El Valencia CF será el primer equipo de fútbol patrocinado por una criptomoneda (Chiliz), una muestra más la la pujanza de este fenómeno que no todo el mundo comprende y que no ha hecho más que empezar
VALÈNCIA.- Cripto es una voz de origen griego que significa «oculto, escondido», y las criptomonedas son un fenómeno reciente (nacido en 2009) vinculado a la innovación tecnológica del que muchos hablan pero pocos entienden. El bitcóin es la reina de las criptomonedas. Creado en 2008 por una persona o grupo de personas cuya identidad se desconoce —solo se sabe que el protocolo lo creó el misterioso Satoshi Nakamoto— es uno de los activos de moda en el mundo de la inversión pese a no generar riqueza de manera directa y no estar respaldado por ningún país, empresa, asociación o individuo. Mucha gente asiste atónita al auge de esta y otras criptomonedas (se calcula que existen unas 4.000, la mayoría practicamente inoperativas).
Por ejemplo, Jordi Palafox, catedrático de Historia Económica de la Universitat de València. Ya jubilado, el profesor, autor de varios libros, reconoce con modestia sus dificultades para desentrañar la complejidad de un asunto con implicaciones tecnológicas, monetarias, financieras, psicológicas y hasta geopolíticas (¿permitirán los estados el desarrollo de monedas que no controlan?). «Parece claro que hay una revolución financiera en marcha de la que por aquí no nos estamos enterando, pero he preguntado a varios expertos sobre la posibilidad de que el bitcóin se generalice como medio de pago y no han sabido explicarme de qué va o yo no lo he entendido».
El bitcóin rompe paradigmas. No es creado por el banco central del país de turno, sino por miles de ordenadores ubicados en lugares ignotos y manejados por personas anónimas. Estas, utilizando máquinas con gran capacidad de procesamiento, se valen del blockchain —una tecnología abierta que usa redes de computadores interconectados— para realizar complejas operaciones matemáticas que acaban con la generación de bitcóins. Es lo que se conoce como minería.
Los mineros son recompensados con bitcóins por su formación, trabajo y costes. Estos no son pequeños. En junio la guardia civil detuvo en Catarroja a un creador de bitcóins que dedicaba cien ordenadores a minar. Aunque esta es una operación legal, el emprendedor se había conectado a la red de manera fraudulenta y está acusado de estafar 20.000 euros a la compañía eléctrica. Las alarmas se activaron por el frecuente sobrecalentamiento del sistema, que provocó varios saltos del diferencial en la zona. La nave de la minería consumía tanta energía como el resto de empresas del polígono industrial juntas.
El efecto del bitcóin sobre el medio ambiente es uno de los debates del momento. Según un estudio de la Universidad de Cambridge, la generación de esta criptomoneda es responsable del 0,55% del consumo global de energía anual. El mismo que un país como Suecia. Otras investigaciones, sin embargo, recalcan que la mayor parte de la producción se realiza en zonas con fuerte uso de energías renovables, básicamente el sudoeste de China y Escandinavia, con lo que la actividad sería sostenible. Un debate que, en el fondo, no afecta a su viabilidad económica.
* Lea el artículo íntegramente en el número 81 (julio 2021) de la revista Plaza