epicentro fallero.
Después de 6 años de silencio editorial, y de anunciar una pausa fundamentada en la honestidad que siempre queda en el reconocimiento del discurso agotado, la banda andaluza vuelve a la carretera para presentar su nuevo disco. “Habíamos dicho que nos separábamos y no tenía sentido sacar un disco por la cara: la de Maga no es una vuelta por hacer caja ni por aburrimiento”. Salto Horizontal es el sexto disco del trío, una especie de bisagra que atesora en su epicentro la esencia de Maga, la de aquellos primeros años, los de la saga de los colores, en los hacían lo que nadie hacía en España, y el viraje orgánico de sus siguientes dos discos. Una especie de back to basics actualizado: “te cansas de tu propio discurso e intentas probar otras cosas, hubo una época en la que renegamos de los sintes y de la electrónica y era todo súper orgánico”.
Han cambiado tantas cosas desde el último disco que Maga ha pasado de cuna indie a multinacional. La transición de los primeros pasos en Limbo Starr y sus problemas (“te ves en un laberinto porque tú quieres seguir haciendo música pero no te lo permiten”) hasta Warner, previo paso por Mushroom Pillow, hace que Rivera tenga claro lo que le dicta su experiencia: “algunas independientes son sellos con vocación de multinacional sin la capacidad material de una multinacional. Como un quiero y no puedo de multinacionales: querían ser tan chungos como el estereotipo de multinacional sin aportarte los medios”. Maga estarán el 31 de marzo en Wah-Wah para presentar en directo las canciones de Salto Horizontal.
Han pasado 6 años. ¿Estás satisfecho con el disco nuevo? Nadie nunca dice que no…
Todo el mundo te dice siempre que su último disco es el mejor, ¿no? Es la coletilla. Es cierto que este disco no podía ser un disco cualquiera para nosotros. Después de 6 años, lo que sacáramos tenía que ser excepcional: tenía que ser un disco por el cual mereciera la pena volver. Nos hemos cerrado las canciones hasta la extenuación, hemos contado con un productor por primera vez… Hay una serie de factores que han determinado que el disco tenga este acabado. El principal era que los bocetos originales tenían la suficiente calidad para que nos apeteciera. Yo no he utilizado mucho la fórmula del último disco es el mejor; incluso ha habido discos anteriores sobre los cuales no podía decir esto y nunca lo he dicho. En ese momento no lo pensaba. Con este disco sí: porque si no hubiera sido así, no lo hubiéramos sacado; habíamos dicho que nos separábamos y no tenía sentido sacar un disco por la cara. La de Maga no es una vuelta por hacer caja ni por aburrimiento.
Precisamente por eso, ¿habéis sentido algún tipo de presión en algún momento del proceso de grabar el disco?
No lo llamaría presión, lo llamaría motivación. El primer motor de este disco y de la vuelta ha sido que hubiera canciones. Maga dejó de tocar porque hubo un momento en el que nos dimos cuenta de que no teníamos cosas que contar, que se nos había agotado el discurso y no teníamos ganas de hacer canciones; decidimos ser honestos con nosotros mismos y con nuestro público y decir: “mira, hasta aquí hemos llegado, adiós muy buenas”. La razón opuesta a esa fue la que nos ha hecho volver: empezaron a aparecer bocetos y, cuando tenía tres o cuatro, vi que podía haber un grupo de canciones que podían ser futurible disco. Hablé con mis compañeros y había un poco de reticencia al principio: tiene que ser un disco serio, no podemos volver de cualquier manera… Nos fuimos cargando de ilusión conforme iban saliendo los bocetos. Apareció entonces Ángel Luján, que se ha implicado como alguien más del grupo; él ha hecho las canciones suyas, con un nivel de exigencia brutal que nosotros le pedimos, lo que nos ha hecho alcanzar cotas mayores de calidad. Y entramos con 18 bocetos, que no es que fueran pocos.
¿Y a la hora de encarar la presentación?
¿Al que pensará y qué dirá la gente? No, porque desde el principio intuimos que estábamos haciendo algo interesante. Teníamos algo bueno entre manos. Tenía la sensación de que a la gente le iba a gustar porque es un disco honesto, muy trabajado, pero no artificioso. Por ahora todos los comentarios son halagüeños.
¿Alguna vez te ha preocupado esta fase de creación, la de enseñar el disco?
