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Juan Puchades: "Nadie parece dispuesto a reconocer el error de haber despreciado '19 días y 500 noches'"

30/05/2019 - 

VALÈNCIA. 19 días y 500 noches es uno de los discos fundamentales de la música española de los últimos 50 años. Es el disco por el cual se mide a Joaquín Sabina y también una pieza irrepetible en su repertorio que de momento no parece tener parangón en otras discografías. El periodista valenciano Joaquín Puchades reconoce que tiene otros títulos del cantautor entre sus favoritos, pero se debe a razones exclusivamente sentimentales. Nada que le haya impedido rendirse personal y profesionalmente al poder de este álbum, que ahora cumple dos décadas. Puchades es autor de varios libros sobre música –y también de cómics, campo en el que dio sus primeros pasos–, entre los cuales destacan el imprescindible Peret. Biografía de la rumba catalana, y del libro El oro y el fango, donde recoge las columnas homónimas escritas durante años en Efe Eme, cabecera que fundó en Valencia hace más de 20 años y que hoy, además de diario digital de información musical, es también una editorial que sigue analizando la música en nuestro idioma a través de libros dedicados a Bunbury, Manolo García, Serrat, Jorge Martínez o Miguel Ríos. Ahora publica 19 días y 500 noches. Sabina fin de siglo, en el cual nos habla del disco por dentro y por fuera, contando con una serie de voces entre las cuales no falta la del propio Sabina.

- ¿Eran necesarios 20 años para poder analizar este álbum?
- A los diez ya se me pasó por la cabeza que este disco tenía una historia detrás que merecía ser contada. Así que no creo que fuera necesario esperar a los veinte. Sin embargo dejar reposar las cosas abre y completa la visión, y en estas dos décadas la trascendencia de 19 días y 500 noches creo que ha aumentado y que el disco se va situando en un lugar muy destacado de la música popular de nuestro país. O de nuestro idioma, incluso.

- ¿Costó trabajo convencer a Sabina para que colaborara?
- Sorprendentemente, no. Le expuse las razones por las que creía que había que escribir el libro, cuál era el enfoque que quería darle y le dije que si no estaba él, no tenía sentido, porque el disco era suyo y sus recuerdos y opiniones me parecían imprescindibles. Y me respondió que adelante, que contara con él para lo que hiciera falta, que confiaba en mí. Esto último, lógicamente, asustó bastante.


- ¿Es esta la obra cumbre de Sabina?
- Sí, sin duda. Primero por el repertorio, que tiene un nivel estratosférico, al alcance de muy pocos compositores; y fíjate que digo compositores, no letristas: me refiero a letra y música. Segundo porque canta con una soltura que desarma. Tercero por la producción y arreglos, que logra ensamblar perfectamente algo muy difícil: la raíz de eso que llamamos rock clásico anglosajón con la tradición sonora latinoamérica, aquella desnudez e inmediatez de los cantantes de rumba, tango, de rancheras o boleros. 

- ¿Y eso cómo se refleja en el álbum?
- Aquí se consigue empastar a los Stones, los Beatles, Leonard Cohen o Bob Dylan con José Alfredo Jiménez, Bambino o Goyeneche con total naturalidad, y además se pueden rastrear huellas de la tradición cantautoril nacional. Y funciona sin chirriar, sin que te des cuenta que está funcionando, que es cuando algo realmente funciona. En ese sentido es un disco de esos que, sin aparentar ser originales o rompedores, están abriendo y allanando caminos. Y desde luego, desde el análisis riguroso, es su obra cumbre. 

- ¿Se puede decir que se ha convertido en uno de esos clásicos que acaban volviéndose en contra del autor cuando se habla de la obra posterior a ellos?
- Todos los discos posteriores de Sabina se han comparado con este. Pero me atrevo a decir que incluso los anteriores se comparan con él. En todo caso, eso es un clásico del arte: la gran obra irrepetible. Porque se trata de eso, de que es irrepetible. Aunque no hay que olvidar que todas las creaciones lo son.

- Sabina dice en el libro que este es el disco de su vida. ¿Cómo es su relación con este álbum?
- De una naturalidad que asusta. Me parece que hace mucho que asumió que es imposible volver a atar un repertorio que tenga semejante nivel de principio a fin. Lo acepta con total tranquilidad, y quizá sea la mejor manera de sobrellevarlo y seguir escribiendo canciones sin presiones, sin tratar de medirse con ese disco y ese repertorio.

