EsPop edita una espectacular biografía de Johnny Cash, que sigue al detalle los altos y bajos de la carrera del legendario Hombre de Negro
VALÈNCIA.- “La gente creía en Johnny Cash. No era solo que les gustara. Creían en él”. Sin duda —como decía el que fuera su compañero al bajo, Marshall Grant—, algo tenía Johnny Cash para que hasta en España, culturalmente impermeable a la cultura rock norteamericana, su figura aún despierte un gran interés, aún años después de su muerte. La prueba más evidente es la coincidencia en las librerías de varios volúmenes alrededor del Hombre de Negro, entre las que destaca —y no solo por su volumen y colorido (más de 600 páginas publicadas con tres diferentes portadas)— este colosal Johnny Cash (EsPop Ediciones, 2018) firmado por el periodista Robert Hilburn.
Cierto es que nunca un relato desde el punto de vista externo podrá trasladar la sensación de estar en la mente del personaje retratado como proporciona una autobiografía, pero también lo es que una autobiografía supone la más subjetiva reescritura de la vida de uno mismo que se puede ofrecer. Si se quiere saber algo de alguien, más que preguntar al protagonista preguntaremos a los que están cerca de él. Y en ese sentido, el trabajo investigador de Hilburn es espectacular.
Porque a partir de multitud de entrevistas personales, una extensa documentación (el libro tiene tantas páginas de bibliografía como uno de Eric Hobsbawm) y su propio trabajo siguiendo al músico —que empezó cubriendo precisamente sus míticos conciertos en las prisiones de Folsom o San Quintin y se prolongó regularmente el resto de su vida—, Hilburn nos hace casi un minuto a minuto de la vida de Cash; desde su nacimiento en el seno de una humilde familia de una población rural, hasta su agonía coincidiendo, precisamente, con su resurrección artística.
Cash es uno de los pocos músicos de country (junto a Kris Kristofferson, Dolly Parton y pocos más) gracias en parte a En la cuerda floja (James Mangold, 2005), el recomendable aunque incompleto biopic protagonizado por Joaquín Phoenix y Reese Witherspoon (en el papel de June Carter). Pero antes de eso, cualquier aficionado a la música podía identificar sin problemas sus temas más conocidos (Ring of fire, I walk the line, The man in black...). Y por no hablar de la mítica foto tomada por Jim Marshall durante los ensayos del concierto en San Quintín (1969).
Pero más allá de la biografía del músico nacido en Arkansas en 1932 y que antes de morir llegó a vender 90 millones de copias, está la historia de un músico versátil (dentro de un orden) y que coqueteó con el country, el western, el rock, el gospel, el rockabilly... y todo lo que hoy se asocia con la etiqueta de 'Americana'. Nacido en el seno de una familia humilde (unos white trash de manual), comenzó a cantar mientras trabajaba en los campos de algodón con su familia cuando aún no había cumplido los diez años. Esta etapa quedó inmortalizada en Five feet high and rising, en recuerdo de las varias inundaciones que asolaron su granja y en las que perdieron lo poco que tenía por perder.
Cash fue uno de los grandes descubrimientos de Sam Philips, dueño y señor de Sun Records, y se unió al sello en 1955. Allí echaría los dientes con ilustres desconocidos que empezaban a despuntar como Elvis, Carl Perkins, Jerry Lee Lewis o Roy Orbison, y que hoy son los pilares de la historia de Rock'n'roll. De todos ellos fue el más longevo, el que más temas firmó y, sin duda, el que tuvo una biografía más completa y una discografía más rica (tiene docenas de temas por descubrir).
Pero más allá de lo musical, si la gente creía en él —como dijo Marshall Grant— es por la coherencia de su trayectoria y por no haber olvidado nunca sus orígenes. De ese compromiso nacieron temas como Man in black (un himno antibelicista estrenado en 1871, en plena Guerra de Vietnam) o sus disco Blood, sweat & Tears (1963) —emparentado directamente con la tradición del folck izquierdista de Pete Seeger o Woody Guthrie— o Bitter Tears: ballads of the american indian (1964), en el que celebraba sus orígenes cheeroke (eso decía él), y que le enfrentó con sus fans más conservadores y la censura de muchas emisoras de radio.
Volviendo al libro de Rubin, hay que reconocer que la obra es abrumadora. Ningún fan quedará insatisfecho con el nivel de detalle con que se cuenta cada grabación, o concierto significativo, especialmente en una época en la que la industria musical era una carrera continua en la que el estrellato solo era posible facturando una sucesión continua de sencillos, y viviendo prácticamente como un circo ambulante. En ese sentido el libro supone, además del retrato de las peripecias de Cash, la descripción de una industria musical en su edad de oro, prácticamente hasta su ocaso y transformación en lo que ahora conocemos.
Johnny Cash nos cuenta su nacimiento como persona y como artista, así como su naturaleza insegura, burlona y adictiva, con tal grado de detalle que servirá fácilmente a cualquier psicólogo para diagnosticar la personalidad del cantante. No obstante, a lo que sin duda invita el volumen de EsPop —editado como todas sus obras con el mimo necesario para convertirlo también en librobjeto— es a reescuchar su música (o a hacerlo por primera vez, para lo que incluye una guía para adentrarse en ella), mientras uno se hecha unas risas al conocer cómo Cash fue uno de los primeros ‘destroza hoteles’ de la industria del rock (hasta el punto de conocer el precio que le podía cobrar por romper cada uno de los objetos de las habitaciones de la cadena Holiday Inn).
Particularmente emotivo, para los fans más irredentos, será leer (con un nudo) en la garganta la odisea que supuso al cantante grabar junto a Rick Rubin la serie de álbumes con los que, en el ocaso de su vida: la serie American, del que todo el mundo conoce sus famosas versiones de Hurt (un tema original de Nine Inch Nails) o Personal Jesus (de Depeche Mode). Con estos suite de cuatro Lps recuperó el reconocimiento masivo y demostró que podía seguir componiendo e interpretando a gran altura.