"Aunque parezca un lugar común, de alguna manera uno cuando escribe, escribe el libro que le gustaría leer, porque es el libro que no existe, el que nadie ha escrito hasta ahora", señala el autor, que desconfía "de esas declaraciones, casi siempre de escritores más consagrados, diciendo que ellos sólo releen autores clásicos"
ELCHE. Javier Cebrián, alma pensante de la Asociación Frutos del Tiempo, se ha tomado muy en serio aquello de vestir la celebración anual del libro y la lectura, en Elche, y dotarla de un vestuario que le permita cubrir toda una semana. Entre el 20 y el 28 de abril, Francisco Gómez Rodríguez, Marta Sanz, Isaac Rosa y Javier Lostalé se han apropiado del espacio habitualmente teatral o musical de la Llotja, para llenarlo con palabras con sentido literario, tanto de enfatización poética, como de la trabajada sencillez de la prosa, bajo el contundente lema de "Quién lee, vive más", cita literal del título de uno de los poemarios del poeta y locutor de Radio Nacional Javier Lostalé, director de El ojo crítico y codirector de La estación azul, en Radio 3. Un ciclo de dinamización lectora centrado en el contacto directo entre los autores y sus lectores.
Aprovechando su visita, mantuvimos una charla con el autor sevillano (aunque instalado en Madrid) Isaac Rosa, referente de un grupo de nuevos autores que apuesta por insertar sus tramas y sus personajes en la actualidad, con la intención de recortar distancias entre ficción y conflicto social, sin abandonar la brega por el aspecto formal. El vano ayer (2004), con la que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos en 2005, el Premio Ojo Crítico en 2004 y el Premio Andalucía de la Crítica en 2004; ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), reedición ampliada de La malamemoria (1999); El país del miedo (2008); La mano invisible (2011), que acaba de ver estrenada versión cinematográfica, dirigida por David Macián, con el título La mano invisible. Bienvenido al espectáculo del trabajo; La habitación oscura (2013); o el guión del cómic Aquí vivió. Historia de un desahucio (2016), ilustrado por Cristina Bueno, componen el grueso de su sólida producción.
-¿Quien lee vive más?
-Bueno, no sé si más, pero mejor sí. Leer te da una serie de armas o herramientas que te permiten vivir mejor, ser más consciente, tener más capacidad de resistencia, en estos tiempos en que necesitamos resistir ante todo lo que nos rodea, y yo creo que sí, que leer, más allá de los tópicos de la lectura placentera, de la lectura educativa, creo que sí te hace más resistente.
-¿Qué se podrán encontrar los asistentes al encuentro en la Llotja? (La charla se produjo apenas unas horas antes de que Rosa ser reuniera con los lectores en el acto del ciclo)
-Pues he cogido como pie la lectura, ya que es lo que marca el ciclo, y voy a dar una charla con el título 'Se busca lector', como si fuera un anuncio, en la que voy a hablar del tipo de lector que busco en mis libros. Yo creo que todo autor, cuando escribe, está construyendo un lector, está proponiendo una vía de lectura, y voy a hablar de qué tipo de lector busco con mis libros, y qué tipo de lectura busco, que coincide con la que busco yo mismo como lector, a mi vez. Y después voy a hacer una propuesta de lectura colectiva, de leer en comunidad, de cómo leer nos podría servir para ciertas cosas que habitualmente no atribuimos a la lectura, y transcender esa manera en que nos han enseñado a leer como algo individual, solitario, íntimo, silencioso. Que leer nos sirva también para construir comunidad, para encontrarnos con los demás, para tomar las calles, la ciudad, en sentido figurado, que leer nos sirva también para construir refugios y resistencias colectivas. Voy a hacer una propuesta para que la lectura traspase los límites de lo privado y nos permita encontrarnos con otros lectores.
-¿De verdad cree que siempre coincide en todo escritor el tópico de escribir las cosas que le gustaría leer?
