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DENUNCIAN EL ABANDONO DE LAS INSTITUCIONES TRAS DOS AÑOS SIN apenas ACTIVIDAD

La reconversión de las orquestas: musicales y tributos para no incitar al baile

27/07/2021 - 

ALICANTE. Las movilizaciones del mundo del espectáculo que hace unos meses llenaron las calles de todo el país no parecen haber tenido la reacción institucional deseada. Así lo siente —y lo sufre— el sector, dentro del cual, el de las orquestas es, sin duda, uno de los gremios más damnificados. Por segundo año consecutivo, la mayoría de municipios no van a celebrar sus fiestas y, de los que lo hacen, pocos optan por contratar una. Ante este escenario, algunos representantes de grupos musicales alicantinos nos relatan cuál es su situación actual y cómo han tenido que adaptarse al medio para evitar una extinción total.

Víctor Pereñíguez, director de la orquesta Etiqueta Show, con sede en Redován (la Vega Baja), confiesa que, así como en 2019 hicieron 49 actuaciones, este verano solo tienen previstas seis. “Hemos calculado que una orquesta de nuestro tamaño tiene que facturar un mínimo de 40 actuaciones anuales para poder mantenerse. Si sumas que el año pasado tampoco se hizo ninguna, de 80, estamos haciendo el 5 %”, precisa. Y denuncia que, en ningún momento, han cobrado una cancelación: “Se comprometieron a que este año esas mismas actuaciones estuvieran firmadas, pero tampoco lo han cumplido”. Por todo ello, ratifica que “las pérdidas son brutales”.

Un panorama similar vislumbra la orquesta Athenas, con base en El Altet, cuya última actuación en condiciones normales fue el 31 de diciembre de 2019. Luego, dejaron su camión cargado de “equipos que valen fortunas”. Su fundador, José Riquelme, teme que, cuando traten de reanudar la marcha, algunos de sus 18 miembros hayan abandonado la música o se hayan cansado de esperar. En su caso, han dejado de tocar en 40 bolos anuales, lo que supone unas pérdidas superiores a 300.000 euros en dos años.

Sin embargo, ambos han continuado teniendo gastos que, particularmente, han podido sufragar gracias a un segundo oficio: “Yo sigo pagando el alquiler del local, la página web, los impuestos del camión…”, apunta Riquelme, quien, además de la orquesta, tiene un negocio de alquiler de instrumentos. En efecto, este también se ha visto perjudicado, pero ha sobrevivido a la crisis por las actuaciones de pequeño formato. Pereñíguez, por su parte, confiesa estar “en deuda con el material propio de la orquesta”, y está consiguiendo saltar el bache porque en diciembre empezó a trabajar en una pizzería. “Soy maestro y he podido tirar siempre de ese riñón, pero este año me ha fallado la interinidad y me ha fallado la música”, sentencia.

La escasez de subvenciones públicas tampoco ayuda a superar el parón. El músico de la orquesta Athenas denuncia que su equipo no ha recibido ninguna compensación económica. El teclista de Etiqueta Show tampoco se pudo beneficiar porque tenía que consumir sus dos años de paro. No obstante, reconoce que algunos de sus compañeros sí que cobraron cerca de 800 euros durante tres meses, aunque puntualiza que es solo un tercio de lo que ingresarían con 50 actuaciones. En cualquier caso, esta no ha sido la tónica general en el gremio.

Prohibido bailar

Con todo, han tenido que buscar alternativas para salir a flote, y estas pasaban necesariamente por adaptar sus propuestas a un público que tiene prohibido hacer lo que siempre ha definido una verbena. “En vez de crear una actuación para que la gente baile, salte, cante y te siga, hemos hecho un espectáculo de dos horas (y no de cuatro) con los musicales más importantes y con muchísima imagen”, explica el portavoz de Etiqueta Show. Aun así, declara que cuando planteó la idea a su equipo sin la certeza de que saliera adelante, tres músicos dejaron el proyecto y tuvo que buscar sustitutos. En esta línea, agrega: “Nosotros somos diez personas encima del escenario, pero debajo de él, hay cinco técnicos muy complicados de conseguir a los que tienes que hacerles una oferta laboral interesante. Como eso era imposible este verano, decidimos contratar a una empresa que nos hiciera todos los montajes”.

La orquesta Athenas también se vio obligada a cambiar de formato: “Al permitirse los conciertos en teatros y auditorios con las medidas pertinentes, pensamos en reconvertir la orquesta para poder trabajar en ese sector —expone su gerente—. Entonces, decidimos preparar un tributo a una gira que, hace años, hicieron Víctor Manuel, Ana Belén, Miguel Ríos y Joan Manuel Serrat: El gusto es nuestro”. Sin embargo, esta opción tampoco les ha garantizado muchas funciones: “De momento, tenemos cuatro fechas. Hemos intentado hacer algo digno, serio, profesional, pero los ayuntamientos no miran la calidad, sino que sea barato”, reprueba.

Entre la cordialidad y la indefensión

Es entonces cuando entra en acción su batalla silenciosa —o silenciada— contra las administraciones públicas. Aunque la tradición de contratar a orquestas para las fiestas populares se ha ido perdiendo con los años, los profesionales recuerdan que el abandono del sector no es nada nuevo. “A nosotros, nos han cancelado actuaciones sin ninguna explicación (incluso antes de la pandemia) y no hemos tenido recurso alguno para denunciarlo, porque si lo haces, te ponen una cruz para toda la vida”, revela Riquelme. “Ellos te exigen a ti, pero tú a ellos no les puedes exigir nada. Es luchar contra un gigante”, concluye resignado. Por eso, su petición es clara: “Que se legalice todo, que haya una normativa clara y expresa para este sector y que se anule el intrusismo”.

Por su parte, el responsable de Etiqueta Show apunta otro motivo por el que su relación con los consistorios es, cuando menos, delicada: “La mayoría de orquestas trabajamos con intermediarios. Para la agencia de eventos, su cliente es el ayuntamiento; nosotros somos su producto, por lo que no les interesa enfrentarse para que cobremos”. Además, critica que se deleguen responsabilidades importantes en gobiernos locales y, sobre todo, que gran parte del presupuesto destinado a Cultura se haya dedicado a otras partidas. Todo ello, recuerda, contribuye a la desaparición de muchas compañías: “Cuando los pueblos se den cuenta de que no pueden volver a celebrar sus fiestas porque no hay empresas que las lleven a cabo, no sé si se echarán a llorar o si se pondrán un tocadiscos en medio de la plaza”. Es su último alegato para una reivindicación que sigue sin obtener respuestas.


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