La obra de Edgar Rice Burroughs vuelve a ser rescatada, esta vez para un cómic American Mythology Productions encargó a Mike Wolfer un regreso a los escenarios que el escritor imaginó para la trilogía de la Tierra que el tiempo olvidó. Una isla donde el tiempo ha detenido la evolución y conviven dinosaurios con otras criaturas. Unas novelas pulp que el creador de Tarzán vendió como churros y que tampoco fueron mal acogidas cuando fueron llevadas al cine en los 70
VALÈNCIA. Enrolado en el Séptimo de caballería, donde luchó contra los apaches, vaquero, granjero y corresponsal en el Pacífico en la II Guerra Mundial, Edgar Rice Burroughs es conocido por sus libros, historias de ciencia ficción que transcurrían en Marte o en Pellucidar, el centro de la Tierra. Pero sobre todo por la creación de un personaje inmortal: Tarzán.
En 1918 publicó La tierra que el tiempo olvidó, un libro sobre la tierra de Caspak, un lugar donde conviven seres vivos pertenecientes a diferentes eras y estados evolutivos. Un mundo salvaje, donde los humanos son incapaces de sobrevivir ni con su tecnología del siglo XX. Se trata de una trilogía que se completa con Los pueblos que el tiempo olvidó y Desde el abismo del tiempo.
Hace dos años, Mike Wolfer comenzó a adaptar estas novelas al cómic y la segunda entrega ha aparecido el pasado mes de marzo a través de American Mythology Productions. Sin duda alguna, la mejor era la primera, la de 2016, cuando personajes de la actualidad, del mismo año, en el centenario de la novela, acudían en búsqueda de los protagonistas de Land That Time Forgot, desaparecidos en 1916.
Bowen Tyler y Lys La Rue fueron capturados por tropas alemanas después de hundirse su barco. La historia es como sigue: Encerrados en un submarino U-33, llegan a una isla, Caprona, en la que penetran por un túnel submarino. El capitán, Friedrich von Schoenvorts, pretende refinar combustible con lo que encuentre en la isla, pero lo que aparecen son dinosaurios hambrientos.
No suena nada extraño plantear la existencia de una isla donde por lo que sea el tiempo no ha pasado o dentro de ella se produce una paradoja temporal. El argumento se ha explotado constantemente, desde King Kong a la serie Perdidos. Para el autor, Mike Wolfer, todo comenzó en 1975, cuando leyendo la revista Famous Monsters, concretamente la número 116, encontró una historieta de dinosaurios que daba la referencia de Edgar Rice Burroughs y sus libros.
Se los compró y los leyó hasta desintegrarlos. En uno de los números de la primera serie, adjunta fotos de su estado y solo quedan varias páginas. La editorial American Mythology Productions compró los derechos de la trilogía y se lo ofreció a él porque sabían de su pasión por el autor. Wolfer no pudo negarse. Es su novela favorita de todos los tiempos.
La segunda mini serie, de dos números, cuenta con See-ta, "la salvaje", como personaje principal, pero pierde la frescura del anterior trabajo, además de que tiene un espíritu ecologista no demasiado interesante.
Uno de los aspectos a tener en cuenta de la reivindicación de E.R Burroughs es el debate que lleva implícito toda su obra. Siempre ha tenido relecturas que no le dejaban en muy buen lugar, al margen de su talento para idear escenarios de fantasía y hacer que sus personajes corrieran aventuras por ellos.
Para empezar, su perfil, desde los años 60, no tiene nada de heroico en Estados Unidos. Su máximo deseo era ir a la guerra y lo logró, aun siendo menor, para entrar en combate contra nativos americanos. Un genocidio de primer orden perpetrado por los estadounidenses que se vio acompañado por un boom de películas y literatura popular sobre el conflicto en el que se deshumanizaba por completo a los nativos, generalmente mostrándolos como asesinos sin escrúpulos.
Cuando E.R Burroughs regresó del conflicto, no encontró su lugar. Se ha especulado con que sufrió el síndrome de los veteranos de guerra, que no se adaptan al regreso y creen que los demás les deben algo por arriesgar su vida, cuando en realidad lo que hacen es olvidarse de que ha habido una guerra.
Pasó por muchos oficios, el más llamativo sin duda alguna: vendedor de sacapuntas. La literatura le llamó cuando entró en contacto con lo que se publicaba en las revistas pulp. Su primera obra transcurría en Marte, pero en la segunda dio con un personaje que le hizo inmortal: Tarzán. Un descendiente de aristócratas que había sido criado entre monos en la jungla.
Tenía cierta fijación por la aristocracia anglosajona. Conservaba su árbol genealógico que trazaba una línea que iba desde su generación hasta los primeros colonos que llegaron a América del Norte. Su Tarzán ha recibido duras críticas en la actualidad, el personaje es inteligente y honorable solo por su sangre, mientas que los negros que le rodean en la jungla son estereotipos, como lo eran los nativos americanos en la ficción de aquella época. Se han establecido relaciones hasta con cómo los mataba, colgándolos de las lianas, lo que se parece bastante a cómo eran los linchamientos en el sur de Estados Unidos. Cuando Disney hizo sus últimas adaptaciones, eliminó las tribus y dejó a Tarzán solo rodeado de animales.
Este gusto por la caricatura gruesa le llevó a que se retirasen sus libros de Alemania tras una novela sobre la Primera Guerra Mundial en su estilo. Los españoles también aparecieron en sus novelas, eran ladrones de las riquezas de los musulmanes de la Península Ibérica y ocultaban grandes tesoros. Una especie de piratas.
Los escenarios de estos cómics tuvieron su aparición en el cine en la segunda mitad de los 70, por eso, seguramente, Mike Wolfer leería en 1975 una referencia al escritor en una revista de historietas. En 1975, se estrenó La tierra olvidada por el tiempo. La protagonizó Doug McClure, eterno secundario de westerns. A raíz del éxito de la película pese a su modesto presupuesto, siguió en 1976 En el corazón de la tierra, que contó con el guionista Milton Subotsky, el cual calcó la línea argumental que había hecho previamente para Dr. Who y los Daleks. Y en 1977, fue Viaje al mundo perdido, rodada en Canarias y con Dave Prowse, que interpretó a Darth Vader ese mismo año. La versión de 2009, de C. Thomas Howell, es mejor olvidarla.
En los cómics que acaban de salir, en ninguna de las dos series el dibujo tiene nada especial o característico que le haga merecer la pena. Las viñetas se sostienen porque, especialmente el primero, tienen una narración que no se entrega a la acción y hay textos de cierta densidad para el producto que se trata, un tebeo de aventuras.