LA VILA JOIOSA. José Rubio es un tipo simpático, pero no conocido por ese nombre. Alcarreño de nacimiento, quizás no sea un hombre (muy) conocido en el municipio de La Vila Joiosa, donde reside desde hace años. Sin embargo, si mencionamos su según apellido, y su firma gráfica, la de Malagón, a lo mejor nos suene, y mucho. Sus viñetas han ocupado las páginas de opinión de otrora gigantes del papel como El País, Abc o 20 Minutos. Y como el confinamiento dio para mucho, el propio Malagón fue quien tuvo la idea de hacer un anecdotario histórico de La Vila Joiosa a través de sus calles y sus barrios, capaz de seducir propios y extraños, con sus originales interpretaciones gráficas de este enclave de la Marina Baixa. Y así nació Desde la rotonda de Whashington. Paseo errático y atemporal por el casco urbano y término de La Vila, que fue recogida por QC Creativos, Toni Bru y Carlos Ruiz Soler, que creyeron que la persona adecuada para acompañar la mordaz visión de un grafista de Alcalá de Henares era Albert Alcaraz, sociólogo y documentalista, guardián de los tesoros bibliográficos vileros, y, además, profesor de la Universidad de Alicante.
A través de 32 capítulos, el libro recoge hitos urbanos de La Vila con sus propias anécdotas interpretadas por el propio Malagón. Sin ir más lejos, el titulo del volumen, la rotonda de Washington no es ninguna alegoría a la capital estadounidense ni al político, no. Habla de las conexiones de La Vila, en general, y de la puesta en marcha de la circunvalación, en 2005, en particular. Rinde homenaje al afable operario (Washington), natural de Ecuador, que durante meses, mientras duraban las obras, dirigió el tráfico con su señal, con una sonrisa, en la rotonda norte del municipio.
O como el topónimo de La Creueta perdura en la nomenclatura popular, y ha resistido a la oficialidad onomástica, pues con anterioridad fue bautizada como Miguel Primo de Rivera (entre 1939 y 1981) o Juan Carlos I (hasta julio de 2020). Y todo ello, pese a que la citada creueta (una pequeña cruz de hierro) está en el mismo sitio de antaño, y cuesta un poco encontrarla. "Se sitúa en una esquina de un sinuoso parque infantil, y otrora arbolada y concurrida glorieta", escribe Alcaraz.
Algo parecido le pasa a la calle Álvaro Esquerdo, que recibe ese nombre por la filantropía del hijo predilecto de la ciudad, que costeó la escuela de su barrio, l'Ermita, primero, y sufragó después el primer grupo escolar del municipio, allá por 1923. Pues a pesar de ello, todo vilero conoce esa vía por la calle Llimons, y no por el nombre del médico filántropo. La calle debe su nombre a los huertos de limones que se levantaban en el margen del río, que posteriormente fue la principal arteria del municipio y la principal zona de expansión urbana, en la que nacieron, curiosamente, el psiquiatra José María Esquerdo y Zaragoza.
También es original la manera con la que Malagón interpreta la primera vez que en las fiestas de Moros y Cristianos, las de 1947, se alzaron victoriosas las huestes de la media luna, cuando la tradición dice que la cruz siempre acaba imponiéndose. "Stop Desahucios", reza en el castillo que grafía José Rubio, que finalmente acabó por los suelos -y sin una victoria de guante blanco, como interpreta el guion de la fiesta- por el frenesí festivo que se impuso esa vez en La Vila tras 21 años sin celebrar las fiestas.
Y como estas se relatan un sinfín de anécdotas históricas que sirven para conocer los entresijos urbanos de La Vila, todos ellos interpretados por el humor de Malagón. Por ejemplo, de cómo la calle Colón de La Vila vivió su momento de esplendor después de que el Gordo de la Lotería de Navidad de 1900 dejara un millón de pesetas de la época y se narran las propuestas que se lanzaron sobre cómo invertir el dinero; de cómo El Mercantil se convirtió en un sitio de tertulias políticas y desde donde se dio la bienvenida a la visita de Alfonso XIII, Azaña dio un mitin o se gritó Viva España, Viva Franco, los últimos días de la Guerra Civil. También se relata como un pescador le pidió un salmonete (un nuevo puerto pesquero) al rey Alfonso XIII cuando visitó La Vila para inaugurar la línea férrea entre Alicante-Dénia. Y le dijo salmonete porque así fue como el pescador tradujo la palabra moll (puerto), pese a que la polisemia no coincidía.
La disputa de La Cala entre Benidorm y La Vila, que al final cayó en un trozo del lado del Finestrat, es otros de los hitos que descubre Desde la rotonda de Whashington. En realidad, lo que hoy conocemos como La Cala, y que comparten los dos municipios, se llamaba Cala Morales por una torre vigía que se denominaba Torre Morales.
Alcaraz concluye su recorrido en la playa Paradís, donde el insigne psiquiatra Doctor Esquerdo abrió una sucursal del manicomio que dirigía en el barrio madrileño de Carabanchel. A Esquerdo se le preguntó porqué ejecutó tal proyecto: y dijo que aquella instalación no era para los vileros, sino una residencial vacacional para los internos de Carabanchel porque hacer (textualmente) "un manicomio en la Vila para vileros resultaría una tarea harto dificultosa pues supondría cercar todo su término municipal". Nadie se escapaba de la mirada ácida y crítica del insigne doctor, ni en Madrid, ni en su pueblo natal, que tanto conocía y quería, pero que también padecía. Una mirada que dista mucho de lo que se expone en el libro. Como dice Alcaraz, "una bendita locura, que define a una población que ha sabido sobreponerse con ingenio y esfuerzo a decenas de calamidades y que ha crecido, más a golpes de impulsos que de estrategia, y que haciendo honor a su nombre (La Vila Joiosa), por momentos, ajena a la realidad, pervive alegre y gozosa". Y todo ello lo retrata, con más humor que el del propio Doctor Esquerdo, el propio Malagón.