-Sí, yo creo que aunque parezca un lugar común, de alguna manera uno cuando escribe, escribe el libro que le gustaría leer, porque es el libro que no existe, el que nadie ha escrito hasta ahora. O, al menos, a eso deberíamos aspirar todos los escritores, a escribir un libro que cubre un espacio vacío. Con sus propias intrucciones de uso, y su propia guía de lectura.
-Y en cuanto a esa experiencia de lectura colectiva, ¿nos puede especificar un poco más?
-A ver, yo parto de lo sabido, de la experiencia de las bibliotecas, con los clubes de lectura, los foros, donde la gente comparte lecturas, los talleres, para a partir de ahí, sacar la lectura de ese estado inane y que tenga consecuencias, desde hablar más de lo que leemos, cosa que se echa en falta, hasta que eso que hablamos tenga consecuencias. En cualquier conversación, hablamos de las películas que hemos visto, de la música que escuchamos, de los partidos de fútbol, pero no de lo que leemos, de lo que encontramos en los libros. Por ejemplo, en estos días de celebración del Día del Libro, Sant Jordi, ferias del libro, que se escucha en todos los medios el tópico de que los libros toman la calle, la literatura sale a las plazas, esto sucede porque se trata de un hecho excepcional, porque de hecho los libros no se encuentran en la calle, no forman parte del espacio público. Normalizar eso y que no fueran necesarias todas estas celebraciones y eventos extraordinarios, y que lo que leamos nos sirva para el encuentro con el otro y para construir comunidad, en un sentido más amplio, ciudadano.
-¿Se denota un cierto estancamiento en la sociedad española, a nivel ciudadano, democrático, por el hecho, entre otras cosas, de que no lee?
-Si aceptamos que leer, y yo lo acepto, nos hace vivir mejor y tener más capacidades para vivir en sociedad, para intervenir en nuestro tiempo, leer más o leer menos nos limita en eso. Seguramente, leer más nos convertiría en ciudadanos más capaces, en el sentido de la participación.
-¿Cree entonces que actos como este, válidos per se, pero que convocan a un público 'lector', sirven para ampliar la cantidad de lectores?
-Bueno, lo hablaba con Javier Cebrián, de cómo a todos los actos de animación a la lectura, acaban acudiendo aquellos que ya están animados. Pero al final todo acaba sumando, y aunque no haya una relación causa-efecto, sí se consigue que la lectura vaya teniendo más visibilidad en el espacio público. No le doy mucha importancia a las campañas publicitarias de fomento de la lectura, pero nunca está de más y siempre está bien que hablemos de libros.
-Sin embargo, hay un prestigio de la lectura que se sobreentiende, aunque no se demuestre como en otras sociedades. Tú ves una familia francesa de vacaciones y, en la piscina, hay un momento en que todos sus miembros sacan un libro para ocupar una parte de ese espacio de ocio. Aquí el prestigio se queda en la epidermis de la admiración o el sentimiento de culpa por no leer.
-Sí, claro, tiene un cierto brillo social, es verdad que está mal visto no leer, pero más allá de eso, leer no te da más puntos en nada, ni en tu imagen social, ni en tu consideración de los demás, ni para conseguir un trabajo, por supuesto.
-¿Y no tiene la sensación de que algunos de sus contemporáneos, y me refiero a autores y autoras, son escritores no lectores?
-Sí es cierto que lo que nos falta, en la cultura en general, y puede que en la literatura en particular, es una continuidad con la tradición, la que quiera cada uno, con su filiación con una u otra familia de autores, pero sí que en algunos momentos, la mejor respuesta ante conflictos actuales, es recuperar a autores anteriores. Y hay algo muy español, también de otras culturas, pero se nota especialmente aquí, que es ese adanismo que hace estar inventando una y otra vez desde cero, o ese experimentalismo de hace un siglo, que se se inventa de nuevo, como si nada hubiera sucedido en el pasado, y que tiene que ver sí, seguramente, con esa falta de conexión con esa tradición, y tal vez sí, en el fondo, con una falta de lecturas.
-¿Usted se siente conectado con sus coetáneos? ¿Con algún grupo en concreto?
