¿Qué tienen en común Bertolt Brecht, Louis Armstrong, Ivà y la sombra que proyecta el perchero en mitad de la noche? No, no es un chiste; es un temazo que lleva en nuestras cabezas —y en nuestras pesadillas— desde el siglo XVIII
VALÈNCIA. Si algo tienen los villanos es que nunca mueren del todo. Queda su poso, queda su leyenda, quedan las canciones, las películas, los cómics. Si es usted una de esas personas que no temen a los fantasmas pero sí a la posibilidad de que un señor con cuchillo campe a sus anchas por sus dependencias habrá ejecutado alguna vez, ante el más mínimo ruido, el ágil movimiento de cubrir su cabeza con las sábanas al tiempo que su cuerpo se tensa en posición fetal; o puede que duerma usted con un bate de béisbol junto al galán de noche; o tal vez se meta usted una benzodiacepina y se encomiende a los santos hasta que el sol naciente anuncie un nuevo día. Temo pincharle el globo y destriparle —je, je— que nada de eso le zafará de las garras de Mackie Messer: un asesino grácil y escurridizo, igual que un gato jazz.
Si el diablo tiene cuernos*
La serpiente cascabel,
Mackie tiene una navaja
Pero nadie la puede ver.
Todo empezó en 1728, con el estreno de la ópera balada The Beggar’s Opera (La ópera del mendigo), escrita por John Gay, en el Lincoln’s Inn Fields Theatre de Londres. La idea original, transmitida por Jonathan Swift en carta a Alexander Pope, era la de realizar una ópera pastoral sobre un grupo de ladrones y prostitutas de los alrededores de la Newgate Prision. En su lugar, Gay —amigo de ambos y miembro también del club literario Scriblerus— tomó el guante pero decidió convertirla en una ópera satírica, combinando el humor con la crítica política y social y, ya de paso, mofarse un poco del gusto de la clase alta por la pomposidad de la ópera italiana. Aparece aquí por primera vez el personaje del Capitán Macheath, un apuesto salteador de caminos, mujeriego y de moral distraída, basado en el ladrón y escapista real Jack Sheppard, conocido como Honest Jack, que había sido ejecutado cuatro años antes. Nuestro protagonista se ha casado en secreto con Polly Peachum, hija del señor Peachum: una especie de proxeneta que controla a los ladrones y las prostitutas de la zona. El poderoso pimp monta en cólera y urde un engaño por el que Macheath acaba encerrado en la Newgate Prision. Pero he aquí que Lucy Lockit, hija del corrupto carcelero y colega de negocios del señor Peachum, y a la que el apuesto ratero le había prometido casarse con ella también, le ayudará a escapar. Ambos posibles suegros se afanarán en dar caza al granuja y hacerse con el botín de sus fechorías; por otro lado, ambas posibles esposas tratarán de salvarle. Finalmente, cuando otras cuatro mujeres embarazadas lo reclaman como padre de sus hijos, éste pide ser ahorcado. En su lugar, aunque según nos cuenta el mendigo narrador, Macheath merecería el ahorcamiento en aras de preservar la moral, el público le pide un final feliz, por lo que el malhechor es indultado para poder celebrar, al fin, un baile por su boda con Polly. La obra cosechó un gran éxito en la época y, dos siglos después, en 1920, su popularidad se relanzó enormemente gracias al nuevo arreglo del barítono Frederic Austin que llegaría a celebrar hasta 1.463 actuaciones en el Lyric Theatre de Hammersmith. Nuevas representaciones se sucedieron hasta nuestros días e incluso fue llevada a la gran pantalla en 1953 con Laurence Olivier en el papel de Macheath.
Jamás deja rastro en un crimen
Es astuto como el chacal,
Con sus guantes Mackie el Navaja
Borra huellas, sus huellas de rufián.
