VALÈNCIA. Los cómics del guionista Zidrou no son fáciles. Algo tan maravilloso como Lydie no deja de ser turbador y en cierto modo doloroso. A la mayoría de los lectores les chifla, pero su lectura toca puntos donde no debe. Zonas de nuestra sensibilidad que no se muestran al alcance alegremente. Lydie, que iba de actuar como que alguien que ha muerto no lo ha hecho, a pesar de recurrir a un alivio fantástico para desdramatizar semejante tragedia, no es una lectura sencilla para alguien que tenga muertos cercanos en la memoria. Ni que decir tiene si se trata de un caso igual al del tebeo, el del fallecimiento de un hijo.
En El crimen que tú cometiste, publicado por Norma en España en 2017, de nuevo las sensaciones que se transmiten son ásperas. El argumento es de una ambigüedad escalofriante e incluso puede tratarse de un cómic conflictivo, porque trata un fenómeno, el asesinato de mujeres por parte de sus parejas, que a la sociedad actual le resulta absolutamente insoportable.
En ese aspecto, Zidrou y su dibujante, Philippe Berthet, juegan con fuego porque el corte clásico de la historia, un noir de la vieja escuela, con femme fatale, pueblo pequeño e infierno grande, su sheriff y su taberna de macarras, choca frontalmente con todos los tratamientos de género actuales. Desde esa óptica, se le pueden poner muchos peros a lo que se presenta. Sin embargo, si entendemos que se trata de una ficción y entendemos realmente al personaje principal, la cosa cambia. Zidrou baila de nuevo a los lectores, que no con ellos, y al final del álbum te deja, como dirían los americanos, twisted.
Hay varios factores que inducen a la confusión con la que el autor nos burla. El dibujo de Berthet es una línea clara impecable, de colores luminosos. La historia se despacha en 60 páginas. Es rápida, sintética. No se carga de detalles sobre los protagonistas. Los que hay son los que son, los más contundentes y que van marcando los giros.
Con esa presentación, la evolución espectacular que experimenta el protagonista no se espera. Normalmente, algo así vendría envuelto en mayor densidad. Si fuese más ágil, estaríamos ante un cómic simplista, de consumo banal, y si tuviese más profundidad sería otra cosa. Pero en ninguno de los dos casos podría ser una historia que brilla como un relámpago como es esta.
El sustrato de El crimen que tú cometiste es el qué dirán. A la hora de hablar de un hombre que muchos años después vuelve a su pueblo en busca de una especie de redención, algo así sería ineludible. Por supuesto, al tratarse de un pueblo pequeño, también está presente el doble sentido de cada suceso. La doble vida, a veces hipócrita, otras oscura, de cada habitante del lugar.
En ese juego de búsqueda de uno mismo, en el que la asesinada mujer del protagonista aporta su versión de los hechos apareciendo como un fantasma, todos los personajes actúan movidos por algo que en realidad solo ha cambiado en un papel. Quien creían que era un asesino, ahora no lo es. Quien había sido una persona excelente toda su vida, de repente resulta que había sido el asesino. Todos se ven obligados a cambiar, pero claro, solo en apariencia, porque en los pueblos pequeños la vida real va por otros derroteros que no se ven a la luz del día.
Ese cambio, producido por una carta que escribe un hombre antes de morir, tendrá de nuevo consecuencias. Pero con lo que nos hiela el alma Zidrou es con la construcción de la verdadera personalidad de sus personajes. El paisaje humano que ofrece es hosco y repugnante. La mentira forma parte de todos e incluso les ayuda a vivir. El egoísmo masculino aparece retratado en su faceta más repulsiva posible. La vulnerabilidad de las mujeres ante su fama, su reputación, es escalofriante.
Al mismo tiempo, es también una obra de amor. Al menos un personaje sí que amaba, entre tanta sordidez, y cuando se entienden sus sentimientos uno los percibe como la única luz del relato. En contraposición, los remordimientos, la imposibilidad para superar los errores y las injusticias que uno ha cometido, se manifiestan implacables. Capaces de dominar toda una existencia.
El resultado final no todo el mundo podrá verlo igual, pero es un cómic que podría admitir una lectura feminista. Al final subyace una crítica a la idea tóxica de que una mujer pertenece a un hombre cuando es su pareja. Es ese concepto, el de la posesión, el que convierte a un hombre que así lo entiende en basura.