Toda profesión artística en la que tienes una responsabilidad con un público es soberbio decir que no te preocupa nada lo que piense tu público. Hay gente que de verdad lo piensa, pero estoy seguro de que el 99% de los que lo dicen realmente sí les importa. No deja de ser la gente que te está pagando: son, entrecomillas, tus jefes -¡como dice el de Mercadona!, tampoco lo quiero tomar como referencia (risas)-. Obviamente te interesa, más que preocuparte, que a esa gente le llegue lo que haces y le guste. ¿Es un condicionante a la hora de componer? No, para nada, porque entonces habríamos hecho 5 discos de ‘Agosto Esquimal’ y ‘Diecinueve’. Nosotros siempre hemos querido explorar derroteros nuevos, con más o menos éxito. Dar la talla no nos preocupa, pero sí queremos hacer un disco que emocione y tenga capacidad de captar a seguidores nuevos.
Supongo que con los años habrás ido perdiendo esa preocupación. ¿Quizá al principio sí? Aunque tampoco os pilló tan jóvenes como para no saber de qué iba la cosa…
Claro. Yo tengo 42 y han pasado 17 años… Tenía 25. Lo que pasa es que eso era una época muy amateur en la música española y, sobre todo, en la música indie, y tampoco teníamos una experiencia vasta en cuanto a lo que es el negocio. Sí sabíamos lo que era tocar por ahí, pero no no teníamos experiencia con respecto a la industria y a todo lo que se maneja. Ahora sí la tenemos.
Comentabas antes que aparecieron bocetos… ¿Nunca has dejado de pensar como Maga en este tiempo?
Desde que se inició Maga no. Toda mi producción ha tenido un rollo unívoco, ha ido dirigida sólo a la figura de Maga, a la voz de Maga. Llega un momento en el que se te agota, como todo en la vida, y eso no significa que sea algo final; puedes necesitar un periodo de barbecho. Han sido seis discos, mogollón de canciones, muchos conciertos… Nosotros, cuando nos separamos no dejamos de tocar, simplemente dejamos de tocar con Maga. De repente miras al grupo, y ves que la gente se acuerda de Maga y lo reclama, hay mucho gente que lo valora.
¿Nunca te has planteado nada en solitario, al margen de Maga?
(piensa) Como me ha tocado siempre ser el portavoz del grupo y la cabeza visible, nunca he tenido esa necesidad; en el grupo me han cedido ese puesto con gusto porque siempre hace falta un portavoz. Maga es una extensión de mi personalidad, en realidad. Lógicamente, César y Javi son compositores, y coletristas en el caso de Javi, pero es cierto que para mí Maga es una extensión de mi personalidad. No necesito reivindicar el papel de Miguel Rivera porque Miguel Rivera está íntimamente ligado a Maga.
Antes de que saliera el disco dijiste que iba a ser más vitalista y más luminoso. Es curioso, yo siempre he pensado que Maga ya lo era.
Ángel consideraba que los orígenes de Maga tenían una serie de lenguaje que se había ido diluyendo y que la gente lo echaba de menos, pensaba que era algo que podíamos recuperar porque era nuestro marchamo particular; el uso de las bases electrónicas, sintes, otro tipo de melodías más juguetonas, canciones más rítmicas y bailables… Y es cierto: te cansas de tu propio discurso e intentas probar otras cosas, hubo una época en la que nosotros renegamos de los sintes y de la electrónica y era todo súper orgánico. No hay duda de que estos elementos hicieron mella en la gente. Queríamos recuperar esa seña de identidad, pero trasladarla a la actualidad; y en esto Ángel era fundamental. Volviendo a la pregunta: sí veo que es más luminoso porque tiene esa intención, y tiene esa motivación de volver a competir después de estar de vacaciones, con mucha energía positiva y sin ningún tipo de fisuras entre nosotros.
Otra de las cosas que Ángel me instó a recuperar fueron los tonos agudos, tesituras más altas que eran más de la época inicial de Maga. No sabes si podrás cantar como antes, pero te das cuenta de que lo sigues teniendo: te pones y al final lo haces, es una cuestión de actitud y cuando tienes el espíritu brillante te salen cosas más luminosas.
Yo creo que este disco es un poco bisagra. Un resumen del sonido de Maga en 17 años, entre lo etéreo y la electrónica de la primera fase y lo orgánico y más urgente de la segunda. Y ahí quizá la mejor representante sea ‘Por Las Tardes En El Frío De Las Tiendas’.
Es cierto que esta canción aglutina la mayor parte de elementos que caracterizan a este disco. Tiene sintes, melodías luminosas, ritmo juguetón entre la guitarra y la batería… Es cierto, yo creo que es una canción estandarte. El estribillo es, como yo le llamo, estribillo glorioso porque se te pega y te engancha, y puede tener un eco de estribillos antiguos como el de ‘Agosto Esquimal’; el coro de Anni B Sweet es como un campo de flores que se abren con el rayo de sol. Yo creo que es una reflexión acertada: representa un Maga ahora, pero un Maga que bebe de los fuentes de los inicios.
