La editorial valenciana Grafito ficciona a golpe de viñeta la vida de la inventora y actriz de origen austriaco. Glamour, experimentos y espías nazis… ¿Quién da más?
11/02/2019 -
Hay existencias que discurren plácidamente, sin apenas sobresaltos. Los días rutinarios se suceden con dulzura aderezados muy de vez en cuando con algún temblorcillo que rompe la monotonía. Por supuesto, también se da el caso contrario: trayectorias rocambolescas en las que cada jornada trae un terremoto, un chute de emociones al límite, un derrape vital. En esta segunda categoría encajaría sin duda Hedy Lamarr.
Nacida en Viena en 1914, compaginó su carrera en el mundo del celuloide con su intenso afán inventor. De hecho, junto al pianista George Antheil, desarrolló la técnica del espectro ensanchado, antesala de lo que más tarde acabaríamos conociendo como wifi. Además, su papel en Éxtasis (1933) la convirtió en la primera mujer que interpretó un orgasmo en una película y también la primera en aparecer desnuda en la gran pantalla. Todo un escándalo. Tras escapar de un matrimonio infernal con el magnate de la industria armamentística Friedrich Mand, esta pionera de las telecomunicaciones llegó a Hollywood, donde participó en títulos como Lady of the Tropics, I Take This Woman, Noche en el alma o la legendaria Sansón y Dalila. Ahora, la editorial Grafito publica Objetivo Hedy Lamarr, un cómic en el que entremezcla vivencias reales de la actriz con dosis de ficción. Glamour, experimentos, misterio…y nazis tratando de hacerse con las investigaciones de la artista para mayor gloria del Tercer Reich. Los valencianos Ricardo Vilbor y Ángel Muñoz firman guion e ilustraciones respectivamente, mientras que Abel Pajares ejerce de colorista.
Sin embargo, la idea de poner en marcha esta travesía por el universo Lamarr no surgió de ninguno de ellos, sino de Yolanda Dib, una de las responsables de Grafito. Como sucede a menudo con esas figuras que se acaban convirtiendo en nuestros iconos personales, en obsesiones de referencia, la editora llegó a la polifacética actriz por casualidad: “mi marido me pasó un artículo sobre su vida y me pareció brutal e increíble su historia, no entendía cómo era posible que no estuviera mucho más difundida. Me estalló la cabeza. A ella no se le reconoció su trabajo hasta muchos años después, cuando ya era una anciana, y yo sentía que teníamos el deber de seguir fomentando ese reconocimiento”. La fascinación de la editora no se limita a los resultados obtenidos por la investigadora, sino también por sus inicios, por los adoquines con que ella misma se encargó de construir para poder seguir avanzando por la vida: “Fue prácticamente autodidacta, una persona hecha a sí misma y que se adentró en un mundo tecnológico en el que reinaban los nombres. Hay que tener en cuenta que se trataba de una mujer en los años 40 y que a nosotras todavía nos cuesta levantar cabeza en muchos sitios…”, apunta Dib. Por cierto, estimados lectores, si estáis ojeando este texto en el móvil o el portátil, ya sabéis, toca darle las gracias a Hedy. ¿Hecho? Ok, sigamos.
La prensa de la época la consideraba “la mujer más bella del cine”, una etiqueta bajo la que se escondía una mente burbujeante. “Era guapísima, sí, pero también muchas otras cosas”, apunta Dib. Lejos de la imagen frívola que proyectaban otras divas, Lamarr era pura inventiva científica, un baúl lleno de recursos e ideas que echar a rodar: “según explicaba su hijo en una entrevista, ella no paraba de pensar en cómo podía mejorar los objetos que tenía cerca: semáforos, mecheros, cajas de pañuelos… Su cerebro estaba hirviendo todo el tiempo. De hecho, mientras rodaba las películas tenía en su caravana una especie de kit de inventora que le había regalado Howard Hugues y cuando los demás se iban a beber champagne ella se quedaba investigando. Era una inventora brillante que circunstancialmente acabó convirtiéndose en actriz”, apunta Vilbor. El gran inconveniente con el que se topó fue nacer demasiado pronto: “Su invento se adelantó a su tiempo, no se podía aplicar todavía. El ejército de Estados Unidos lo archivó y cuando esos papeles se desclasificaron se descubrió todo el trabajo que había hecho”.