Berlín, 1928. Un joven Bertolt Brecht, fascinado por el personaje de Macheath y viendo el potencial de su historia para realizar una crítica marxista al capitalismo, decide adaptar The Beggar’s Opera al alemán, modificando ligeramente su argumento para hacer hincapié en las desigualdades de clase. Así, con la ayuda de Elisabeth Hauptmann traduce y adapta el libreto y el compositor Kurt Weill se encarga de los arreglos musicales para acabar estrenándola con el título de Die Dreigroschenoper (La ópera de los tres centavos). Macheath es convertido por Brecht en Mackie Messer (Mackie Cuchillo), dotándolo de una personalidad mucho más siniestra y cruel. Mackie, que lidera una banda de ladrones en el Londres victoriano, se casará con Polly Peachum, hija del empresario que utiliza a los mendigos para su provecho. En esta nueva versión, Peachum tratará de que ahorquen a su yerno y enemigo amenazando al jefe de policía —ex compañero de Mackie en las guerras coloniales— con boicotear un desfile en honor de la Reina Victoria con su ejército de vagabundos. Finalmente, Mackie se librará del cadalso por un deux ex machina llegado en forma de indulto real y, además, un título nobiliario para nuestro (anti)héroe. Por el camino, arengas a no ser demasiado duro con los malhechores —pues ya bastante dura es la vida— y una pregunta lanzada al aire: ¿quién es un criminal mayor: el que roba un banco o el que funda uno?
Muy pronto llegaría la versión cinematográfica de Die Dreigroschenoper, dirigida en 1931 por Georg Wilhelm Pabst, en la que fue modificada parte del argumento para rebajar el tono crítico de la versión brechtiana y hacerla más entretenida que incendiaria, lo que supondría la salida de Brecht y Weill del proyecto y que acabaran en los tribunales contra la productora. Otra versión de 1989, Mack the Knife, dirigida por Menahem Golan y protagonizada por Raúl Julia, recuperará el final original de Brecht, con ingeniosa caída de la cuarta pared incluida en el último momento. En 2018, el director Joachim Lang estrenaría su filme Mackie Messer - Brechts Dreigroschenfilm que presenta una especie de making of en el que se explica —mezclando realidad y ficción— cómo fue frustrante proceso de Brecht y Weill para llevar su ópera al cine.
Un domingo descubrieron
Un cadáver tirado en un portal,
Nadie dijo que vio una sombra
Doblar la esquina sin mirar atrás.
Poco antes del estreno de La ópera de los tres centavos en el Theater am Schiffbauerdamm de Berlín, Harald Paulsen, el actor que interpretaba a Mackie, pidió a Brecht y Weill que incluyeran una canción que ayudara a introducir a su personaje. A toda prisa —según parece, en tan solo un día— Brecht escribió la letra y Weill la música del que sería el gran éxito inmortal Die Moritat von Mackie Messer (La balada de Mackie Messer). Esta nueva pieza era un moritat —composición musical de origen medieval que narra algún tipo de matanza o el destino de un criminal— cantada por un músico callejero con la ayuda de un organillo, y que presenta a Mackie Cuchillo como un sanguinario asesino, violador y pirómano; como una sombra en las calles que siempre consigue zafarse de la responsabilidad de sus crímenes y que habría de provocar los desvelos del público berlinés. Pronto, la balada de Mackie Messer se convirtió en un éxito aún mayor que la ópera completa de la que forma parte y se hizo una habitual de los repertorios de los cabarets hasta la llegada del nazismo en 1933 que precipitó el exilio de Brecht y Weill a EE. UU. Sin embargo, a esas alturas, la canción ya comenzaba a tener vida propia y viajaba a Francia, traducida como La complainte de Mackie, que sería popularizada por Catherine Sauvage.
Pero en los barrios que dan al río se bebió
Con el dinero que rodó en un zaguán,
Y suena una canción que habla de Mackie,
"El rey de los bandidos ha vuelto a la ciudad”.
