Hay que echarse a temblar. Otro Gobierno socialista amenaza con reformar la enseñanza. La experiencia nos dice que cada ley educativa del PSOE ha sido peor que las anteriores. Pedro Sánchez tiene a su alcance la hercúlea empresa de demoler lo poco que queda en pie del edificio educativo. Nadie duda de que lo conseguirá
La ministra de Educación, Isabel Celaá, es una vizcaína que se maneja torpemente con el castellano. Ya Cervantes y Quevedo dejaron constancia, no sin humor e ironía, de las dificultades de los vizcaínos (término que entonces incluía a todos los vascos) para hablar y escribir el español con corrección. A grandes novelistas como Pío Baroja también se les reprochaba su rudeza en el manejo del idioma común.
La señora Celaá —de indudable parecido con el payaso triste de mi infancia, con su rostro pálido y ojos caídos— no es Baroja, precisamente. Si al autor de Vidas sombrías lo seguimos leyendo muchos años después de su muerte, a la portavoz del Gobierno la olvidaremos con gusto en cuanto abandone el cargo. Sobran las razones para ello. Pese a ser una mujer con posibles para pagarse un profesor particular, dado su considerable patrimonio, es incapaz de expresarse con claridad después de cada Consejo de Ministros, por no hablar de sus faltas de ortografía en los tuits.
Un personaje con estas carencias mayúsculas se ha propuesto sacar adelante la novena ley de Educación en democracia. No parece ser la persona adecuada para una tarea tan ambiciosa. Como es conocido, Celaá pertenece al Partido Socialista, principal responsable del hundimiento de la enseñanza pública gracias a la LOGSE y la LOE. Los conservadores carecieron de tiempo y arrojo para enmendar la situación con la LOCE y la LOMCE, ambas de muy corta vida.
Los socialistas de Pedro Sánchez están decididos a acabar la hercúlea empresa de demoler lo poco que queda en pie del edificio educativo. Se trata de igualar por abajo y de eliminar cualquier señal de talento o excelencia. Si Dios o el diablo no lo remedian, lo conseguirán con el apoyo de los neocomunistas y los carlistas vascos y catalanes.
La reforma educativa de Celaá rebajará el nivel de enseñanza, ya de por sí raquítico, en la mayoría de los colegios e institutos de España. La ministra, como cualquier político que se precie, está obsesionada con las estadísticas, una forma sutil de mentira. Cambiando la ley quiere aumentar el número de aprobados y por tanto de titulados de la ESO y el Bachillerato. Así contentará a muchos padres votantes y maquillará el fracaso colosal de un sistema en el que cerca del 30% de los alumnos no acaba la enseñanza secundaria.
La reforma de Celaá es otro disparate de un Gobierno socialista que cambia la educación para empeorarla. Los analfabetos funcionales serán mayoría
Los pedagogos modernos que anidan en el Ministerio de Educación le han proporcionado algunas ocurrencias a la ministra. Por ejemplo, repetir curso será “excepcional”, con lo que el único aliciente para el estudio de muchos alumnos dejará de existir. Además, el título de Bachillerato se conseguirá con un suspenso (en la práctica serán tres, incluidas las dos asignaturas perdonadas por profesores samaritanos). Esto ya sucede con el de la ESO, que se obtiene sin aprobar todas las asignaturas, y cuya responsabilidad cabe atribuírsela a los conservadores, que lo permitieron. Los títulos de la ESO y el Bachillerato, de tan devaluados, no servirán para nada. Una gran estafa, se mire por donde se mire.
Cuando se le pregunta por los cambios que se avecinan, Celaá justifica dar el título de Bachillerato con un suspenso como un “favor” y para no “rebajar la autoestima” de los alumnos. Esta señora ha resultado tener un corazón tan grande como el de la madre Teresa de Calcuta. ¡Qué bondad! ¡Qué sensibilidad la suya para con los adolescentes, esas criaturas tan necesitadas de cariño en una edad compleja!
Para que los nenes no se traumaticen, la ministra también reducirá el currículo académico con el fin de que no tengan que “memorizar” tantos contenidos. La memoria sufre tanto descrédito como las bodas religiosas. Lo importante es que los chicos y las chicas sean creativos y hagan de la vida un asunto lúdico, tal como se les enseña desde su más tierna infancia en la Educación Infantil y Primaria. Que sepan escribir sin faltas de ortografía o que comprendan las ideas principales de un texto es cosa secundaria.
La reforma de Celaá es otro disparate de un Gobierno socialista que intenta cambiar la educación para empeorarla. Rebajando aún más los niveles exigidos se conseguirá que los analfabetos funcionales sean mayoría en la sociedad; hoy ya representan un porcentaje significativo. Pero acaso lo que los legisladores persiguen sea distinto de lo que predican. Quizá exista un interés no declarado de asegurarse una mayoría inculta y acrítica, fácil de manejar por las futuras élites, que seguirán enviando a sus hijos a colegios bilingües de pago mientras el resto acude a una educación de beneficencia.