VALÈNCIA. Dwomo llevan más de diez años afincados en València. Algunos de sus últimos proyectos musicales han surgido aquí, otro los han desarrollado en su etapa valenciana. Entre estos últimos figura ParmeSans, el grupo dedicado a revisar la música japonesa desde una perspectiva poco japonesa. Su primer disco, Orient, acaba de aparecer en el sello Hall Of Fame. Mientras, fieles a su propia tradición, el Dúo Caifás –cuya mitad no es otro que Antonio Iglesias, mitad a su vez de Dwomo- emprende una nueva Gira Crucis. En ella interpretarán canciones de Jesucristo Superstar durante la semana santa en diversos locales valencianos entre el 29 de marzo y el 1 de abril.
Los conocí en Madrid. Eran un dúo que no encajaba en ninguna corriente musical, uno de esos cuerpos extraños que navegan libres. Me gustó mucho el álbum Hijos de un domador. Les entrevisté y, como sucede a veces en estos casos, nos hicimos amigos. Repasé sus discos anteriores. Discos de nombres enigmáticos y atractivos. Osinaga (es un planeta, explicaron en su momento). Mi padre. Usted. Discos donde cualquier convención era susceptible de ser pulverizada. No había reglas, sólo canciones hechas con imaginación y sin restricciones de lenguaje. Había reggae, referencias a Japón, amor por la música manifestada sin miedo a nada. Ellos definían su música como cosmic cocktail. Eran Dwomo. Coque Lorán y Antonio Iglesias. Un hallazgo.
Lo siguiente que supe de ellos es que estaba entrevistándoles en Valencia por la aparición de Cómo moscas en diciembre. Quedamos en una crêperie para hablar sobre el disco y acabaron coincidiendo allí con el batería de un grupo japonés que conocieron la noche anterior. Era mayo del 2007, la víspera de la Copa del América. Coque y Antonio llevaban poco más de un año viviendo en València. Decidieron trasladarse aquí por motivos personales. Madrid, según me dijeron entonces, se había convertido en una ciudad hostil e intuyeron que aquí todo sería más sencillo. Y, al fin y al cabo, Dwomo es un grupo que encaja perfectamente en cualquier ciudad. Cantan en tantos idiomas y tocan tantos estilos que podrían ser de cualquier parte.
Dwomo es un dúo divertido, estrambótico, arriesgado y con muchísima información musical dentro. Todo esto me lo contaron en aquella crêperie junto al Micalet, en una época en la que yo me fijaba mucho en esta torre por una cosa que andaba escribiendo entonces. Meses antes, cuando me contaron que se trasladaban a València, les advertí también de los peligros que conlleva vivir aquí. Tomaron nota pero no se arredraron. Igual que su música, Coque y José Antonio son como el padre de la canción aquella de los Temptations, llaman a hogar a cualquier sitio en el que cuelguen el sombrero. El single que habían sacado por aquel entonces era una versión country y en inglés de ‘Un velero llamado libertad’, de José Luis Perales. También habían grabado una canción en valenciano llamada ‘Bombes de xocolat’, a raíz de una pastelería que habían descubierto en Sagunto.
Se fueron a vivir a Russafa. “Nos gusta mucho el Carmen –contaban entonces-, la parte antigua, donde convive la tradición con lo más chic, o Russafa, que es multicolor y mixto. Nos encanta la playa de la Malvarrosa y también la Avenida de la Horchata, en Alboraia, que además, está junto a la huerta. La escena cultural alternativa los acogió con los brazos abiertos. Eran, no lo olvidemos, los años difíciles. Bueno, no, no hace falta ser tan suave. Eran los años de mierda. La osadía de nuestros gobernantes de entonces estaba llegando a unas cotas insultantes, y de aquellos lodos están ahora llenos los tribunales. Pero entonces parecía que todo parecía bien, la Fórmula 1, los fastos en torno al Papa, Canal 9 on fire, La Punta expropiada, el Cabanyal bajo el punto de mira. Y en medio de todo ese escenario, Dwomo, que sí, venían de Madrid donde la situación tampoco era para disparar un castillo. Rápidamente pasaron a formar parte de ese underground local en el que se había convertido toda aquella propuesta cultural que no encajaba en el discurso oficial. Dwomo lo asumieron como buenos francotiradores que son y se lanzaron a trabajar. Oficiaron como dj’s, como productores, como músicos de sesión y de directo. Se mimetizaron con algunas de las propuestas de la escena local y siguieron produciendo como si nada. Cada tanto nos veíamos; se movían tanto que era imposible no verlos. Entonces sacaron Disco Dios, con aquella maravillosa portada de Calpurnio, el que podríamos denominar la primera obra de su etapa valenciana.
Antonio y Coque vinieron un día de visita a El Saler. Les había hecho un encargo que aceptaron entusiasmados. Había programado un ciclo de conciertos en el Octubre Centre de Cultura Contemporànea. Lo bauticé como Intercanvis y consistía en una serie de grupos y artistas de la Comunitat Valenciana versionando libremente a otros artistas de la Comunitat Valenciana. Un proyecto muy dwomo al cual invité a participar a Dwomo en calidad de “grupo adoptivo”. Jorge y Antonio miraron entre mis discos, preguntaron, escucharon sugerencias. Después se volvieron a casa con toda aquella información y siguieron indagando. Unos meses más tarde, en otoño d e2009, inauguraron Intercanvis con un concierto memorable, el Octubre lleno hasta la cuatribarrada. Invitaron a músicos de Las Máquinas y Felón y su Mierdofón. Adaptaron a su lenguaje canciones de Vídeo, Amor Sucio, Esgrima, Ovidi Montllor, Colonel Pipo, In Fraganti, RC Druids.
Cuatro años más tarde, apareció Electroshock taronger. Dwomo canta a Valencia. En él incluían versiones de estudio de casi todas aquellas canciones. Fue el inicio de otra fructífera relación, la que establecieron con el simpar Luis González, alias Caballero Reynaldo. El disco se publicó en su sello, Hall Of Fame, uno de esos espacios artísticos que, como Dwomo, viven y sobreviven al margen de modas y caprichos, publicando única y exclusivamente aquello que su responsable considera que merece la pena. Luis así lo hace con sus propios discos y con los de talentos tan dispares como Señor Mostaza, Pentaronika o, por descontado, los fabulosos Dwomo. No solamente saca discos del dúo, también publica otras de sus aventuras musicales presentadas bajo otros nombres. El disco de Parmesans es lo último al respecto. Un álbum en el que niegan el concepto de karaoke para hacer con él justo lo contrario, música viva realizada a partir del folclore oriental.
Hace tiempo que no coincido con Jorge y Antonio. Una de las última veces fue cuando este último formó parte del grupo que montó Remi Carreres para interpretar un tema de Bowie en el primer concierto homenaje que se realizó en la ciudad en su memoria. Antonio sigue también fiel a su tradición de interpretar, en compañía de Gilbertástico –alma gemela-, canciones de Jesucristo Superstar durante la semana santa bajo el nombre de Dúo Caifás. “Ser una mosca en diciembre –comentaban hace once años, cuando hablábamos del álbum homónimo- tiene que ver con eso, con la desubicación y la resistencia. Las moscas se resisten a morir de frío en un invierno obligatorio. Nosotros nunca nos sentimos desubicados en València. Si acaso, dulcemente desubicados. La ubicación no nos afecta, pero sí creemos en lo que hacemos y lo defendemos hasta el final”.