En este disco hemos querido prejuicios con nosotros mismos; a veces se avanza por el camino y vas renegando de cosas que has hecho antes. Este disco vamos a ser nosotros mismos, vamos a quitarnos tics del pasado, el polvo de la chaqueta: vamos a avanzar sin prejuicios y con una sed experimentadora, probando estilos que no hubiéramos probado hace ocho años. Cuando nosotros empezamos todo el mundo miraba hacia fuera, a Radiohead, a Supergrass, a Oasis y todo ese rollo del britpop; no nos hubiéramos planteado en la vida escribir una canción dedicada a Cádiz, como en este disco. Ahora son un montón de años de experiencia y te das cuenta de lo que te ha alimentado, y llega un momento en el que te sale hacer una canción a eso y no tienes ningún tipo de pudor.
Hay otra canción por la que te quería preguntar. ‘Juego’ me parece una rara avis en Maga porque empieza directamente arriba…
A saco.
Pero contigo cantando arriba ya también. No es habitual en vosotros.
Sí. Lo entiendo perfectamente y, cuando estábamos trabajando en la preproducción con Ángel, fue un cambio intencionado. La canción tenía un desarrollo más lento, más de presentación, nudo y desenlace. Pero lo cambiamos y ahora empieza con la voz y con el estribillo, porque es una canción que es de un optimismo kamikaze: habla de una relación que sabes que está abocada al fracaso, que eso se va a ir al carajo, pero estás dispuesto a hacer lo imposible con tal de darle una oportunidad más. Lo sentía así, -al final se fue al carajo, obviamente-. La temática del amor y el desamor en Maga está muy presente, pero este es un enfoque un poco más sarcástico. Queríamos hacer una canción de amor o desamor desde un punto de vista optimista, en lugar del clásico nuestro un poco becqueriano de lamentarse por el amor perdido.
Hay quien se inició en el indie escuchando vuestro primer disco, que creo que lo tenía todo en aquel momento para ser un disco de culto e iniciático: sonido diferente, influencia para otros grupos, funcionamiento independiente… Sin embargo, no os paso factura. ¿O sí?
(se lo piensa) Sería muy poco sincero por mi parte decir que no intuíamos que lo que estábamos haciendo era algo interesante. Yo recuerdo cuando te entra el hormigueo en el momento de estar grabando el disco. También por la escena que había en ese momento en España, por lo que te va diciendo la gente de las maquetas del disco… Sí teníamos esa sensación de anticipación de algo que va estar guay y va ser interesante.
Sobre lo que dices de disco de culto, que puedo estar de acuerdo en cierto modo, eso no lo sabes hasta que pasan los años. Cuando sacamos el disco yo estaba preocupado de que sonara bien y las canciones se trasladaran bien al estudio; ten en cuenta que hace 17 años ni tocábamos como tocamos ahora, ni teníamos los medios que tenemos ahora. Paco Loco le dio un toque de puta madre al disco, pero era todo rudimentario: yo tenía una caja de ritmos del año 91, en ese momento ya estaba obsoleta. A pesar de todo eso sabíamos que estábamos haciendo algo que podía ser interesante, y la trascendencia que tuvo a los años demostró que era una buena intuición.
Entre esos primeros tres discos (blanco, negro y rojo) y los siguiente hubo un parón de 3 o 4 años, pero sin anuncio, como esta vez.
Eso fue un parón más obligado por problemas por el sello.
No respondió a ninguna voluntad artística.
No. Nosotros rompimos el ciclo de grabación cada dos años por problemas burocráticos; mientras que terminábamos las negociaciones con ellos pasaron cuatro años. En ese momento sí que estábamos con ganas de hacer canciones. De hecho, cuando grabamos A La Hora Del Sol teníamos un montón de material acumulado de ese tiempo. En ese periodo estuvimos escuchando todo tipo de historias y nos valió.
Los problemas fueron con Limbo Starr.
Sí.
Claro. Y ahora miras la discografía de Maga y ha quedado la trilogía del color, a lo Kieslowski, separada de los demás. Pero es fortuito.
Sí. Totalmente fortuito. No se planteó así.
Me dijo un compañero tuyo de discográfica en Warner, César Verdú (León Bevante), que no tuvieron injerencias por ninguna parte y que, por otro lado, las independientes se aprovechan de los grupos. Vosotros pasasteis de dos pilares del indie en España (Limbo Starr y Mushroom Pillow) a Warner.
