Un agente de la Guardia Civil porta a una niña herida en el atentado etarra de Vic. Foto: LLUÍS GENÉ/EFENo es ETA la que se disuelve. La Guardia Civil, La Policía Nacional, la justicia y la sociedad son los que han puesto fin a las acciones de los asesinos etarras. Este es el relato que debe pervivir y no entenderlo así es sucumbir a los mensajes y numeritos 'perfomance' que transmiten con sus programados comunicados.
Dicen los terroristas que disuelven todas sus estructuras. Falso. No hay estructuras. Ya están disueltas por la acción policial y judicial. Aseguran que ponen fin a un ciclo histórico y a su actividad política. O sea nada de autocrítica. Siguen a vuelta con el conflicto, ese lenguaje torticero que pervierte la realidad. Se permiten reconocer que han hecho mucho daño pero insisten en pedir perdón selectivo. O sea categorizan a las víctimas porque con algunas se “equivocaron”. Es tan nauseabundo y miserable que no merece comentario, por muchos vídeos que difundan en la BBC con el huido Josu Ternera como protagonista. La victoria de la sociedad todavía necesita algunos perdones. Muchos miraron para otro lado en esos años oscuros y dramáticos. Toleraron, consintieron, apoyaron y escondieron a los terroristas, mientras otros tenían que sufrir una doble victimización, el terror con la muerte de sus seres querido y el día a día en silencio, con el rechazo, el insulto e incluso la expulsión por parte de los que eran sus vecinos y amigos.
La justicia y la policía seguirán trabajando. En la Audiencia Nacional, la jueza Carmen Lamela ha cerrado la instrucción en la que pide que se juzgue por delitos de lesa humanidad a cuatro cabecillas de ETA responsables o autores de 20 asesinatos desde 2004 y que aún no han prescrito. Se trata de Josu Ternera, Txeroki, Ata y Gurbitz. Ente 1961 y 2018, más de 3.000 etarras han estado en la cárcel, después de que la Policía y la Guardia Civil desarticulasen más de 200 comandos. Hubo un antes y un después a partir de la colaboración de Francia. A día de hoy algo más de 300 etarras están en prisión en nuestro país y en Francia y otros 100 viven en Francia, Bélgica, Irlanda, México, Argentina, Uruguay, Brasil, Cuba y otros países. Todavía hay juicios pendientes y más de 300 asesinatos por resolver. El entorno etarra presiona para conseguir el acercamiento de los encarcelados a prisiones vascas. El Lendakari, Iñigo Urkullu, asegura que trabaja en esa dirección y anuncia que “Rajoy es sensible a un cambio en la política penitenciaria”. El Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy que de momento esquiva este asunto asegura “nada les debemos y nada les vamos a dar; haga lo que haga ETA no va a encontrar resquicio para la impunidad”. Por eso hay que luchar contra el relato que quiere prefijar la banda terrorista para enmascarar la realidad con su estrategia de comunicación.
La imagen del horror. 14 de Julio de 1986, Madrid. Hace calor. 7:45 de la mañana acabamos de dar los titulares en “El Primero de la mañana” (A3Radio). Escuchamos un estruendo brutal, las ventanas del estudio se mueven con un ruido ensordecedor. En un taxi en apenas cinco minutos llego a la plaza de la República Dominicana. Por la cercanía fuimos el primer medio en llegar. Coches retorcidos y quemados, todavía hay llamas, humo negro, olor a gasolina, fachadas de casas destrozadas y en un pequeño autobús con los cristales rotos asoman los rostros inmóviles y jóvenes de unos guardias civiles. Ambulancias, bomberos, policías y vecinos desesperados, horrorizados y en shock. Se monta el cordón policial y me quedo dentro y ya no me dejan salir. El trabajo de los policías es doloroso y al mismo tiempo científico. En bolsas de plástico negras recogen los restos de los niños-guardias civiles, -tenían entre 18 y 25 años-, y en bolsas transparentes las evidencias de la brutal explosión. Avanza la mañana y desde el teléfono de una perfumería de la plaza, -entonces no teníamos móviles-, puedo contar a Antonio Herrero primero y después a Jesús Hermida que me dan paso desde los estudios, que ha sido una furgoneta- bomba de color azul celeste, cargada con 35 kilos de Goma-2. Uno de los artificieros me explica que había otros 100 kilos de metralla y tornillería y que los explosivos estaban alojados en ollas a presión. En medio del caos vi un montón de rollos de papel higiénico mezclados con los amasijos y los cuerpos de las víctimas y que los etarras utilizaron para que no fueran detectadas las bombas. Cuando pude volver a la radio, los compañeros me decían que había hecho un buen trabajo y tenido mucha sangre fría para contar lo que veía. Seguía aterrada y durante muchos días no pude dormir. Tenía, tengo y tendré viva la imagen de esos niños-guardias civiles ¡Qué sinsentido! Murieron 12 guardias civiles y resultaron heridas otras 72 personas entre agentes y vecinos. El atentado fue cometido por el denominado Comando Madrid o Comando España. Sus sanguinarios miembros eran Idoia López Riaño, Juan Manuel Soares Gamboa, Antón Troitiño Arranz, José Ignacio de Juana Chaos, Esteban Esteban Nieto e Inés del Río Prado.
ETA y su barbarie. Estas son las duras y frías cifras que se aportan desde el CGPJ, Ministerio del Interior, Gobierno Vasco, Asociaciones de Víctimas y la Universidad del País Vasco: 60 años de terrorismo, 3.600 atentados, 7.379 afectados, 864 asesinatos, -de los cuales 358 están sin resolver-, 6.389 heridos, 86 secuestros, 10.000 empresarios extorsionados, 25.000 millones de € de coste económico, el PIB cayó un 10% y cerca de 500.000 vascos tuvieron que abandonar su tierra. Y por encima de todo el coste emocional y social de vascos y españoles y la sensación de que la memoria y el relato de lo ocurrido sea algo que se olvide.
Mirar al futuro y recordar. Es una buena noticia saber que ETA ya no existe y que a partir de ahora podremos recuperar libertad y no volver a sentir miedo. El dolor es difícil de apagar “no es el final que queríamos ni el que nos merecíamos” dice Consuelo Ordoñez, hermana del concejal del PP, Gregorio Ordoñez. Irene Villa, víctima en primera persona asegura “hay que mirar al futuro, pero también recordar”. Las víctimas y sus familias nunca recuperarán a sus seres queridos, pero la sociedad les tiene que devolver apoyo y reparación. Y los jóvenes y próximas generaciones deben conocer lo que ocurrió. Será la única manera de que la sociedad evolucione y restañe heridas. El tiempo conseguirá esta conquista si es que se anula la narrativa que quieren imponer de manera sibilina ETA y su entorno. Se trata de ganar el relato.
Soraya Sáenz de Santamaría y Mª Dolores de Cospedal, durante los actos del 2 de mayo. Foto: CHEMA MOYA/EFEEl Tablero
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