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La nave de los locos / OPINIÓN

Fuster sin complejos

Puestos a ser patriotas valencianos, la tarea más urgente sería rescatar a Joan Fuster de los fusterianos. ¡Vaya plaga la de sus seguidores! A todas horas lo pasean, por periódicos, institutos y universidades, sin espíritu crítico. El Fuster nacionalista envejece mal. Pero hay otro Fuster, el autor de los diarios y aforismos, que perdurará y será patrimonio de todos

11/03/2019 - 

Por el protagonista escogido para este artículo algunos pensaréis que me he pasado al lado oscuro de la fuerza. Tengo muchas para razones para hacerlo pero no esta, precisamente. Todavía no he renunciado a mis escasos y frágiles principios que, por lo demás, cambio cada semana.

Escribir sobre Joan Fuster es aún un campo minado. Casi treinta años después de su muerte, despierta tantas filias como fobias. Idealizado por sus partidarios (lo peor de Fuster son los fusterianos) y demonizado por sus enemigos, no hay manera de aproximarse al escritor de Sueca sin meterse en algún charco. O estás con él o estás contra él. Yo, sin embargo, prefiero permanecer en una zona templada al analizar su obra.

Conviene acercarse a la obra de Joan Fuster sin orejeras, reconociendo su valor literario como gran ensayista, por encima de las consideraciones políticas

Posiblemente no dedicaría estas líneas a Fuster —pues hay otros temas de mayor interés en la actualidad— si no hubiera visitado su casa museo recientemente. La componen dos viviendas situadas en la calle Sant Josep. En la planta baja de una de ellas vivió el autor, que nació el mismo año que mi padre. Allí escribió, fumó, bebió y sufrió un atentado en la transición. Le pusieron dos bombas y sobrevivió de milagro. Recomiendo visitar el museo porque nos revela muchos aspectos interesantes del ensayista valenciano.

Fuster fue un gran lector. Su biblioteca está formada por 25.000 libros. En vida escribió miles de cartas de las que se conservan copias. Su letra era menuda, como cagaditas de gorrión. En las vitrinas están expuestos manuscritos y documentos relacionados con su vida privada y profesional de periodista y escritor. También fue abogado. Pero nada se dice de su temprana militancia falangista, lo cual no debería escandalizar porque ha habido también grandes escritores en lengua catalana, como Llorenç Villalonga, que fueron admiradores de José Antonio. Además, el museo alberga obras que MiróTàpies y Alfaro le regalaron.

Sus tesis políticas, condenadas a envejecer

La visita a la casa museo de Fuster es breve. En ella pueden verse las primeras ediciones de todos sus libros. Hace años leí, por recomendación de una persona de cuyo nombre no quiero acordarme, Nosaltres els valencians. A mi entender, este libro pertenece a la parte de la obra que ha perdido importancia con los años. Está condenada a envejecer. Su idea, entre imperialista y autoritaria, de incluir a València en unos fantasmagóricos Països Catalans sólo puede calar en mentes soñadoras y dogmáticas. Por suerte, la inmensa mayoría de los valencianos ha dado la espalda al pancatalanismo de Fuster y sus herederos. Este Fuster nacionalista carece de interés para mí. El ideólogo se come al escritor. Los políticos nacionalistas, sin embargo, continúan utilizándolo en el proyecto de ingeniería social y cultural que emprendieron hace cuatro años y desean continuar tras las elecciones autonómicas.

Pero hay otro Fuster que sí me cautiva: es el autor del Diccionari per a ociosos, Consells, proverbis i insolències y Sagitari. Ahí se revela como uno de los grandes ensayistas españoles de la segunda mitad del siglo XX. Hace años Manuel Vicent se lamentaba de que Fuster apenas fuese conocido en el resto del país. La indiscutible calidad de su obra lo merecía. Estoy de acuerdo con Vicent. Se trata de un gran escritor, maestro de la literatura del yo, un hombre de talento indiscutible (y allí donde hay talento, yo siempre me quito el sombrero), que nunca abandonó el escepticismo aprendido de los moralistas e ilustrados franceses, sin olvidar a Michel de Montaigne, nuestro mejor amigo. Luego está el Fuster poeta, desconocido para muchos, autor de libros estimables como Escrit per al silenci y Ofici de difunt.

Rescatar a Fuster de los temibles fusterianos

Hay muchos Fuster donde escoger: el autor de diarios y aforismos, el poeta, el ensayista, el escritor de periódicos. Conviene acercarse a su amplia obra sin orejeras, reconociendo el valor literario por encima de las consideraciones políticas. No es empeño fácil porque enfrente estarán siempre sus temibles seguidores, que lo adoran como si se tratase de un santo laico, sin el más mínimo espíritu crítico. ¡Ay quien ose criticar al Maestro y sus dogmas de fe! ¡Será arrojado a las tinieblas del fascismo español! Admitámoslo con notable pesar: Fuster está secuestrado por los fusterianos. Liberarlo de ellos constituye una obligación patriótica (¡sí, patriótica!) y la única manera de que sea patrimonio de todos los valencianos, vengan de donde vengan, piensen como piensen, como sucede hoy con Vicente Blasco Ibáñez, Ausiàs March y Miguel Hernández.

Hay que leer a Fuster como lo que es, un gran ensayista, siempre con un punto de originalidad sobre el acontecer cotidiano, y no como el paladín de una supuesta identidad nacional que a muchos nos las trae al pairo. He dicho.

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