Anda pellizcándose Pedro Sánchez a ver si esto es un sueño, y andamos algunos pensando si será una pesadilla tras escuchar al candidato –hoy presidente– en la tribuna del Congreso decir que no va a reformar el sistema de financiación autonómica porque faltan "mimbres" para acabar la cesta. Tampoco va a haber reforma de las pensiones ni se va a derogar la reforma laboral y, además, Sánchez asume los Presupuestos Generales del Estado de Rajoy aún no aprobados y contra los que votaron el PSOE y todos los que ahora le han dado la presidencia excepto el PNV, al que llamó no sin motivo "socio preferente". La bolsa subió, claro.
"Nosotros no vamos a resolver ni a renovar la financiación autonómica porque muy probablemente no va a haber mimbres para poder lograrlo". Así se lo anunció Sánchez al diputado de Foro Asturias, que no le había preguntado al respecto –el candidato esperaba la pregunta y decidió leer la respuesta que llevaba escrita–, para después dejar a Joan Baldoví con un palmo de narices simpáticas y empáticas: "Tienen (los valencianos) necesidad de dotar más financiación para una comunidad clarísimamente infrafinanciada y ahí va a contar con mi empatía, con mi simpatía".
Debe de tener un nombre ese síndrome del nuevo gobernante que llega al poder y tarda días, meses, incluso años en darse cuenta de que su trabajo ya no es protestar o dar palmaditas en la espalda sino resolver problemas. Lo de Sánchez el otro día se puede definir también con palabras del propio Sánchez: falta de valentía y de liderazgo político. Lo dijo en la entrevista que le hicimos en Alzira hace mes y medio: "En el Consejo de Política Fiscal y Financiera el Gobierno tiene el 51% de los votos, por lo que son ellos los obligados por conocimiento y capacidad normativa a poner encima de la mesa un modelo de financiación. El problema es que no tienen la valentía ni el liderazgo político de plantear una reforma del sistema". El líder socialista remató su reflexión sobre la falta de iniciativa de Rajoy en este asunto con lo siguiente: "¡Que nos dejen gobernar!", y uno en su inocencia entendió que si le dejaban gobernar tendría valentía, además de empatía y simpatía.
Lo que no era una prioridad para Rajoy ni siquiera está en la agenda del nuevo presidente. Por desgracia, el portavoz de Compromís reaccionó al anuncio de Sánchez a la valenciana y no a la vasca, con una tímida protesta de salón que no empañó su entrega incondicional a la causa. Si hubiese sido de Bilbao, Baldoví habría llamado esa misma noche a Ábalos y le habría dicho: "Escucha, José Luis, mañana en el debate antes de la votación va a subir Pedro a la tribuna y va a decir –si quieres Margarita le puede dar pie– que la reforma de la financiación autonómica será una prioridad para su gobierno y que este mismo mes convocará al Consejo de Política Fiscal y Financiera para acelerar el proceso. O nos abstenemos". El hándicap de tener cuatro y no cinco diputados como el PNV –el quinto era el decisivo– habría sido en este caso una ventaja para Compromís porque la abstención-protesta de sus cuatro diputados no era obstáculo para el triunfo de Sánchez pero habría dado a los españoles y al propio Sánchez la medida del 'problema valenciano'.
Con los mimbres de Montoro
Sánchez había apoyado públicamente a Ximo Puig en su matraca de la financiación autonómica, en la necesidad de reformarla cuanto antes, no exactamente en la propuesta valenciana para evitar enfrentarse a otros barones socialistas. Y había criticado a Rajoy y a Montoro por retrasar continuamente la negociación desde que en enero de 2017 anunciaron la reforma en la Conferencia de Presidentes.
Ahora, antes de prometer cargo, dice que "no va a haber mimbres", cuando los que tiene son los mismos que tenían Rajoy y Montoro, a los que tanto criticaba: el informe de la Comisión de Expertos, los informes del Comité Técnico y las propuestas de las CCAA. Solo faltaba para iniciar la negociación la propuesta de la Administración General del Estado que Montoro prometió para diciembre del año pasado. El mimbre que no puso Montoro lo tiene que poner Sánchez o su ministro/a de Hacienda. "¡Que nos dejen gobernar!", dijo en abril cuando no imaginaba que eso sería posible. Pues ahí lo tiene, ¡a gobernar!
La traición de Sánchez dando la puntilla a un proceso que, aunque a paso de tortuga, se mantenía vivo, deja una situación política interesante en la Comunitat Valenciana a un año de las elecciones autonómicas. Lo lógico es que Compromís mantenga la presión sobre el nuevo Gobierno, esperemos que con menos entreguismo que en el debate de la moción de censura, y que Bonig aproveche para interesarse más que nunca por este problema y exigir a Puig que mantenga la exigencia ante Sánchez.
Las incógnitas son cómo equilibrará Puig la lealtad a su partido y una presión a Sánchez que siempre será menor que la del resto de partidos; qué será de la unidad de acción de la patronal CEV y los sindicatos UGT y CCOO, y cuál será la reacción de los valencianos ante un presidente cuyo programa no incluye la resolución de este grave problema. En definitiva, quién llevará la bandera de la financiación autonómica y quién acudirá a la manifestación, si la hubiere.