El triunfo de Pablo Casado en el congreso del Partido Popular nos deja muchos aspectos de análisis sobre cómo se ha ido transformando la manera de hacer política en España y cómo ha afectado a todos los partidos, viejos y nuevos
El Partido Popular ha sido el último en apuntarse a las primarias para elegir a su líder, pero creo que lo ha hecho razonablemente bien. Una campaña con varios candidatos y no con el clásico dúo entre el oficial y el “palmero” para justificar el proceso de elección. Han realizado una campaña que recordaba más a las de Estados Unidos para elegir a los representantes de los partidos que a las que suelen producirse en España, donde se suele saber de antemano quien va a ganar y las bases se supeditan a lo que el aparato impone.
Una campaña similar, aunque más sorprendente porque venía de una derrota y de haber salido del partido por la puerta de atrás, fue la que protagonizó el actual presidente del gobierno, recorriendo España y recopilando la confianza de los militantes del PSOE que lo eligieron de nuevo secretario general frente a la decisión que había tomado la ejecutiva socialista. Esto se puede considerar un triunfo del voto directo, de la democracia popular, y en gran medida lo es, ahora bien, debemos valorar con espíritu crítico que a veces los militantes pueden elegir a un líder que no sea el que más favorezca la intención de voto del partido. No votan igual los fieles de un partido que los millones de votantes anónimos que pueden decantarse por unas siglas u otras por factores mucho más superficiales y emocionales.
Si hace un año nos cuentan el actual panorama político, les confieso que no habría dado credibilidad a la actual situación. Y en el caso concreto del PP, mucho me costaba imaginar diferentes voces hablando de cómo querían que fuera el partido o qué principios y valores consideraban que debían conformar la columna vertebral de esta fuerza política. Pero los tiempos vienen impuestos por cambios repentinos, muchas veces provocados por factores exógenos e inesperados y nos hayamos con un panorama radicalmente distinto. Los cuatro partidos más importantes de España en votos y diputados tienen como líder a varones de entre 37 y 46 años, lo cual es una tendencia en presidentes europeos, desde Francia a Grecia pasando por Austria.
Este nuevo tipo líder suele reunir las condiciones que en teoría política se le atribuyen al liderazgo carismático, es decir, el que emana de la personalidad y la presencia, saben controlar sus emociones y mostrar seguridad y personalidad, en definitiva, cuidan al detalle las formas sin descuidar el fondo, intentando lograr el deseado equilibrio. No solo de fotos vive el político, pero como se suele decir, “una imagen vale más que mil palabras” y sino que se lo digan al nuevo inquilino de la Moncloa.
Con el triunfo de Pablo Casado se demuestran varias cosas: que el trabajo a pie de calle, el recorrerse España, el hablar y saber explicar y transmitir con ilusión y convicción unas ideas, sigue impactando, epatando y atrayendo a la gente (en este caso a los militantes populares); que de alguna forma la política española –aunque sea a nivel de política interna– abraza ese estilo directo al estilo de los diputados británicos que tienen que conocer, visitar y rendir cuentas ante sus votantes; y también demuestra que la mejor manera de plantar batalla ante el adversario político es con las mismas armas.
Ahora el tablero se equilibra porque todos los líderes dominan la escena y la oratoria, algunos con más acierto y con más benevolencia por parte de la naturaleza, pero ya no habrá una desigualdad entre quien planteaba argumentos de fondo con solemnidad de una manera aburrida y monótona como Rajoy y la frescura y naturalidad de Rivera o la habilidad y cinismo de Iglesias –por la desvergüenza y descaro para decir literalmente lo contrario de lo que hace–; y ahora entra en liza la oratoria directa, contundente pero no estridente y la seguridad que transmite el nuevo presidente popular.
Al señor Casado no le espera una tarea sencilla, y no por sus rivales políticos sino por los mediáticos, los verdaderos fiscales y jueces de la vida pública española en estos años locos, quienes pueden acabar con la carrera de quien consideren siempre que no sea de izquierdas o nacionalista. Pues para éstos está reservado el olimpo de la presunción de inocencia y del pasar de puntillas por las noticias incómodas; ¿o han visto un bombardeo televisivo, radiofónico y periodístico para pedir a Sánchez que justifique el uso del avión oficial para ir al FIB?.
Ese es el verdadero reto y ya les digo que lo tiene harto complicado, como muestra clara y desoladora, hace unos días escuché una interesante entrevista al nuevo presidente de la FAPE –Federación de Asociaciones de Periodistas de España– y cuando le preguntaron porqué no denunciaban la incomparecencia del presidente Sánchez ante los medios, se hizo un incómodo silencio donde casi faltó responder “porque es de los nuestros”.
Casado reivindica su legado estos casi cuatro años y expresa su lealtad en esta nueva etapa a Feijóo, al que desea "mucho acierto"