En 1785, Carlos III convocaba un concurso de diseño para cambiar la enseña nacional, la misma que más de dos siglos después sigue vigente como la bandera española que todos conocemos
VALÈNCIA. A finales del siglo XVIII España era una de las mayores fuerzas navales del mundo. En sus barcos ondeaba el paño de fondo blanco de los Borbones, cuyo escudo hacía de bandera de las naciones en las que reinaba la dinastía. No era la bandera de una nación, sino de sus territorios (vamos, que lo de las naciones es un invento moderno), y el escudo de armas ya con Felipe V (1683-1746) reemplazó a la Cruz de Borgoña como representación de la casa real.
Pero el hecho de usar una bandera blanca en sus barcos de guerra generaba problemas por la mala visibilidad de la misma, sobre cielos azules o blancos y haciendo ondear un escudo que fácilmente se perdía sin referencias o contrastes de ningún color. Y así es como un malentendido naval entre España e Inglaterra (un confuso ataque de los ingleses, por error) fue el detonante para que Carlos III (1716-1788) se decidiese a un cambio de bandera, no sólo para la armada naval sino para la marina mercante también, y convocó un concurso de diseño para escoger nueva enseña.
Antonio Valdés y Fernández Bazán,Capitán General de la Real Armada (una especia de Ministro de Marina), a las órdenes del rey, preparó un catálogo con los doce bocetos que recogió en un álbum como opciones para que Carlos III escogiese personalmente el diseño. Lo que no está muy claro, dos siglos después, es si el propio Valdés y Fernández Bazán fue quien realizó la docena de propuestas, pero la que éste colocó la primera de todas fue la que el rey eligió.
¿Por qué escogió la roja y amarilla? Porque sí. Porque lo quiso Carlos III deshojando la margarita que le fue presentada, que ya era en sí un descarte de colores no utilizados en otras banderas del momento. El cromatismo no obedece a valores históricos o simbolismos patrióticos, sino que el factor determinante fue que no volviese a dar pie a malentendidos, así que, casi por descarte y porque el amarillo y el rojo generaban muy buen contraste con el azul de fondo (entorno naval), eran llamativos y por eso la mitad de los bocetos planteaban esta solución de color. De hecho, las rayas horizontales eran otra solución estética en común en las doce propuestas, y responde también a un criterio práctico, ya que ondeando al viento continuarían viéndose bien.
No pesó realmente en la elección ningún criterio simbólico ni heráldico, y se eligió puramente por condicionantes de ergonomía visual. De hecho el grosor de las franjas se cambiaría a posteriori, precisamente por un tema de ajuste óptico para que en la lejanía quedasen igualados los pesos y de paso pudiera caber a mayor tamaño el escudo de armas. Un proyecto de diseño desde cero, y como tal, no puede huir del típico caso de make my logo bigger.
Rafa Company, director del Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat, es quien me descubrió la historia del concurso de diseño de la bandera española, a raíz de la exposición Les imatges del poder, actualmente en MuVIM, sobre estrategias iconográficas a través de la numismática, obra pictórica, retratos oficiales y fotoperiodismo. Y es que, aunque pueda parecer que la figura de un sólo gobernante (rey, emperador, dictador, presidente…) tenía un peso decisivo incluso a la hora de escoger símbolos para toda una nación, al hablar con Company al respecto todo parece que ha evolucionado en este aspecto con cierta naturalidad normalizada: “El hecho de que una dinastía haya consolidado un emblema es una convención de códigos simbólicos que afectan al estrato social de la nación. Tiene importancia el individuo, pero todo se desborda rápido, el símbolo coge fuerza por sí sólo y deja de ser de alguien para ser de la comunidad, como algo casi consensuado.”
“Quien abandera el símbolo se convierte en el símbolo” añade Company. “En un principio, los emblemas sólo tenían la misión demostrarse en la batalla, pero inevitables connotaciones como la identificación de bandos hicieron que de forma natural estos símbolos y banderas representas en valores o ideologías, objetiva o subjetivamente, según facciones”. Al contrario que la heráldica, las banderas fueron el ejercicio de síntesis de los escudo sde armas para la guerra, pero si cruzamos el charco, las banderas de los estados norteamericanos, por ejemplo, lejos de heráldicas de un pasado que no tienen, rememoran elementos a menudo de la naturaleza o sus tradicionales sellos.
El origen naval y por concurso de la rojigualda (el término gualda vino después, haciendo referencia cromática al oro utilizado en heráldica) no hace más que confirmar que las naciones son un invento. Lo corroboran también casos como la formación de las autonomías en España, para las que hubo que crear apresuradamente banderas autonómicas en muchas ocasiones vacías de valores, inventadas, totalmente proyectadas desde el diseño como las de La Rioja o la Comunidad de Madrid.
Y es que cada vez son más las banderas que rompen con el pasado heráldico que condicionaba sus diseños. De hecho hay casos muy interesantes de enseñas creadas desde la simbología y la síntesis, como proyectos de diseño. Como por ejemplo la Ikurriña, creada en1894 para identificar el territorio de Bizkaia y adoptada en 1979 como bandera oficial de Euskadi, un ejemplo moderno de bandera creada desde cero, con una mezcla de ingredientes simbólicos como el fondo rojo y el verde del roble del escudo de Bizkaia o el aspa por la Cruz de San Andrés. O la famosa hoja de arce, bandera de Canadá de1965 como reemplazo de la del Reino Unido a partir del trabajo de un comité designado para el proyecto que eligió entre tres diseños finalistas y convertida hoy en emblema nacional.