- ¿Serías capaz de elegir una canción de este álbum y destacarla entre el resto?
- A lo largo de estos veinte años he tenido distintas favoritas. Al principio recuerdo que eran, inevitablemente, las demoledoras “19 días y 500 noches” y “A mis cuarenta y diez”, junto a la hermosas y cegadoras “Una canción para la Magdalena” y “Noches de boda”. En estos meses, mientras escribía el libro, redescubrí “Donde habita el olvido”, que me parece magnífica, por su intensidad, por la letra, por la música y por el clima sonoro que la envuelve. Y junto a ella la otra favorita en estos momentos es “Pero qué hermosas eran”, que muestra al Sabina de las canciones irónicas, que cada vez se ha ido dejando ver menos, y aquí dejó otra canción en esa línea que me parece otra joya, “Como te digo una co te digo la o”.

- En otro lugar, un disco como 19 días… habría sido aclamado y amado por músicos y aficionados de cualquier campo musical. Aquí sigue existiendo esa brecha que viene de un prejuicio muy antiguo. ¿Tiene solución? 
- No, no tiene solución. Las posturas hace mucho que se definieron y nadie parece dispuesto a reconocer el error de haber ignorado o despreciado el disco, particularmente desde algunos sectores de la crítica y el público que, efectivamente, practican el segregacionismo sonoro. En ese sentido somos un país extremadamente raro, con un déficit de cultura pop desacomplejada que da bastante pavor. Todos somos muy anchos de miras hasta que mostramos que no lo somos en absoluto.

Joaquín Sabina, 1999 Foto: JAVIER SALAS/Sony Music

- Como periodista pero también como seguidor de Sabina, ¿qué es lo que más te ha sorprendido mientras trabajabas en este libro?
- Constatar que todo se midió y pensó mucho más de lo que creímos en su día, que tanto el productor Alejo Stivel como Sabina tenían muy claro lo que querían conseguir, y que ese sonido que nos parece inmediato, directo, como capturado en un toma, al contrario, es fruto de mucho esfuerzo en el estudio. También, desde luego, las anécdotas relacionas con la escritura de las canciones y durante la grabación, o el proceso tan singular por el que se llegó a una portada de las mejores de la música española. Hay muchos detalles en el libro que descubrí sobre la marcha y que, escribiendo, pensaba que sorprenderían al lector.

- Alfons Cervera escribe el prólogo de tu libro. De hecho en 1990 escribió el guión de un cómic, Adéu a la francesa, que tú ilustraste. ¿Era inexcusable que así fuera?
- En general estoy muy en contra de los prólogos, creo que no aportan gran cosa y que suelen quedar en unos cuantos e innecesarios piropos hacia el autor. Pero en esta ocasión, y sin que sirviera de precedente, me apetecía muchísimo pedírselo a Alfons. Primero porque somos amigos hace más de tres décadas y lo admiro sin reservas. Por otro lado, a lo largo de los años, hemos hablado en infinidad de ocasiones de Joaquín, de sus canciones, el suyo es un mundo sonoro que nos une, como lo hacen tantas otras cosas. 

- En este caso coinciden varios factores que hacen de este prólogo una especie de tormenta perfecta.
- A ambos nos apasiona su obra, y Alfons, además, es amigo suyo. Así que por razones puramente sentimentales me apetecía que estuviera en el libro, y además de una manera destacada. Para mí este libro es un proyecto muy especial, casi como un sueño hecho realidad —algo parecido a cuando escribí la biografía de Peret—, muy ilusionante y no concebía que Alfons no estuviera presente, y pensé que lo mejor era pedirle el prólogo, pero con una condición: que no hablara de lo mí o de lo majo y estupendo que soy, que escribiera algo personal, como le diera la gana. Alfons es un lujo que tenemos en Valencia, uno de nuestros mayores escritores, y se merece todos los respetos y honores, y esta era mi manera de reconocérselo, pidiéndole ayuda. Así que sí, para mí era imprescindible contar con él.

- El libro pertenece a una de las colecciones editoriales de Efe Eme, cabecera que fundaste hace ya 20 años. Desde hace tiempo es una marca de referencia en la información musical. ¿Cómo has logrado semejante proeza operando desde Valencia?
- Asumiendo el inconveniente de estar alejados del centro de la industria musical pero también que eso era una ventaja para estar relativamente tranquilos e ir a nuestro aire. Y, desde luego, no pensando en Valencia, sino teniendo claro que estábamos ofreciendo un proyecto con vocación de distribución nacional. Siempre ha sido así, tanto con la revista como con la editorial de libros. Quizá esa haya sido la clave de la supervivencia, estar sin pensar que estás, porque no sé si hay muchas revistas o editoriales que, desde Valencia, tengan difusión nacional y lleven casi veintiún años.

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