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la pantalla global

De qué hablamos cuando hablamos de cine 'indie' español 

La vida al margen de las producciones apadrinadas por las grandes cadenas televisivas es difícil, pero posible

3/11/2017 - 

VALÈNCIA. El Festival de Cine de Albacete ha celebrado este año la segunda edición de Abycine Lanza, un Mercado del Audiovisual Independiente que pretende ser un punto de encuentro para creadores y profesionales que buscan dar salida a proyectos en fase de desarrollo o postproducción. Entre sus alicientes, la convocatoria de dos ayudas en colaboración con Castilla La Mancha Media, por importe de 15.000 euros cada una, y de otra destinada a películas ya rodadas que se encuentren en fase de postproducción, en este caso por valor de 7.000 euros. Parece una cifra escasa, y lo es en el contexto global del presupuesto de un film, pero entre los títulos que optaron a conseguirlo el año pasado estaban Verano 1993 (Estiu 1993, Carla Simón) o Júlia Ist (Elena Martín), dos películas que, una vez terminadas, han protagonizado un extenso y exitoso recorrido por festivales nacionales e internacionales. Para ellas, toda ayuda es poca, porque se manejan en parámetros low cost, muy alejados del cine mainstream que se produce en nuestro país. ¿Existe, por tanto, un cine independiente español?

En el marco de Abycine Lanza se ha presentado este año una propuesta de la mano de la pequeña distribuidora Con Un Pack, que pretende instaurar unos Premios del Cine Independiente Español. Su intención es la de recoger una serie cada vez mayor de películas ignoradas sistemáticamente por la Academia en los Premios Goya y, al mismo tiempo, ponerle el cascabel al gato a la hora de establecer los criterios según los cuales una producción española puede ser considerada independiente. Según el primer documento de trabajo presentado a medios y profesionales por Hugo Serra y J. J. Montero, responsables de la distribuidora, entrarían en la categoría las películas por debajo del millón de euros de presupuesto (aunque se baraja que la cifra pueda bajar hasta el medio millón), que no hayan sido distribuidas ni participadas por las majors estadounidenses y que no estén producidas o participadas por las televisiones privadas, dejando por el momento en el aire el papel de TVE.

Dos velocidades

En el cine español actual ha desaparecido la clase media. Están las películas que cuentan con la ayuda de Atresmedia y TeleCinco Cinema (o que están directamente producidas por ellas) y todas las demás. “Ni siquiera tengo la sensación de que estemos en el mismo ecosistema. El único lugar donde coincidíamos eran las subvenciones del ICAA (Instituto de la Cinematografía y las Artes Visuales), y ya se las han quedado enteras”, asegura Isaki Lacuesta, director de La leyenda del tiempo (2006) o Los pasos dobles (2011), ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián. “Me pregunto qué intersección puede haber entre lo que me interesa a mí y lo que le puede interesar a las grandes compañías. Como espectador me gusta mucho tipo de cine, por lo que debería existir ese lugar de intersección, pero no acaba de aparecer. Yo no descartaría hacer otras películas, del mismo modo que rodé un documental para el canal TCM, que no deja de pertenecer a una multinacional, o una serie para Antena 3 que finalmente fue descartada”. En el mismo sentido se pronunciaba Pedro Aguilera coincidiendo con el estreno de su última película, Demonios tus ojos. “Yo trabajo en publicidad y me adapto a los encargos, no soy un bicho raro radical. Hay un grupo de gente bastante amplio haciendo cosas muy buenas en España. No solo cine independiente, también comercial. Y con pocos medios, porque casi todos lo estamos haciendo por amor al arte, por proponer cosas nuevas y enriquecer el panorama. Pero si sigue así la situación, si nadie reacciona y piensa que de alguna forma eso también puede dar dinero, va a ser difícil seguir. Puedes hacer dos, tres películas, hay una pasión, en mi caso adicción, por hacer cine, pero llega un momento en que no acaba de tener sentido. Espero que plataformas como Netflix o Movistar se fijen en nosotros y nos utilicen”.