Tras un periodo de amnesia colectiva, la figura de Lamarr está siendo recuperada en distintos proyectos audiovisuales dominados por la fascinación. Su caso resulta especialmente sugerente, pero no es la única investigadora cuyo legado espera a ser desempolvado. “Parece mentira que todavía se tenga que reivindicar el papel de las mujeres científicas, pero es de recibo hacerlo. Y más que se tendría que revindicar. ¿Cuántas mujeres con aportaciones maravillosas se habrán quedado en el camino? Y es muy triste que ese trabajo que han hecho para la humanidad no reciba admiración. ¿Cómo es posible que no se haya hecho antes si ya estamos en el siglo XXI? No se entiende…”, incide.
Doble salto con tirabuzón
Sí, eso de que “la realidad supera a la ficción” es un lugar común tan manido y sobeteado a lo largo de la historia del periodismo que si decidiéramos usarlo en este artículo probablemente vendría la policía narrativa y nos multaría. Pero, qué le vamos a hacer, en el caso de Lamarr, el refranero cumple con creces. Una existencia tan rebosante de saltos al vacío y giros de guión que resultaría imposible de creer si no fuera cierta. Probablemente, empiezas una novela explicando que la protagonista de Sansón y Dalila indagaba en las tinieblas científicas que más tarde dieron lugar al bluetooth y cualquier escritor te tira el texto para atrás por considerarlo poco verosímil. “Jamás rizarías tanto un personaje como ese porque nadie se lo creería”, indica Dib. “Yo no conocía a esta mujer tan inteligente y, al ir leyendo el guion, me di cuenta de que la gente de esa generación estaba hecha de otra pasta. ¡Imagínate por todo lo que tuvo que pasar! Cuesta creerlo, pero fue así”, apunta Muñoz.
El cualquier caso, desde Grafito decidieron añadir un toque de imaginación a las peripecias de Lamarr. Y como bien saben los creadores de Indiana Jones, cualquier relato multiplica exponencialmente su interés si lo aderezas con un poco de espionaje nazi por aquí y por allá (y con un buen sombrero). “Nuestro objetivo es entretener. No queríamos una biografía al uso, sino utilizar la narrativa y la visualización del cómic para crear una obra que atrajera tanto a quienes desearan conocer al personaje como a los que solamente buscaran una buena historia. Por eso decidimos meter el juego de los nazis queriendo apoderarse de su descubrimiento, eso sí que nos lo hemos inventado”, apuntan en la editorial valenciana. Las cartas, siempre sobre la mesa.
Para Ricardo Vilbor, ese camino híbrido entre ficción y realidad fue el principal reto que se le presentó durante el proceso creativo. “La vida de Lamarr estuvo llena de aventuras y creo que la idea que tuvo Yolanda de meterla en un enredo de espías le va como anillo al dedo. Hay muchas versiones distintas sobre algunos hechos de su biografía, así que he mezclado elementos, he seleccionado lo más novelesco y con eso he intentado construir una historia rápida, vertiginosa y con alguna sorpresa”.
Más allá de la rocambolesca vida de su protagonista, si hay algo que destila esta novela gráfica es ese glamour del Hollywood dorado y el regusto del cine noir más clásico. Sombreros de ala ancha, humo, gabardinas, sospechas y whiskey en la barra. ¿Alguien ha dicho Humphrey Bogart? “Es un fanatismo mío, algo personal. Esas películas creaban unas atmósferas maravillosas, jugaban de una manera estupenda con la iluminación. También me encantan los vestidos y peinados de esa época…He disfrutado muchísimo dibujando la ropa de Lamarr”. Si hablamos de la estética escogida para poblar el libro, Muñoz lo tiene claro: “A mí siempre me había gustado la línea clara valenciana, ese estilo que se producía en España y en Francia. Esta obra es un humilde homenaje a todo eso, bebo directamente de esa generación de autores que publicaron en los 80”, resalta el ilustrador.