-Me siento próximo, más que conectado, comparto una forma de entender la literatura, con algunos autores, con algunas autoras, sin formar grupo, generación o escuela, pero sí hay autores con los que me siento muy próximo, como es el caso de Marta Sanz, que estuvo hace unos días en este mismo ciclo, o el fallecido Rafael Chirbes, que nos movemos en unas coordenadas muy parecidas, en cuanto a la forma de entender la literatura, o el lugar social que ocupa, o las repercusiones y consecuencias de la ficción.
-¿Y es lector de sus contemporáneos?
-Yo creo que sí que nos leemos bastante. Desconfío bastante de esas declaraciones, casi siempre de escritores más consagrados, diciendo que ellos sólo releen autores clásicos. Yo creo que todos tenemos un ojo puesto en lo que se está haciendo hoy y que todos seguimos a nuestros colegas. Yo sí leo bastante de lo que se publica, menos de lo que me gustaría, pero es imposible dado el volumen de edición. Además de tener mis propios tiempos y ser principalmente lector de biblioteca, por lo que también estoy a expensas de las novedades que llegan a mis dos bibliotecas de referencia, las de mi barrio de Madrid.
-¿Y qué novedad va a aportar a ese volumen en breve? ¿En qué está trabajando, después de publicar La habitación oscura en 2013?
-Pues he estado probando desde entonces otras escrituras. Cuentos que he ido recopilando en colecciones, la novela gráfica Aquí vivió. Historia de un desahucio, en 2016, tratando la tragedia de los desahucios, ilustrada por Cristina Bueno, una obra de teatro todavía pendiente de estrenar… y ahora sí, ya estoy de nuevo trabajando en una novela, después de este parón de experimentación con otras formas de expresión. Yo soy escritor de biblioteca y, cada mañana, nada más dejar a mis hijas en el colegio, me voy a una de las bibliotecas de mi barrio, y me pongo a trabajar, ahora que he conseguido aislarme lo suficiente (apagar el wifi, el teléfono, no mirar enciclopedias,…). Tengo compañeros que se han buscado espacios de coworking, estudios, pero mi espacio de coworking son las bibliotecas.
-Le tengo que preguntar sobre la moción de censura que Podemos ha anunciado en el Parlamento…
-(risas con silenciador) Por suerte, esta mañana venía en el tren, sin cobertura, y sólo me han llegado algunos ecos. Sé que la han anunciado e imagino que el PSOE habrá dicho que no… hemos entrado en un bucle desde hace tiempo que lo que demuestra es que hay una crisis institucional que no se resuelve, sólo se aplaza, se avanza un poco, pero sin solucionar el problema. Pero creo que hay una sobredimensión de la política de partido, institucional, que está tapando el resto de crisis que también están en bucle y siguen sin resolverse, de la agenda social y económica, totalmente anegadas por la agenda política institucional y judicial.
-¿La apuesta por transformar los movimientos ciudadanos en un movimiento político articulado, en un partido, ha hecho que esa efervescencia de participación democrática se vea ahora sin fuelle?
-Yo soy el primero que he sido muy crítico con la apuesta por la vía institucional, creo que hubo ahí un momento en que la energía ciudadana había llegado a un callejón sin salida, después de años de protestas, huelgas, manifestaciones, mareas, marchas de la dignidad, todo ese ciclo de protestas que hubo hasta mayo de 2013, más o menos, una parte de todo ese movimiento decide poner toda la energía y el trabajo en la vía institucional, pero yo pensaba ya entonces que era una vía muerta. No veía una transformación social suficiente como para que permitiera alcanzar gobiernos. Pero es que incluso el balance de resultados, allá donde se ha producido el cambio, como es el caso de Madrid, no compensa con la dedicación y el trabajo realizados, y nos encontramos con que todo el entramado del movimiento social, movimiento vecinal, ciudadano, está volcado en gobernar lo casi ingobernable, por culpa de las limitaciones, y descabezando todas esas iniciativas y proyectos que ahora se encuentran sin manos ni gente que se hagan cargo de ellos. Yo soy crítico con esa vía, pero respeto que es la opción de mucha gente y que una vez que estás ahí, tienes que hacerlo, claro.