Movistar ya invierte más dinero en producción que el Estado Español, y Netflix ha sido fundamental para poner en marcha proyectos tan personales como Amar (Esteban Crespo, 2017), estrenada este año. “Mi película no podría entrar en los premios del cine independiente tal como se están planteando, porque tenía más de un millón y medio de presupuesto, pero una cantidad como esa es una miseria dentro de una industria como la del cine, si se plantea que la gente involucrada en un proyecto gane dinero. Hace siete u ocho años, ese presupuesto de película media española era de tres millones de euros. Y me puedo dar con un canto en los dientes”, confiesa Crespo, que añade: “Cuando hablamos de televisiones deberíamos tener en cuenta a TVE, que también se mete en películas de gran presupuesto. Netflix fue quien aporto más dinero en Amar, con gran diferencia. Además, conté con TVE, ICAA y Comunitat Valenciana. Ninguno de ellos se metió en cuestiones artísticas, hice la película que quise. En ese sentido, he tenido absoluta independencia”.

Del mismo modo, para Gerardo ‘Yayo’ Herrero ha resultado fundamental que la plataforma se involucrara en Maus (2017), su debut como director, que pasó recientemente por Sitges. “En mi opinión, todo cine al margen de las televisiones es independiente. Yo he trabajado con Apaches Entertainment, una productora muy potente que ha participado en Un monstruo viene a verme (A Monster Calls, Juan Antonio Bayona, 2016) o Verónica (Paco Plaza, 2017), pero que hace de todo. He tenido total libertad para hacer mi película y la considero independiente, porque nunca me la planteé desde un punto de vista comercial. No he visto Morir, de Fernando Franco, pero estoy seguro de que en Estados Unidos sería considerada indie, y es una de las producciones españolas importantes de este año. La actual es un situación curiosa y extraña, porque Netflix te permite acceder a espectadores de doscientos países, pero te impide estrenar en salas, que antes era el objetivo fundamental. Por otro lado, nos estamos beneficiando de la explosión de estas nuevas plataformas, pero tampoco sabemos lo que les va a interesar dentro de cinco años”.

Pese a su trayectoria previa, Isaki Lacuesta no lo ha tenido tan fácil como ellos, y se ha visto obligado a convertirse en productor para sacar adelante sus películas. “He tenido que hacerlo en las tres últimas. Ni Isa Campo (su coguionista y codirectora) ni yo tenemos vocación de productores. Nos pasamos el día buscando financiación, llamando a puertas, mendigando, vendiendo, cuando no somos buenos vendedores ni nos gusta vender, y luego, pasada esta etapa, si consigues el dinero, tienes que gestionarlo, pedir créditos, sufrir la inseguridad legal, el cambio de interpretación de las leyes… Me siento muy incómodo con estas cosas”. En su caso, las nuevas plataformas digitales solo han sido una ayuda relativa. “Netflix compró La próxima piel (La propera pell, 2016) una vez terminada, pero no participó en la producción. Adquieren los derechos para todo el mundo y en todos los formatos, pero ahí se termina la trayectoria de la película en festivales y distribuidoras. La suerte es que la compraron después de que hubiera hecho ese recorrido. Con Entre dos aguas, el proyecto en que estamos trabajando ahora, lo intentamos, pero nos dijeron que cuando estuviera hecha ya la verían, no se plantearon entrar en la producción”.

Los otros

Desde algunos sectores de la crítica se habla del “otro cine español” para hacer referencia a un puñado de películas, cada vez más numeroso, rodadas con medios escasos, total libertad y vocación alternativa, que difícilmente acceden a las salas comerciales y encuentran refugio en los festivales de cine. Un panorama creativo de enorme interés, al margen del cine mainstream español, generalmente ignorado por los Goya, que en ocasiones sobrevive desde la precariedad y, por tanto, no es capaz de crear industria. “No me gusta eso del ‘otro cine’. Cuando hago una película no la concibo en contraposición a nada ni para diferenciarme de nadie. El término rebaja su condición, como si fuera en relación a otra cosa”, argumenta Lacuesta, que tampoco está de acuerdo con un sistema de producción basado en la precariedad. “Nuestro equipo y actores han cobrado, pero nosotros hemos invertido nuestro sueldo como directores, productores y guionistas. Se trabaja con presupuestos insuficientes. Hubiera preferido rodar en cine. Y cobrar mi trabajo. El ámbito de lo que llega al público cada vez es más pequeño, y en los últimos años se ha estrechado. Dicen que cada vez hay más oferta, pero en realidad la sensación no es esa”.