Viñetas todopoderosas
Viñeta a viñeta, este tipo de obras que conjugan palabras e ilustración van convirtiendo en añicos los prejuicios que intentan reducirlas a obras menores. Cualquier historia puede contarse a base de bocadillos y trazos ejecutados con talento. “El cómic no tiene barreras, es un medio muy versátil. Jugando con el estilo del dibujo y con el color, el cielo es el límite, no tienes ningún tipo de cortapisa excepto el tiempo, pues se trata de un trabajo muy laborioso”, apunta Dib. Las miradas de condescendía hacia estas obras se van reduciendo con cada nueva vuelta al sol y, para la editora, parte de ese cambio de perspectiva se debe “al fenómeno de la novela gráfica. Ha sido una forma muy acertada de acercar el cómic al mundo adulto. Mucho lector casual se está aproximando a este tipo de lectura y le está sorprendiendo mucho. También vemos que estas publicaciones ya no están solamente en las tiendas especializadas, sino que también tienen su huequecito en las librerías generalistas”. El cómic acabará gobernándonos a todos con puño de hierro.
“Es contradictorio, pero el cómic ha estado muy infravalorado durante mucho tiempo en una sociedad en la que lo que prima es la imagen. Cada vez que sales a la calle te bombardean con imágenes, aunque no te des cuenta”, resalta Muñoz al tiempo que subraya cómo la profesión de ilustrador “está muy mal pagada y casi ni se considera un trabajo, para muchos es un hobbie, pero una caricatura puede llevarte a la cárcel”. Para el guionista, el sector del cómic cuenta con un factor “que es a la vez ventaja y desventaja: no recibimos la misma atención que otros medios y esto nos da una libertad impresionante. No tenemos tantas restricciones ni arrastramos ninguna mochila”.
Un gran puchero en el que conviven todo tipo de ingredientes, así es el cómic desde la perspectiva de Muñoz, quien indica que estas obras “tocan un montón de disciplinas: moda, arquitectura, interiorismo, naturaleza, diseño de los coches, anatomía…En cuando a Hedy, he tenido que crear mi propia versión de ella, reinterpretarla a mi estilo”.
Por estos lares mediterráneos, la buena salud del cómic y su asentamiento en las instancias oficiales quedan reflejados en iniciativas como la reciente creación de un Aula de Cómic en la Universitat de València. “Es genial que las instituciones den más visibilidad a esta industria, lo necesita. Durante mucho tiempo el cómic ha estado un poco abandonado”, explica Dib. Según Vilbor,“se está prestando una atención a este mundo como no se había hecho hasta ahora. Un montón de valencianos destacan en este campo y con algo de ayuda seguro que surgen muchísimos más”
¿Y las Hedy Lamarr de 2045?
Según un estudio publicado el pasado año por la Fundación Cultura y Desarrollo, en el curso 2016-2017 las mujeres únicamente representaban el 25% de matriculados en la rama de ingeniería y arquitectura. Y eso que, según el mismo informe, casi el 55% de todos los estudiantes universitarios portaban nombre femenino. Ellas todavía son una minoría en las carreras técnicas. ¿Puede una obra como la que nos ocupa servir de aliento a las ingenieras del futuro? ¿Podría ser Lamarr el empujón para que las muchachas asalten la industria tecnológica? “Nuestra meta no era crear una obra divulgativa ni pedagógica, pero creo que puede tener impacto en las lectoras más jóvenes, puede servir como incentivo y como una forma de despertar su curiosidad. Por lo menos, que conozcan que ha habido otras mujeres antes que ellas”, apunta Dib. Ya se sabe, crecer con referentes puede obrar maravillas. Por cierto, en honor a Lamarr y coincidiendo con la fecha de su cumpleaños, cada 9 de noviembre se celebra el Día Mundial del Inventor. Triunfar en el cine, revolucionar la tecnología digital… ¿Vosotros cómo lleváis los buenos propósitos de 2019?
Peter Bagge ha decidido continuar la saga Odio, uno de los cómics icónicos de los años 90 y que, desgraciadamente, dejó de publicar. Buddy Bradley, el personaje que nos enseñó que el brillo del grunge y la juventud de esa década era más bien una luz desvaída, inserta ahora a su personaje en los EEUU de Trump y “el género fluido”, con cargas de profundidad la constatación de cómo ha bajado el poder adquisitivo de cada generación. La obra, ‘Odio desatado’, sigue igual, o sea, sublime