Un personaje de DC que apareció por primera vez en Batman tiene una exitosa serie propia con la particularidad de que es una mujer, está gorda y sus gustos cuando se quita el traje son los tebeos, la ciencia ficción, los juegos de mesa y los blogs
BARCELONA. Solo tres superhéroes me han despertado un mínimo interés a lo largo de mi vida. El Hombre Máquina, por una serie limitada futurista bastante lograda situada en el año 2020 que nunca dejé de leer hasta que desapareció y que, de adulto, volví a comprarme. Presentaba un mundo dominado por las grandes empresas, incluida la policía, donde el negocio de la venta de robots generaba una trifulca que se resolvía a yoyah con el Iron Man del 2020, que seguía mamándose como de costumbre.
En este completo artículo se contextualiza toda la obra. En los años Reagan el desarrollo delirante del capitalismo y la llegada de la tecnología doméstica dio lugar a esta aventura que tenía su punto Blade Runner. El Hombre Máquina se reencontraba con Yocasta, otra robot, se amaban, todo era muy decadente, llovía. Tenía ese punto Ridley Scott y sobre todo Syd Mead, arquitecto de nuestros sueños en los 80.
Pero a los superhéroes profesionales, podríamos decir, que se toman en serio a sí mismos y su papel a la hora de velar por la ley y el orden, o viceversa, nunca les he prestado demasiada atención. Ni siquiera al revolucionario Watchmen, de Alan Moore, que cayó en mis manos fuera de época y no pude apreciar que fuese la quintaesencia como observa tanta gente con mucho mejor criterio.
No obstante, a día de hoy, existe cierto revuelo por el hecho de que los superhéroes sean cada vez más inclusivos y eso sí me interesa. Desde hace tiempo, cada vez hay más personajes femeninos que toman mayor protagonismo, hay una representación más variada de todas las razas humanas que viven en el globo terráqueo y también más homosexuales.
Empezó Pantera Negra, en los 60, primer negro con superpoderes, continuó con la Patrulla X interracial de los 70, con nativo americano, Ave de Trueno, o un soviético, Coloso, y más adelante Estrella del Norte, que se dijo que era gay y finalmente en 2012 contrajo matrimonio con Kyle, su novio, en un convite lleno de mutantes del que se habló en los grandes medios.
Todo esto está muy bien, pero también se trata de una política de inclusión, digamos, oficial. Sigue los criterios por los que también se rige cualquier político. Porque luego habría otros criterios de inclusión, si lo pensamos, que ya cuestan más. Lo acabamos de comprobar recientemente con la chica que ha decidido no depilarse las piernas y le ha caído encima la de dios.
Y ocurre lo mismo con el peso. Las mujeres gordas son automáticamente excluidas de cualquier protagonismo mediático o en la ficción y si de rebote aparece alguna las críticas pueden ser despiadadas, como si tuvieran que pedir perdón por existir, generando una neurosis por la delgadez entre todo el mundo que es de bofetada continua. Han convertido hasta la palabra gorda en un tabú.
En Valiant, sin embargo, han dado el paso en el mundo de los cómics. Este importante paso. No me pregunten si se trata de una decisión más oportunista que oportuna, lo han hecho y ya está. Faith es una superheroína, tiene su propio tebeo y desarrolla en él su propia personalidad. Es gorda, le gusta la ciencia ficción, lee comics y tiene un trabajo alienante con unos jefes psicópatas ¡Por fin una persona normal!
Llamo a José Luis Viruete experto en estas lides, y le pregunto por posibles antecedentes de Faith. Aparte de nuestra querida Gorda de las Galaxias, de Nicolás, que pacificaba el espacio exterior con amor o con leñazos, según se terciase, quizá la única superheroína gorda que ha existido antes de Faith fuese Gran Berta, de Los Vengadores de los Grandes Lagos, pero que no era realmente gorda. Su superpoder era variar su volumen. Porque en realidad era una supermodelo, Ashley Crawford, que se hinchaba para lo que considerase oportuno. Ese no era su metabolismo real.
Faith, de nombre como superheroína Zephyr, sí muestra sin ridículos pudores su verdadero metabolismo. Es huérfana desde que sus padres murieran en un accidente automovilístico, la crió su abuela y lo que más le gusta es leer tebeos y ciencia ficción. Cuando descubre que es una psiot con poderes, puede volar y tiene telequinesis, se integra en un grupo, Los Renegados, y se dedica a luchar contra el mal.
Lo mejor es su tapadera. Elige ser periodista, de nombre Summer Smith, y la tienen escribiendo posts sobre cultura popular en una oficina, artículos sobre listas de cosas y todo eso que bien conocemos todos en esta, nuestra red. Sus jefecillos capataces la persiguen para que aumente el número de visitas, mientras ella fantasea con los actores de éxito. Su primera miniserie, que comenzaba impidiendo que unos malhechores robaran unos cachorros de mascotas interponiéndose entre ellos y las balas, fue sold-out.
En la última serie que ha salido, cuyo número 11 sale el 3 de marzo, siguen dándose circunstancias divertidas. Mientras que es una superheroína que asombra a Los Angeles, en realidad solo quiere ser estar con sus amigos metiéndose sesiones de juegos de mesa como los protagonistas de Big Bang Theory. Mención especial para un número en el que salva a Hillary Clinton de un atentado en un estadio, trama que coincidió con las elecciones en Estados Unidos. La verdad es que se me ocurren cien millones de viñetas que leer antes que Faith, pero me haría ilusión que un hijo se enganchase a los tebeos con ella en lugar de como nosotros, con tanta Barbie y tanto maromo musculado.