En similares términos se expresaba Nacho Vigalondo en una entrevista aparecida en esta misma web. “Cuando rodé Extraterrestre, en 2011, el presupuesto, de 600.000 euros, era una provocación. Tenía discusiones con gente de la industria que me lo decía. Y la hicimos sin bajar sueldos, buscamos economizar elementos de pantalla porque no queríamos explotar a la gente que estaba trabajando con nosotros. A día de hoy, ha quedado como una película de presupuesto inalcanzable. Me da un poco de pena el triste precedente que acabó siendo. Pero bueno, los tiempos son así. De hecho, una película de aspecto impecable como Magical Girl, de Carlos Vermut, tiene un presupuesto escalofriante. Por un lado, hay que celebrar la habilidad de los nuevos directores, que son capaces de adaptarse a esta realidad económica, pero siempre habrá que lamentar el hecho de que cuando una película es muy barata, lo es porque los sueldos son más pequeños”. O, directamente, porque esos sueldos se invierten en la producción del film.

El valenciano César Sabater, que acaba de presentar en sociedad Paella Today y espera fecha de estreno comercial, cree que “lo ideal sería encontrar un camino intermedio”. Su película ha costado menos de medio millón de euros y no tiene ayudas estatales. “Atresmedia y TeleCinco Cinema deberían diversificar su cine, solo han dejado su opción o la de hacer películas low cost. No tiene lógica que obtengan subvenciones, cuando producir cine es su obligación. El sistema de ayudas del ICAA está pervertido”, concluye. Y la madrileña Ana Asensio, instalada en Nueva York, ni se planteó buscar financiación en España. Sacó adelante Most Beautiful Island, su opera prima, gracias a la solidaridad de un equipo de trabajo en el que todo el mundo aceptó cobrar el mismo salario: cien dólares diarios. En marzo la presentó en el Festival South by SouthWest (Austin, Texas) y se llevó el premio gordo. “Cuando me fui, hace dieciséis años, el panorama del cine español era muy diferente al de ahora. Están surgiendo muchos directores nuevos con los que me identifico, porque están buscando su propia manera de hacer cine”, comenta. Y aunque el futuro de su carrera está en Estados Unidos, podría pasar a engrosar la nómina de cineastas independientes españoles. “Estoy muy centrada en sacar adelante mi siguiente guion, que también se desarrolla en Nueva York. Me llegan propuestas de estudio, pero prefiero seguir mi camino. En ese sentido, da igual donde estés, porque es un camino muy diferente, y tampoco descarto rodar en España”.

La clase media busca su sitio. Un espacio entre las grandes cadenas, que apuestan por comedias de corte televisivo o grandes producciones de prestigio internacional, y los francotiradores que ruedan a coste mínimo y jamás acceden a los circuitos comerciales. Pedro Aguilera lo tiene claro: “En España se está perdiendo una oportunidad. Si el capital llegara a nuestras manos, podríamos hacer cosas que también den dinero. No creo que Demonios tus ojos sea una película radical o experimental”. Esteban Crespo añade que “habría que plantearse que ese cine que se rueda casi a nivel cortometraje, donde la gente cobra mal o no cobra, se pudiese hacer con presupuestos más dignos. Y es un buen momento para que pueda pasar eso, con los nuevos actores que han entrado en juego, como las plataformas digitales”. Por su parte, Yayo Herrero plantea que el problema tiene también una vertiente política. “No entiendo por qué no existe una serie de acciones coordinadas con otros países europeos, un circuito que permitiera acceder a festivales internacionales. Hace años que el cine español apenas tiene presencia en Cannes, que ha estrechado lazos con otros países, pero no con el nuestro”. Como casi siempre, más preguntas que respuestas. El tiempo dirá si los Premios del Cine Independiente Español salen adelante y son capaces de aglutinar a ese sector de la industria que propone historias diferentes y, por tanto, resulta de vital importancia para garantizar la diversidad del cine español.


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