Rajoy, Puig, Oltra, Montiel, Ribó... Todos suben los impuestos cuando no hay elecciones a la vista. La diferencia es que uno de ellos prometió no hacerlo
VALENCIA. La ventaja de las subidas de impuestos que hace la izquierda respecto a las de la derecha es que no podemos sentirnos engañados. El PP presumía en la campaña del 26J de ser el único partido que prometía bajar los impuestos. Los partidos más a la izquierda prometían abiertamente subirlos para aumentar la recaudación –no es siempre así– y poder gastar más "para las personas", mientras otros hablaban de "reformar" el sistema impositivo sin mojarse demasiado para no asustar al votante. En las elecciones autonómicas de 2015 ocurrió algo parecido entre los partidos valencianos.
Desde que George Bush padre ganó las elecciones de 1988 tras dirigirse a las cámaras con aquel "Read my lips: no new taxes" (lean mis labios: no más impuestos), la promesa incumplida de no subir impuestos, y hasta de bajarlos, es un clásico en las democracias occidentales. Y parece efectivo, porque entre votar a uno que promete menos impuestos y hacerlo a quien no promete nada la gente prefiere creer al primero, no vaya a cumplir.
Luego, la promesa incumplida se castiga de distinta manera. Bush padre perdió las siguientes elecciones frente a Bill Clinton –"es la economía, estúpido"– y Mariano Rajoy volvió a ganar después de incumplir su promesa de 2011, y volvería a hacerlo tras incumplir, ahora, la de 2016.
En 2017, sin elecciones a la vista, suben los impuestos. Así, en general. Suben en todas las administraciones, unos más que otros y para unos más que para otros. Montoro dice sin sonrojarse que es una subida "neutra" que no afecta a consumidores, familias, autónomos ni pymes, como si los bebedores de refrescos o de alcohol y los fumadores no fueran de este mundo.
Cree el ministro que la mayoría no fumadora vamos a aplaudir el castigo a los fumadores, o que a los puristas nos va a parecer bien que se grave doblemente a quienes echan Coca-cola al whisky, pero lo cierto es que los 200 millones que, por ejemplo, espera recaudar por el impuesto a los refrescos con azúcar los vamos a pagar los consumidores, sean familias, autónomos, asalariados o los parados.
Dice Montoro que ese nuevo impuesto que a Rajoy se le olvidó mencionar en campaña electoral es para luchar contra la obesidad, como si los refrescos azucarados fueran lo único que engorda. De ser así, ¿no sería más lógico gravar directamente el azúcar, o es que teme Rajoy que le recuerden cuando criticó a Zapatero por subir "el IVA de los chuches"?
En la misma línea de velar por nuestra salud, sube Montoro el impuesto sobre el tabaco y el de bebidas alcohólicas excepto la cerveza y el vino, que como todo el mundo sabe son la mar de saludables según las fundaciones que sin ánimo de lucro se dedican a encargar estudios al respecto.
La mayor parte del sablazo, eso sí, recae en las empresas a través del impuesto de sociedades. También para empresas y trabajadores sube la base máxima de cotización a la Seguridad Social, pero también la mínima –un 8%–, con el aumento del Salario Mínimo Interprofesional. ¿Esto tampoco afecta a las pymes?
¿Y qué dice Rajoy? Pues lo de siempre, que bajará los impuestos en cuanto sea posible. Que las elecciones tocan en 2020, pues un poquito antes. Read my lips...
El Consell de Puig y Oltra también sube impuestos, aunque baja otros, todo con permiso de Montiel, que ha forzado una subida aún mayor para las rentas altas y una mejora para las bajas. Una reforma fiscal que nadie podrá acusarles de no haber prometido ni de que no sea progresista, aunque sus efectos pecan de optimismo en impuestos como el de Donaciones. Si castigan las donaciones en la medida en que se ha hecho, no pueden esperar que la gente siga haciendo donaciones en vida como cuando estaban bonificadas.
En las últimas semanas se han sucedido las jornadas y encuentros de empresas familiares para evaluar los efectos de la reforma. Según cuentan los empresarios asistentes, la conclusión es: Si tienes oportunidad por tener piso y oficina allí, cambia tu domicilio a Madrid. Algo le debe de haber llegado a Ximo Puig, que no deja de denunciar el "dumping fiscal" de la capital.
Sube también los impuestos Joan Ribó, a las grandes empresas, a las pymes –aunque para él una empresa que facture 2 millones de euros ya no sea una pyme– y a la clase trabajadora. Porque el aumento del precio del bonobús un 6,25% es un sablazo a la clase trabajadora, que es la que utiliza el autobús. Y la excusa de que lo sube porque Rajoy no paga lo que le toca a la EMT es una burla a esos ciudadanos, porque Rajoy –como Zapatero– nunca han pagado lo que tocaba, así que la situación no es nueva. Será nueva cuando pague, esperemos que muy pronto, y entonces veremos si baja el bonobús y cuánto.
Por segundo años consecutivo, el PSPV se ha estrellado con el populismo en su intento de elevar los sueldos de los altos cargos del Consell, que, fuera de demagogias, son ciertamente bajos para la responsabilidad que tienen.
Como subirse el sueldo está feo, el aumento debería hacerse el último año de legislatura y con efectos a partir de la siguiente. Es decir, los partidos deberían acordar en 2018 que los altos cargos de la Generalitat cobrarán un sueldo razonable –el de ahora no lo es– a partir de julio de 2019, gane quien gane las elecciones. Así nadie podrá acusar a los actuales gobernantes de querer subirse el sueldo.
Dejo ahí la propuesta, consciente de que no es fácil porque a ver quién vota eso en plena precampaña electoral.