La Orquesta de Valencia ya tiene deberes para la próxima temporada: iniciar su conexión con Ramón Tebar, su nuevo titular. Un acierto la designación. También la oficialización de un acuerdo que llevaba meses cerrado y resultaba erróneo mantener en la sombra
VALÈNCIA. Ramón Tebar, que no les engañen, era el elegido para ser el nuevo titular de la Orquesta de Valencia (OV) desde hace mucho tiempo, meses. Tanto como el transcurrido desde que se descolgó de la carrera por la sucesión Gustavo Gimeno. Hasta yo, que no suelo saber casi nada de nada, lo conocía. Hasta este mismo diario lo publicaba hace algo más de un mes sutilmente para no levantar demasiadas polvaredas.
Así que, no sé de qué se sorprenden algunos, incluido un sector de la propia orquesta más que al corriente. Habían dado su visto bueno. Otra cosa es que se adelantaran los acontecimientos y que determinadas velocidades quedaran al descubierto, pero por ingenuidad o bisoñez.
En algo sí tienen cierta razón algunos. Si me utilizan políticamente para dar por amortizado al anterior, al menos que me lo confirmen oficialmente con cierto margen de tiempo para no quedar al descubierto. Pero todo este circo mediático montado en torno al supuesto “inesperado” nombramiento de Tebar vamos a dejarlo como parte del espectáculo en sí mismo, que también viene bien en estas fechas estivales sin apenas grandes noticias.
Sin embargo, yo haría una segunda y hasta una tercera lectura. ¿Si tenemos a un director valenciano, con una carrera meteórica y apenas cuarenta años apalabrado, dispuesto, con un futuro prometedor y además reúne todos los requisitos exigidos: joven, preparado y con trayectoria internacional, qué necesidad había de esperar? Salvo si su futuro en el Palau de les Arts como principal director invitado y viendo como transcurre por aquella casa las circunstancias artísticas fueran a ser otras. De hecho, por allí hay dos directores principales cuya relación interna, cuentan, no parece ser la más óptima.
Esto es como el fútbol. Puedes comprometer a un año vista una joven promesa brasileña o coreana y llegar dentro de unos meses el City o el PSG para llevárselo por el doble de lo inicialmente pactado. Y aquí paz y allí gloria. Yo no diría que no. Menos a estas alturas. En este mundo ya no existen románticos que jueguen por una camiseta cuando hay tanto negocio e intereses pululando y eclipsando atardeceres, que diría Neruda.
Así que seamos serios. Y aunque Tebar no salga tan barato como una simple promesa del balón —13.000 euros brutos por concierto— al menos sabemos qué es lo que cobrará durante su contrato. Y lo mejor, nadie lo mareará.
No niego que hubiera estado bien un poco de incertidumbre, nervios escolares, quinielas que tanto gustan a los periodistas, que el aficionado valorara las batutas invitadas —con sorteo de embutidos y bombones incluido—, pero, con el asunto más que claro, mejor atajar el camino, dejar el panorama despejado y ponerse a trabajar lo antes posible, que es lo importante.
Tampoco parecía lo más oportuno tener a una orquesta que cuesta un pico sin titular un año y en supuestas ascuas, pasando de batuta en batuta invitada cuando está de conmemoración e igual le hace falta también un poco de disciplina. Mejor compromiso directo desde el 1 de septiembre y sin dudas que puedan distraerla.
Otro asunto es la ingenuidad. Alguno/a debería escuchar consejos y recabar experiencias. Pero a lo que íbamos. Ya sabemos que Tebar será el cuarto director de nuestra orquesta en su era, digamos, contemporánea tras Galduf, Gómez Martínez y Traub. Es un buen elemento y la orquesta lo aprecia y valora. Algo muy importante y esencial. Recuerden la espantá en su día de Carlo Rizzi.
Vicent Ros, director del Palau de la Música, ha sabido resolver con astucia, rapidez y discreción el futuro inmediato de la orquesta, el colectivo al que ha puesto como estandarte del futuro del Palau de la Música. Para algo Ros ha sido uno de ellos durante muchos años, conoce las sensibilidades e inquietudes de cada uno de los profesores y quiere lo mejor para su colectivo. Todo ello junto a una programación que siempre ha de combinar sorpresas, normalidad, grandes nombres, compromisos de altura y otras novedades, como es el caso de la que se avecina. Así que, objetivo cumplido.
Que se anuncie ahora o después algo comprometido hace tiempo no tiene la menor importancia. Lo preocupante hubiera sido cerrar un compromiso verbal y quedarse dentro de un año en cueros. Ahí sí hubiera tenido un auténtico problema la OV, el Palau de la Música y el propio consistorio. Intentar resolver a la carrera y sin margen una ecuación a pocos meses de una nueva temporada sin planificación previa hubiera sido un laberintico camino hacia el caos. Ahí sí hubiera sido momento de reivindicar gestión y responsabilidades. Pero no ha sido el caso.
En menos de doce meses, el Palau ha devuelto el agua a su cauce de la mano de su nueva dirección, se ha instalado la normalidad artística, la oferta está siendo diversificada y las expectativas van en aumento. ¿Qué más se puede pedir? Ojala todo fuera igual a ambos lados de río Grande.
Lo realmente importante es saber que la OV va a tener un director a su altura y que existe un compromiso de su dirección musical y gerencial para convertirla en embajadora de la ciudad. La orquesta, como ya he dicho en otras ocasiones, está en un momento muy especial. Va hacia arriba, aunque los músicos no sean del todo conscientes y el humo a veces ciegue su mirada. Tienen por delante un futuro más que prometedor. Eso es lo importante. Todo lo demás, numeritos innecesarios.
PD. Cuando Tebar, en una de sus primeras declaraciones, hablaba de trabajar «de la mano» con Les Arts supongo que no se estaría refiriendo a esa hipotética fusión de orquestas que dé servicio a ambos auditorios de Valencia y que tantas veces se ha valorado en la intimidad.