La importancia de los diseñadores radica en hacer un buen encargo basado en valores o tradiciones, una evolución histórica o de la heráldica en un sentido más sintético, lo que general enguajes visuales contemporáneos y soluciona problemas técnicos, ergonómicos o de reproducción del pasado.
El tema de las banderas gusta a muchos diseñadores porque se da un caso perfecto de branding y diseño de marca como síntesis de valores. El creativo Carlos Rubio de la agencia valenciana Ladies& Gentlemen, desde el punto de vista del diseño es tajante: “Me parecen feas el 97% o más”.
Rafa Company insiste en que no sólo es el diseño de la bandera, sino quién la lleva. “¿Por qué hay quienes queman banderas? ¿Por feas? No, hay quien odia banderas por lo que le transmite quien la porta.” En este sentido, tanto Company como Rubio destacan el caso de la bandera nazi, con un símbolo que se apropiaron de culturas primitivas (la esvástica es la representación de un sol que gira, relacionado con la prosperidad y el bienestar), estéticamente es muy potente y un gran diseño demarca, pero nefasto con el significado histórico adquirido. Una bandera podrá estar desprovista de valores,pero éstos serán otorgados por la gente que la ensalce o la abomine, luego son, al fin y al cabo, una invención necesaria para la dualidad enfermiza del ser humano.
La diseñadora Melani Lleonart está alineada con este pensamiento de que las banderas no siempre unen: “Para mí, significan separación y diferenciación respecto a ‘los otros’. Una bandera es un símbolo que lejos de representar un país o su unidad, muestra una etiqueta o un modo de catalogar a las personas.” Y es que a menudo encontramos este uso excluyente de las banderas, más de actualidad que nunca en España.“Las banderas dividen más que unen y no dejan de ser un código gráfico como podría haber sido cualquier otro”, continúa Lleonart, “detrás de ellas hay demasiado rencor y odio, por lo que nunca me he sentido identificada ni emocionada por ninguna.”
A la hora de escoger una favorita, la diseñadora valenciana se decanta, además de por la bandera verde de la playa, por la bandera LGTBI ideada por el diseñador y activista Gilbert Baker en los 70s: “Me quedo con la bandera arcoíris, por la lucha que representa en la búsqueda de la igualdad real en la que todavía queda mucho por hacer. Que los colores representen diversidad y valores positivos es mucho más noble que cualquier bandera que simbolice separación y fronteras.”
El director del MuVIM también lo tiene claro a la hora de elegir bandera: “Mi preferida es la bandera italiana, porque es lo más parecido a una marca comercial que conozco y nace por influjo de la tricolor francesa,que también me encanta. Tiene vinculaciones a un país y a productos que me gustan.”
Coincide con Melani Lleonart también Carlos Rubio en su gusto por el arcoíris, quien desde su agencia Ladies & Gentlemen precisamente se encargó de la campaña municipal del Orgullo LGTBI de València este 2017. Pero además, Rubio destaca otra bandera: “Mi bandera favorita, desde un criterio puramente estético, es la deJapón. Hace relativamente poco descubrí que sentía cierta fascinación o fijación por las circunferencias, me di cuenta cuando vi que muchas fotos que hago se centran en formas circulares. Además, la osadía que supone poner un círculo rojo sobre un fondo blanco, así sin más.”
Cuando me preguntan qué haría como diseñador para unificar con una bandera o resolver conflictos, contesto siempre que estoy más por la labor de hacerlas desaparecer. Realmente el argumento a favor de las banderas se basa en la rivalidad, en la diferenciación como apuntaba Melani Lleonart, en el odio de una sociedad no preparada para darles un trato de relato historicista que, no lo olvidemos,tiene su origen en la guerra.
Ha habido intentos globales de crear una bandera mundial para identificar al planeta Tierra. Banderas universales que anticipan la rivalidad con otras posibles civilizaciones que también jueguen a las banderas. Ya en1970 James W.Cadle hizo algunos bocetos, y dos años después John McConnell firmaría La bandera de la Tierra estampando en tela azul una fotografía denuestro planeta. The World Flages a la propuesta de bandera internacional creada en 1988 por Paul Carroll, y Anne Kirstine Rønhede hizo un diseño minimalista en 2000 como símbolo de unión. El español Pedro Manuel Quesada López creó su propia síntesis en forma de barras representando los estratos y contenido del planeta en 2008, y el sueco Oskar Pernefeldt firmó la suya en 2015, con reminiscencias olímpicas y que parece ser la que ha tenido mayor acogida para ser usada en expediciones espaciales.
La respuesta no está en el diseño o en el rediseño de nuevas banderas. No hay restyling ni apaño visual que valga con formas tan vetustas de entender la segregación.La eliminación de las banderas es el camino, pero no obstante hay trabajos interesantes en el campo del diseño entorno al concepto de la bandera.
Volviendo y cerrando de nuevo con el concepto recurrente de las naciones como un invento moderno, le cojo prestado su monólogo al recientemente fallecido Federico Luppi en Martin (Hache) (Adolfo Aristarain, 1997): ¡La patria es un invento!