Nosotros, sea por inexperiencia o sea por política de los sellos en ese momento, sí tuvimos muchos problemas al principio con Limbo Starr. Hubo un momento en el que simplemente no nos entendíamos, pero no nos podíamos ir, y te ves en un laberinto porque tú quieres seguir haciendo música pero no te lo permiten. El paso por Mushroom Pillow fue bastante más cómodo, nunca tuvimos problemas con ellos, nos aportaron lo que pudieron y lo que quisieron. Ahora que estamos con Warner, uno aprende a valorar el papel de un sello: notas qué es la infraestructura que te aporta un sello y lo que tiene que ver con lo que genera un grupo. Como dijo César, a nosotros Warner jamás nos cuestionó las canciones ni nos hizo pasar ninguna prueba a ver si les molaba; estuvimos negociando, nos sacaron el disco y desde el principio nos dijeron que les encantaba, no nos han puesto cortapisas artísticas de ningún tipo. Para nosotros es muy importante la parte visual de los discos y nos ayudaron a que el producto fuera lo que nosotros queríamos que fuera. Ahora mismo no puedo decir nada negativo, al contrario, nos están abriendo puertas a las que, solos o con un sello independiente -al menos el modelo que nosotros conocemos-, no hubiéramos podido acceder. A ver qué tal: dentro de un año te contaré.
Es curioso, pero parece que a las independientes se les están yendo los grupos indies a las multinacionales…
Hay una cosa que digo muchas veces, y le puede molestar a quien le moleste: algunas independientes son sellos con vocación de multinacional sin la capacidad material de una multinacional; incluso alguno de ellos vienen de ese mundillo, reciclados. No he tenido muchas experiencias, pero a veces son más leoninos los sellos pequeños que las multinacionales: si a una multinacional no le interesa el grupo, te dejan ahí, no pierden el tiempo; sin embargo, a veces, te encuentras con que hay gente que te quiere retener a toda costa por no sé qué. Ya te digo, no he tenido experiencia con otras multinacionales, pero en lo que respecta a Warner nos están dejando total libertad artística, las condiciones económicas han sido de mutuo acuerdo, no nos han impuesto su modelo… No sé cómo funcionan los sellos independientes ahora, porque hace mucho tiempo que no tenemos relación con ninguno, pero sí he sentido en algún momento de mi vida que eran como un quiero y no puedo de multinacionales: querían ser tan chungos como el estereotipo de multinacional sin aportarte los medios - dices “bueno, te puteo, pero te ofrezco el oro y el moro”-.
Hablando de Limbo Starr y de aquellos años… Evidentemente es una estrategia de venta, pero ellos afirman públicamente que tienen “los mejores álbumes de Maga”. ¿Estás de acuerdo?
Claro, si son los suyos… Qué van a decir ellos.
¿No lo crees?
A ver, a mí el disco negro me encanta. Y el blanco es el estandarte y lo que nos dio a conocer, por lo que le tengo mucho cariño; además ahí están cinco de las canciones históricas de Maga. Pero al disco rojo le tengo un cariño especial porque es como marginado, porque podría haber sido un gran disco, pero se quedó en una colección de maquetas un poco desarrolladas. Aquí, si hubiéramos tenido un productor… Yo no escucho mis discos, pero hace no mucho lo escuché y pensé que hay mogollón de buenas ideas, letras de puta madre, un montón de cosas muy laboriosas y experimentales, pero al final se pierde el hilo porque no tiene ningún tipo de filtro. Ese disco podría haber sido otra cosa con la mano de un productor, pero bueno, hace mucho tiempo que lo grabamos y tiene sus cosas interesantes.
Ese disco podría ser el comienzo del viraje que va a continuación.
Sí.
Ahí empezáis con las colaboraciones, que es un tema que os gusta bastante.
Claro. Andrea Echeverri, Germán (Coppini)… ¡Sí, es verdad! Es una cosa que siempre me ha gustado. Es algo que nos viene de los grupos legendarios que nos gustan a nosotros, en los sesenta siempre había colaboraciones; o en los 70 y 80. Es verdad que en los 90 la gente empezó a ser más despectivo con sus compañeros, hubo cero compañerismo. Eso era otra cosa de imitación: el pique Oasis-Blur aquí se imitaba. Después, en los 2000, todo el mundo era amigo otra vez. Yo recuerdo que en los 90 te cruzabas con gente por la carretera y parecía como que tenías que pasar, que lo cool era ignorar al compañero. Cosas estúpidas.