¿Cómo pasará este Gobierno a la historia? ¿Como el Despotismo iletrado? Todo contra el pueblo pero sin el pueblo. Con el pretexto de combatir la pandemia, ha decretado la suspensión de derechos y libertades. No se ve que vaya a levantarla a corto plazo. Lo más parecido a esto fue la dictablanda del general Berenguer.
Pese a ser conocido por todos, conviene recordar cómo el presidente maniquí se hizo con el poder cuando era el jefe de la oposición. Fue gracias a una moción de censura en la que para tumbar a Rajoy mendigó los votos de partidos que pretenden acabar con nuestro país.
Se presentó a dos elecciones generales y las ganó con los peores resultados de la historia reciente. Como ir a unos terceros comicios era arriesgarse a perderlos, se alió con los comunistas, ausentes de cualquier Gobierno desde la última guerra civil.
Sacó adelante su investidura por la mínima, con sólo dos votos de diferencia, reeditando la coalición de fuerzas unidas por su odio a España.
En las primeras semanas de legislatura tomó al asalto la Fiscalía General del Estado y complació a los independentistas. Siguió con su programa de ingeniería social con las leyes de Educación y Libertad Sexual.
Todo le iba a pedir de boca hasta que la realidad, disfrazada de virus chino, le obligó a mirarse en el espejo. Entonces vio que él y su Ejecutivo estaban desnudos, sin inteligencia ni coraje para enfrentarse a una crisis inédita.
Mintieron sobre la gravedad de la pandemia, equiparándola con una simple gripe, e instigaron a la gente a acudir a las manifestaciones feministas del 8-M, foco de decenas de miles de contagios. Esa actuación irresponsable, que antepuso la ideología a la salud de las personas, ha tenido como consecuencia la muerte de miles de personas. Deben responder política y penalmente por ello.
Desde hace cuatro semanas España vive a la sombra de un régimen autoritario. Con el pretexto de luchar contra el coronavirus, el Gobierno ha decretado un estado de excepción de facto camuflándolo como estado de alarma.
El presidente maniquí se ha revestido de un extraordinario poder, desconocido en los últimos cuarenta años, que casa mal con lo que se entiende por democracia. Ya no hay leyes, sólo decretos.
Larga es la lista de derechos y libertades suspendidos sin que casi nadie haya protestado por ello. Se impone el silencio de los corderos.
Desde hace un mes los españoles tenemos prohibida la libre circulación, y los derechos de reunión y manifestación. También nuestro derecho a la intimidad se ha visto afectado por el control de nuestra ubicación gracias a los móviles. El Gobierno quiere recluir a enfermos asintomáticos, lo que constituye, a juicio de muchos juristas, un atentado a la dignidad y la libertad de movimientos. Por si esto no fuera suficiente, ha sacado al Ejército de los cuarteles a hacer tareas de vigilancia en las vías públicas.
Este Gobierno incompetente y mendaz ha impedido el control del Parlamento desde el inicio del mal llamado estado de alarma, algo que se ha comprometido a corregir. Lo mismo cabe decir de su estrategia de amordazar a la prensa crítica.
El Ejecutivo atenta también contra la libertad de empresa y amenaza la propiedad privada al dejar la puerta abierta a expropiar a sociedades y particulares en aras de un supuesto interés general. Así se allana el camino a la estatalización de la economía y la sociedad, como en la Venezuela del tirano Maduro.
El giro autoritario de este Gobierno no debe sorprender. El presidente maniquí, de tanto remover los huesos de Franco, se ha contagiado de algunas maneras del general. A los muertos hay que respetarlos, que luego se vengan.
Con tantos derechos y libertades suspendidos, este régimen está lejos de ser una democracia, pero tampoco es una dictadura al uso, como la china o la más comedida de Erdogan. Si hemos de buscar un paralelismo en la historia, sería la dictablanda del general Berenguer, que sustituyó a la de Primo de Rivera, apoyada por el PSOE y en especial por Largo Caballero, que cobró de ella.
Este país está acostumbrado a vivir entre dictaduras. El pueblo español, de una sumisión infinita e intemporal, es muy fácil de gobernar. Rara vez se levanta contra el poder y cuando lo hace es por motivos nimios, nunca importantes. En España puede haber motines y algaradas, nunca revoluciones. El líder socialista, aunque no tenga grandes conocimientos de historia, posee el olfato del político astuto, y sabe que puede tensar la cuerda todo lo que le plazca.
Pero sería intolerable que el Gobierno prorrogase sine die el Estado policial al que estamos sometidos, siempre con el pretexto de salvar vidas, objetivo en el que ha fracasado con estrépito. El dilema entre libertad y salud es falso. Si hemos de elegir, escogemos una libertad con riesgo a una vida de súbditos en un régimen autoritario como este. Si se prolongan las restricciones a nuestras libertades y derechos de manera indefinida, estaremos ya en una dictadura sin disimulo.
Este Gobierno será recordado como el peor de la historia contemporánea de España, con la excepción del reinado de Fernando VII, si bien existen dudas de quién fue más felón: si el Borbón que presumía de un miembro descomunal, o el presidente maniquí que lloriquea en su cháchara sabatina.
Sumario:
Sería intolerable que el Gobierno prorrogase ‘sine die’ este Estado policial con el pretexto de salvar vidas. Si lo hace, estaremos en una dictadura sin disimulo