EL SUR DEL SUR / OPINIÓN

El péndulo del 10N

17/11/2019 - 

Las elecciones del 10N dejan un nuevo mapa electoral, muy parecido al del pasado 28A en cuanto a los bloques, por con un importante cambio de protagonistas en el centro derecha. Ciudadanos ha sido casi borrado del mapa; Vox es la tercera fuerza y el PP de Pablo Casado ha recuperado brío, insuficiente, pero ha recuperado. En la izquierda, el PSOE no ha logrado su objetivo de sumar más escaños y Unidas Podemos ha visto como las candidaturas de Más País le han penalizado en alguna circunscripción. Al final, como han coincidido muchos analistas, el 10N ha castigado a aquellos que no hicieron posibles las alianzas previsibles y, además, ha impulsado los extremos, el ideológico de la derecha y el territorial, con la irrupción de la CUP. Al fin y al cabo, estos iba de movilizar y han sido esos extremos los que más han movilizado: desde su punto de vista, era un voto muy convencido, que en la intimidad que permite el sobre cerrado, no tenía ninguna vergüenza sobre el posicionamiento que estaba adoptando, por las razones que fuera: el voto de las dudas, o el desengañado, fue el que no compareció.

¿Cómo se traduce esto en la provincia de Alicante? El reparto de escaños es bastante elocuente. El PSOE sigue siendo la fuerza más votada, ha mantenido bastante fidelidad en el voto, aunque tiene 19.000 menos y tiene los mismos escaños. Los socialistas se mueven en las mismas cifras que desde 2011, con una media de 240-250.000 apoyos. Quizás el temor no deban tenerlo los dirigentes socialistas, pero si la izquierda en su conjunto que ha perdido un escaño. Unidas Podemos también se ha dejado 20.000 votos pero con un precio más alto, tiene un escaño menos, y la subida de Més Compromís, con 5.000 votos, no le ha reportada nada. La izquierda tiene actualmente unos 383.000 votos, casi los mismos que obtuvo el PSOE en 2008, con Rodríguez Zapatero en su momento más álgido. Posiblemente, su momento más alto en el conjunto fue el pasado 28A con 416.000 papeletas. De ahí que si en su conjunto la izquierda quiere igualar o ganar el reparto de escaños debe analizar, de nuevo, la alianza entre Podemos y Compromís, que en las convocatorias de 2015 y 2016 le reportó 200.000 votos y siempre tres escaños. Actualmente, ambos suman 150.000.

Si hay un vencedor en esta contienda electoral es el bloque del centro-derecha, con la espectacular subida de Vox, que ha ganado 50.000 votos respecto al 28A. El PP ha recuperado 30.000 votos, y la suma de las ganancias de los primeros y los segundos, 80.000 votos, más otros 29.000 (abstencionistas) es lo que ha perdido Ciudadanos. Actualmente, el centro derecha suma 443.000 votos, lo que supone, todavía, una cifra muy inferior, a los que reunió el PP en la provincia de Alicante en sus mejores citas, como lo fue en 2011 y 2008, con 489.000 sufragios, bordeando o superando el 50% del voto.

¿Qué conclusiones se pueden extraer en el seno del centro derecha? Descontados los abstencionistas de Cs, está claro que hay un sector de la derecha que todavía ve al PP como algo tibio y que vota a Vox porque quiere más contundencia en determinadas cuestiones, como pueda ser la política territorial, la inmigración o cuestiones económicas. Ese voto ha crecido después de los últimos acontecimientos, incluida la exhumación de Franco. El voto siempre estuvo ahí, las cifras de las grandes victorias del PP así lo certifican, pero es evidente que ahora no hay reparo para expresarlo en las urnas de forma diferenciada. A diferencia de lo que pasaba cuando los grandes casos de corrupción a afectaban al PP, que posiblemente lo retraía en la abstención, ahora ese electorado si que está activo, y lo está para expresar un malestar hacia a la situación política en general, y al establishment de su partido madre, el PP, en particular. Quizás lo estuvo más en otras épocas, pero como suele suceder en la política española los cambios suelen prolongarse en el tiempo. Pasó con Podemos, y con Ciudadanos, hasta que le salió un competidor potente por la derecha. La suerte que ha tenido Pablo Iglesias es que la empresa de Íñigo Errejón no ha logrado sus objetivos, pero pudo correr la misma suerte.

La formación de Albert Rivera ha pagado en esta cita muchos errores. Pero en el caso más doméstico, el que nos importa, lo que parece claro es que hay una doble alma en ese partido; y que la más progresista hubiera querido otro desenlace del 28A que no fuera la repetición electoral. Lo vio y lo escuchó todo el mundo, excepto su líder, hoy ya dimisionario, atrapado por las circunstancia. Ahora en la Comunitat Valenciana, ese debate saldrá a flote en los próximos días, si no lo ha hecho ya, con una pugna sin cuartel por el control del partido, de los grupos políticos y quién sabe si de los asesores. 

Con este contexto, y con Ciudadanos muy desdibujado, que el PP vuelva a ser la fuerza hegemónica del centro derecha, como lo fue entre 1995 y 2015, pasa por saber modular y atraerse el voto de Vox, lo cual depende de cómo se resuelven, si se resuelven, cuestiones de ámbito nacional como Cataluña o la recesión económica. Pero por lo pronto, el PP debe hacerse la cuenta de que deberá contar su votos -y posiblemente su participación en gobiernos- para poder volver al poder en La Moncloa o en otras instituciones porque de momento no se ve la suficiente conciencia democrática para prescindir del apoyo de Vox. En eso, desgraciadamente, estamos lejos de Europa. Está por ver si la utilidad del voto le da para marcar más distancia con Vox, pero como en todo, las circunstancias de cada momento decidirán. 

Lo que si parece claro es que entre ellos no habrá dudas para aliarse. De momento, el bipartidismo no ha logrado sus objetivos, y el electorado sigue apostando por los contrapesos, aunque, particularmente, el de la derecha es una fuerza que cuestiona la propia Constitución y rechaza el Estatuto de Autonomía de la Comunitat Valenciana. Veremos qué marca el próximo péndulo. Está claro que en este 10N se ha escorado, de nuevo, por ese xilófono de colores que es la participación. 

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