Viene el final del ejercicio, de un ejercicio complicado. Y como a los estudiantes, pero en diciembre, o quien sabe si en enero, se les va a poner nota. Ha sido curso complicado (todavía no ha acabado). Estamos ante un examen parcial, y como casi todos los políticos, Carlos Mazón busca no sólo hacer méritos para el aprobado (la nota que se dará en mayo de 2023), sino acudir a esa cita con el expediente perfecto.
Y para ello, es posible que este mes de diciembre, el presidente de la Diputación de Alicante se presente al debate de sus presupuestos con el respaldo del PSOE, cuyo portavoz, Toni Francés, el año por estas fechas, fue muy duro con la gestión de la institución provincial. Si lo consigue, Mazón habrá dado un paso más en presentarse con ese expediente perfecto, más bien impoluto: poder decir que a lo largo de este complicado año de 2020 ha aprobado todas las ayudas por unanimidad, con el respaldo de todos los partidos, incluso los que más cuestionan su gestión, como es Compromís y pese a los reproches del PSOE.
La duda pendiente es si ese hipotético respaldo del PSOE vendrá acompañado de un pax romana a la hora de sentar las bases de un reparto de fondos para los municipios pactado con la Generalitat. Ahí reside la gran duda: de momento, Mazón ha logrado imponer su relato de los hechos: la Diputación tiene una losa de 25 millones al año que debería asumir la Generalitat.
Pero mientras, si amplía el aval de los presupuestos a 30 votos (14 del PP, 14 del PSOE y dos de Ciudadanos), siempre podrá decir que ha ido implementado su relato, a veces, con argumentos clásicos -como que ha bajado los impuestos -con la rebaja del IAE a las empresas de la provincia-; sin enfrentamientos -defiende al territorio sin tener que ir a la colisión por ello con otras instituciones, sí contra las políticas-; y que, además, ha recuperado la sintonía con los sectores económicos y sus líderes, algo que su predecesor nunca ni intentó ni logró. Y si encima logra un amplio respaldo político, siempre podrá sacar partido de ello.
Es verdad que lo tiene más fácil que otros -pues con los votos de Cs le sobra-, pero no deja de ser una virtud que otros munícipes del PP no son capaces de exhibir. Ahí está Luis Barcala haciendo malabares para poder aprobar el presupuesto de 2021, entre el fuego de Vox y las brasas de la izquierda, con una ordenanza de la mendicidad vergonzante de por medio. O Emilio Bascuñana en Orihuela que no es capaz de aprobar las cuentas con sus propios socios de gobierno. Por citar dos ejemplos.
De puertas hacia dentro, no todo es tan bonito como parece. La Diputación tiene un lastre en el área de Infraestructuras: su cuerpo administrativo no da abasto para sacar adelante la multitud de planes de obras que genera la institución. La ejecución va con retraso y en eso, la casa sigue siendo poco efectiva, pese a que se ha intentado remediar con el nuevo plan de ayudas a los ayuntamientos.
A nivel político, sobre la mesa está el papelón de la contabilidad de los grupos políticos, algo heredado del mandato anterior, que se intentará remediar este miércoles dándole curso a las cuentas de los ejercicios 2015 y 2016. Primero hay que convencer de ello al Tribunal de Cuentas; y después habrá que salir victorioso del más que probable recurso contencioso-administrativo al que se enfrentará la institución por dormir la fiscalización, y por último, no solo hay que ganar ese recurso, sino salvar a los que echaron leña al fuego para que ese trámite se cociera al tiempo, sin prisas. Pero el temor en la casa, existe. Y la honra la tendrá que salvar Mazón. Del simpa de IFA, de momento, ya ha salido victorioso.
Y con todo ello, y en función de mensaje, pues una cosa es reunificar la derecha, y otra bien diferente es ganar el centro, Mazón afrontará el 2021 posiblemente con un expediente inmaculado si no se tuerce nada de lo expuesto (ya se sabe que en política nunca se sabe qué pasará al día siguiente). En paralelo, la cuestión orgánica: primero poner orden en las estructuras locales del PP de la provincia de Alicante y después esperar el momentum, y decidir si se va, o no. Y aquí ya entrarán otros factores, externos, y el contexto. De momento, el objetivo es que no haya renglones torcidos por si hay si se da el momentum.