Ya al otro lado del charco, la ópera fue traducida al inglés (The Threepenny Opera), primero por Gifford Cochran y Jerrold Krimsky en 1933 aunque con escaso éxito y, más tarde, por Marc Blitzstein, admirador de Weill que la estrenó en el circuito de off-Broadway en 1954 con la participación de Lotte Lenya —esposa de Weill y protagonista femenina de la versión cinematográfica de 1931— y en donde fue representada durante seis años. Uno de los asistentes al estreno, el productor George Avakian, vio el gran potencial del moritat como canción de jazz y se la ofreció, entre otros, a Louis Armstrong, quien aceptó sin dudarlo e incluso insistió en cantar su dura letra. A partir de ese momento Mack the Knife ganó una gran reputación en EE. UU. y se sucedieron las versiones de otros grandes como Bobby Darin —que la llevó al número uno en 1959—, Bing Crosby, Ella Fitzgerald o Frank Sinatra, quien la utilizó a menudo para cerrar sus conciertos. A día de hoy, la lista de versiones, traducciones y adaptaciones resulta interminable e incluye a nombres tan dispares como Sting, Nick Cave, Robbie Williams, Domenico Modugno, Chico Buarque, Ute Lemper, Jose Guardiola o Miguel Ríos.
Se encontró a Jenny Towler con un cuchillo
En el corazón y sin nada de cash,
Mackie ahora vive como los ricos
Y la ley la impone su puñal.
Pero la sombra de Mackie resultó ser muy alargada y, lejos de apagarse su llama, sirvió de inspiración para otras creaciones, siempre envueltas en la sordidez de los bajos fondos. Así, en 1978, el panameño Rubén Blades y el puertorriqueño Willie Colón se basarían en este personaje para cantar, a ritmo de salsa, la historia de Pedro Navaja; un gángster que hallaría la muerte al ir a apuñalar a una prostituta y robarle el exiguo sueldo del día —sorpresas te da la vida, ay, Dios—. Versión popularizada en España por la Orquestra Plateria y que cuenta con una adaptación al rock and roll por el valenciano Julio Galcerá en su disco Puro vicio.
En el Soho tiene su reino
Y los poderosos corren a pagar,
Les da protección Mackie el Navaja
Que es el amo de la ciudad.
Y como no sólo de musical y celuloide vive el ratero, la vida le deparaba aún un inesperado giro de guión al viejo Mackie. En 1986, el dibujante Ramón Tosas Fuentes Ivà, daría vida al personaje de cómic Makinavaja, el último choriso que ocuparía las páginas de la revista El Jueves hasta la repentina muerte del autor en 1994. Una historieta que, alrededor del personaje de Makinavaja —un mangui a medio camino entre jeta, filósofo y, esta vez, justiciero de buen corazón— y sus amigos —rufianes como Popeye, El Pirata, Pitufo, Matías el agüelo, Moromielda…—, traslada al lector al ambiente lumpen del barrio chino de Barcelona de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Una de las grandes obras de Ivà —junto a “Historias de la puta mili”— que trascendió el papel y fue llevado al teatro (por la compañía teatral Tirapalan, adaptada por Pepe Miravete en 1989), dos veces al cine (Makinavaja, el último choriso, 1992 y Semos peligrosos (uséase Makinavaja 2), 1993, ambas dirigidas por Carlos Suárez y con Andrés Pajares en el papel de Maki), y también una canción de Tijuana in blue.
Ahora que conocen la historia de Mackie y sus múltiples máscaras, es probable que identifiquen el destello fugaz de su cuchillo en algún rincón oscuro; que tengan que mirar dos veces antes de salir de un zaguán; que la sombra del perchero proyecte la silueta dentada de una sonrisa maléfica con casi tres cientos años de historia. Traten de conciliar el sueño mientras Mackie adopta una nueva forma; si es que pueden sacarse ese organillo de la cabeza.
Como cuenta la historia que ahora termina,
El crimen nunca gana, como se verá,
Pero admito que tengo miedo
Mackie ha vuelto a la ciudad.
—
* Letra de Mackie el Navaja en la versión de Miguel Ríos.