Ya me voy haciendo a la idea. Una mañana de estas despertaré sin playa. La historia siempre la moldea el poder atendiendo a sus propios intereses. No estoy descubriendo nada. Pero distorsionar la geografía no es tan sencillo como borrar enemigos de las fotografías o poner a sueldo a escribas sin escrúpulos. Reconfigurar los mapas requiere un ejercicio titánico de ingeniería civil que suele compensar política, económica o militarmente unas inversiones costosas y dilatadas en el tiempo. Obras humanas que conectan mares, desvían ríos, unen islas a continentes, amplían países artificialmente o crean oasis en desiertos. Pónganles nombre si quieren. Pero tras cada remodelación geográfica siempre han existido razones económicas. Siempre, hasta que nos topamos con el Corredor Mediterráneo y la ingeniería política del gobierno de España, que prioriza el Corredor Central vía Madrid desviando fondos de uno a otro con total impunidad.
Hasta una negada en matemáticas como yo entiende este error de cálculo. Si la inversión pendiente en el Corredor Mediterráneo es de unos 3.500 millones de euros –ministro De la Serna dixit- y la sola construcción de un túnel bajo los Pirineos, imprescindible para el Corredor Central, es de 6.000 millones, parece obvio cuál debería ser la prioridad. Claro que eso sería aplicar la lógica comercial en un país que se ha caracterizado por exportar ovejas en vez de vender lana. Así, me da por pensar que el trazado de un corredor que une Algeciras con Francia a través del centro de la península no obedece a los consabidos argumentos de rentabilidad económica y social sino que amaga otras oscuras intenciones. Maestros en la manipulación lingüística, son capaces de considerar Corredor Mediterráneo a una línea férrea donde el mar solo aparece en el extremo sur. Y de paso, por obra y gracia de ese malabarismo semántico, ya llevamos la playa al rompeolas de todas las españas.
Porque, a ver quién me asegura a mí que no se hayan iniciado ya de extranjis los trámites para desplazar el Mediterráneo meseta adentro. Por lo menos hasta Ciudad Real, donde se proyecta construir la mayor terminal de contenedores marítimos de Europa. Con un puerto en este secarral manchego, a la Gran Vía madrileña le falta un cuarto de hora para convertirse en un paseo marítimo. La Puerta del Sol ya es el kilómetro cero de la red viaria española, una convención política que denota una construcción centralista de país, pero la cota cero sobre el nivel del mar todavía está en Alicante. No sabemos hasta cuándo.
Sin embargo, miremos la parte positiva. Si el Manzanares desembocara directamente en el Mediterráneo, Costas se apresuraría en arreglar los desperfectos causados por los temporales, los estibadores se las verían con un oso y un madroño y hasta se reactivaría el mercado inmobiliario con una nueva fachada litoral por explotar. ¿Alguien se apunta a reinterpretar La balsa de piedra de Saramago? Si dejamos que el mar penetre podríamos convertirnos en una isla alargada con Portbou en el extremo norte y Roquetas en el extremo sur. Nos desplazamos mar adentro hasta el golfo de León e invitamos a Baleares a acompañarnos en esta aventura naútica o coña marinera, vaya usted a saber. Y encima resolvemos de un plumazo la batalla independentista de Cataluña. Hala, a fer la mar!!!
Fíjate que a esta ingeniería política-civil de llevar el Corredor Mediterráneo hasta el mismísimo centro de la península empiezo a verle las ventajas. @layoyoba.