VALÈNCIA. La segunda votación para la investidura del socialista Pedro Sánchez celebrada este jueves evidenció el problema crónico que sufre la izquierda para ponerse de acuerdo. Mientras las fuerzas de derecha -PP, Ciudadanos y Vox especialmente- salivaban ante el desastre del candidato del PSOE que estaban presenciando en la sesión parlamentaria, los partidos progresistas -y también nacionalistas como el PNV- manifestaban la crispación existente tras la incapacidad de Sánchez y Pablo Iglesias para alcanzar un pacto.
Una crispación carente de autocrítica, a juzgar por las distintas declaraciones posteriores, y basada en ganar la batalla por la culpa. Una actitud general, aunque focalizada en PSOE y Unidas Podemos, que incendiaba las redes sociales en lo que se refiere a votantes, simpatizantes y algún que otro analista próximo a la izquierda española.
Los reproches también se produjeron en la trona. Especialmente certero estuvo el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, quien casi abroncó a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias, anunciando la abstención de su grupo y reprendiéndoles por su incapacidad de llegar a un acuerdo, además de dejar un mensaje para septiembre: "No sé si en septiembre estaremos en condiciones de repetir este voto", aseguró. Una línea crítica que, con otro estilo, también plasmó el siempre reflexivo portavoz del PNV, Aitor Esteban, cuya formación se abstuvo y quien llegó a afirmar: "Tenían nuestro 'sí' en el bolsillo".
No se diferenció demasiado la intervención del diputado de Compromís, Joan Baldoví, quien anunció su abstención "frustrada y militante" tras considerar que Sánchez había querido ganar esta votación "por rendición". Una posición crítica que, no obstante, dulcificó al asegurar: "Con nosotros puede contar" de cara a futuras negociaciones.
Y este precisamente es el problema que se plantea ahora: el futuro. Un futuro que difícilmente arrojará rabiosas novedades en las posiciones negociadoras. ¿Significa esto que vamos camino de nuevas elecciones dentro de dos meses cuando se alcance el límite temporal -23 de septiembre- para una nueva investidura? No necesariamente, pero el daño para un futuro gobierno de coalición ya está hecho. Si en septiembre -pocos creen que en agosto se produzcan reuniones determinantes- se llega a un acuerdo, no apunta a resultar muy diferente de lo que se planteó por ambas formaciones en las últimas horas previas a la votación, con lo que se evidenciaría la pérdida de tiempo a costa del tacticismo partidista de los actores principales.
Resultó inédito ver a una de las partes implicadas, concretamente a Iglesias, lanzar una postrera oferta -no ostentar Trabajo a cambio de las políticas activas de empleo- en la recta final de la última intervención, como si un Gobierno de España tuviera que acordarse pidiendo un receso en el Congreso y repartiendo puestos en los pasillos de la Cámara Baja. La negociación, en directo. De la misma manera, la exposición previa de Sánchez había sido una lista de los supuestos agravios y rechazos protagonizados por Iglesias y los suyos. Un Iglesias que, conviene recordarlo, se retiró de la carrera vicepresidencial para facilitar el pacto, un gesto meritorio por lo anómalo y que costará de ver en otro líder. No será Sánchez, desde luego.
La tardía contraoferta de Iglesias, como era de esperar, no tuvo ningún efecto y ni siquiera llegó a ser objeto de análisis por el PSOE. La suerte estaba echada tras dos jornadas que han servido para constatar que los dos líderes de las fuerzas políticas que se necesitan tienen graves problemas, ya no solo de entendimiento, sino también de empatía y, por supuesto, de aprecio.
¿Qué será lo siguiente? Indudablemente, la batalla por la culpa. Una guerra que en la Comunitat Valenciana -con dos negociaciones de gobierno autonómico en coalición a las espaldas y otros tantos locales-, es de sobra conocida. Si no cambia nada, todo apunta a una doble vía que incluirá por un lado la negociación y, por el otro, tomar ventaja sobre el hipotético socio de cara a unas nuevas elecciones. Una hoja de ruta que, sin ánimo de hacer un spoiler, no termina bien tanto si hay gobierno de coalición como si se repiten los comicios, dado que un Ejecutivo con dos partidos que inician una convivencia de esa manera, apunta a sufrir de una inestabilidad crónica que, sumada a la poca fortaleza numérica en el Congreso, invita poco al optimismo para los votantes de izquierdas.