El director de cine e historietista francés Benjamin Renner firma la deliciosa película de animación El malvado zorro feroz
VALÈNCIA. Una cigüeña que se desentiende de su reparto, un zorro que apadrina polluelos, un conejo y un pato que asumen las tareas de Santa Claus… El director de cine y dibujante de cómics Benjamin Renner adapta sus propias historietas para un trío de fábulas hilarantes, El malvado zorro feroz.
El cineasta de animación, responsable de la deliciosa Ernest & Celestine, nominada al Oscar en 2012, vuelve a dar protagonismo a los animales en una propuesta de animación 2D que llega a nuestras pantallas el próximo 1 de junio
“Honestamente, no soy bueno dibujando seres humanos, pero si elijo darles voz a los animales es, sobre todo, por la tradición de fábulas de Jean de La Fontaine. Es una lectura muy habitual en la infancia y una de las mejores maneras de reflexionar sobre la humanidad. Además, sirve a un lenguaje universal con el que conectas con cualquier cultura, así que resulta más fácilmente exportable”, se justificaba el director en el pasado Festival de Toronto.
En principio, Renner tenía planeado rodar tres cortos, pero finalmente reunió los tres relatos en un largo. Para unificar los contenidos, la película está planteada como una obra de teatro dividida en tres actos donde se narran otras tantas historias de animales de granja ingeniosas, ágiles y de humor sofisticado.
Su propuesta le debe mucho a Los cuentos del gato encaramado, de Marcel Aymé, pero también a Jean-Jacques Sempé y a René Goscinny, autores de la saga El pequeño Nicolás, y a Peyo, responsable de Spirou y de Los pitufos.
Entre las referencias audiovisuales, Renner cita las películas de Hayao Miyazaki y el cine clásico de Charles Chaplin y Buster Keaton, De hecho, Renner y su co director, Patrick Imbert, recurrieron al subgénero del slapstick como recurso cómico: “En el cine mudo, como los personajes no disponen de voz, han de desarrollar una coreografía corporal para hacer reír al público. Y nosotros también hemos querido servirnos de esa farsa, de esa violencia física indolora y de ese humor crudo”.
El historietista reconoce la extrañeza con la que vive la adaptación de sus propios cómics al cine: “En un tebeo es más fácil contar una historia, porque tú marcas el ritmo en las páginas para procurar altos en la narración, mientras que en animación, no puedes dar tiempo al espectador para recrearse, así que cuando eliminas viñetas para agilizar la acción en la película, entras en una dinámica de auto disculpa”.
Para facilitarse la tarea, recurrió a una visión externa, la de Jean Regnaud, que hizo las veces de coguionista. “Adaptarse a uno mismo es un ejercicio realmente difícil, porque tiendes a perder objetividad. Es mejor disponer de una perspectiva exterior, la distancia que otro autor pueda tener. Por ejemplo, creímos que algunos chistes funcionarían igual cuando se animaran, pero no tenía por qué ser necesariamente así. Algo que funciona de maravilla en una serie de dibujos no siempre funciona en la animación”.
Los tres segmentos realizan un guiño inteligente a las responsabilidades ligadas a la paternidad, con cuitas animales sobre la adopción y la custodia compartida. Así, en Un bebé que entregar, una aprovechada y ebria cigüeña les encarga a un conejo, a un pato y a un cerdo que devuelvan un bebé humano a sus padres. Y en El malvado zorro feroz, un zorro que no es capaz de atrapar a una gallina es persuadido por un lobo para robar sus huevos, con la esperanza de comerse a las crías cuando nazcan. Hay gallinas atacadas, un perro caradura, un lobo flemático, un zorro asustado y unos polluelos adorables.
El director también se sirve de estas historias antropomórficas para reflexionar sobre la identidad, los estereotipos y los esfuerzos por adaptarse a la vida en sociedad: “Se supone que los lobos son los villanos de todos los cuentos, pero no hay un componente de maldad, sino que en su naturaleza está comer otros animales. A partir de ahí, fácilmente puedes jugar con los roles y subvertirlos”.
Renner cuela este tipo de análisis sociales en sus historietas y en sus películas, pero hay lecturas subjetivas que se le escapan. Verbigracia, cuando estrenó, Ernest y Celestine, un periodista israelí le confió que era una metáfora perfecta sobre la convulsa situación de su país. Y como la publicación de la novela gráfica El malvado zorro feroz coincidió con el debate nacional en Francia sobre el matrimonio homosexual, “los lectores vieron en la maternidad adoptiva del zorro y en la biológica de la gallina a dos mamás. Es lo que sucede con las fábulas, que al ser generales y moralistas, cualquiera puede verse reflejado”.
En el acto final de la película, La Navidad perfecta, un conejo y un pato intentan enmendar el homicidio accidental de Santa Claus, entregando los regalos a los niños ellos mismos.
El sueño del codirector del filme de animación, Imbert, es que la tercera parte se programe en televisión cada 25 de diciembre. “Cuando eres crío, todas las Navidades se repiten historias sobre Scrooge y Mickey Mouse, así que hay que renovar el surtido”.
En opinión de ambos realizadores, llega un momento en la carrera de un dibujante de animación en el que hay que relatar una historia de Navidad. Y Renner no descarta acometer un día un relato sobre el Día de San Valentín o “una historia estúpida sobre cómo esconde los huevos el conejo de Pascua”.
De nuevo, aseguran, protagonizadas por perdedores, relatos tiernos sin edulcorantes.
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