ALICANTE. A pensar sobre las imágenes se ha dedicado Esther Marín casi toda su vida. Ahora está de gira de presentación de su libro La (re)evolución social a través del cine, un estudio en el que analiza la historia del medio para mostrar el ascenso del feminismo, el nuevo tipo de autoridad, y el nuevo perfil de héroe y heroína.
"Siempre había buscado literatura académica sobre los efectos positivos de los medios y no había porque de los negativos se ha escrito muchísimo", cuenta Marín que es doctora en Sociología de la Cultura. Así que decidió hacer su tesis doctoral sobre el tema, el libro que presenta es un resumen que ha editado con la editorial Alfons el Magnànim y que este viernes presenta en Sant Vicent tras hacerlo en la clausura del festival de Sant Joan.
En el recorrido que hace su estudio por la ficción de la gran pantalla desde sus inicios cree que "hay un cambio a nivel cultural que se manifiesta a través del cine, una tendencia que va a más desde los años 90". Es a partir de ese momento cuando los gustos del público cambian y pierde peso el "ver películas donde los héroes no salen victoriosos", como había sucedido durante décadas.
"En los éxitos anteriores a los 90, el protagonista es la derrota", resalta, eso era "lo que más le gustaba a la gente ir a ver". Frente a la idea preestablecida en la que se piensa que "los finales felices son los mayoritarios", Marín pone los ejemplos de los grandes taquillazos que corroboran su afirmación.
El señalamiento de la derrota se centra en el castigo al rebelde, "el que quiere cambiar lo establecido, que muere o sale castigado". Una concepción "que está fuertemente integrada en nuestro código cultural". A finales del XX eso "cambia con la llegada de Internet y el descubrimiento de la divulgación de la Inteligencia Emocional".
Si la revolución digital obviamente ha transformado el sector, la teoría filosófica cree que también lo ha hecho en gran medida. Porque con ella se empieza a aceptar que "dejarnos llevar por nuestros impulsos a veces es más inteligente que acaparar muchos conocimientos de algo". "Y en ese contexto empiezan a surgir apabullantes éxitos en los que los protagonistas no son grandes eruditos sino niños novatos o personajes huérfanos de referentes anteriores", añade.
Estos nuevos protagonistas están "llenos de brechas e inseguridades que les hacen necesitar de manera irreductible a los demás para cumplir sus designios". De manera que del individuo capaz de resolver por sí solo todo se pasa al equipo. Y Marín tiene claro que dos grandes sagas con la magia de protagonista que se iniciaron en 2000 lo ejemplifican: Harry Potter y El Señor de los Anillos.
La magia, en estos y otros casos que salieron, "no llega como una fuerza externa que viene al protagonista a ayudarlo sino como una capacidad que debe desarrollar en sí mismo". Marín destaca que ahora estos nuevos héroes y heroónas "deben transformarse para operar en el entorno". "Esa idea que simboliza el aspecto mágico está presente en todos los éxitos hasta ahora", agrega. Como, por ejemplo, en las películas de Christopher Nolan, un realizador que considera "ha sabido trabajar muy bien con el contexto".
De este realizador londinense, Marín resalta "el tener fe y esperanza como algo revolucionario en tiempos en los que pensar positivamente en algo se considera publicidad". Un ejemplo del cambio sistémico, cuando "la derrota ha protagonizado gran parte del cine del siglo XX", que ha logrado "superar el miedo endémico de nuestra cultura".
No lo hagas, te saldrá mal
Desde los cuentos infantiles hasta las óperas, "a quien va a hacer un cambio radical le convencen de que es una locura y acaban no haciéndolo". Una tradición que a lo largo de nuestra historia como sociedad se ha repetido en las ficciones que compartíamos y que con el cine se había amplificado. "Pero con el nuevo milenio y la velocidad e incertidumbre, el público busca en el cine algo que le haga llevar bien toda esa eclosión y busca argumentos que digan que los cambios están bien y que esas personas no son imprudentes".
"El miedo al cambio tiene que ver con la superación de la culpa religiosa", apunta Marín. Un efecto que "aún no se ha hecho". Con el estudio realizado tanto en la tesis como en la adaptación que ha hecho para el libro, intuye "por lo que nos enseñan las ficciones, que se está gestando el cambio y la sociedad necesita a que a través de la ficción eso pueda ser así". "La culpa cuesta de quitar y el miedo a los cambios también", recuerda. De manera que "lo primero que podemos hacer es ver que podría ser así. Si veo ficción que dice que lo intentos son vanos, lo hago con menos ganas y me acabo boicoteando. Las ficciones nos sirven para visualizar que saldrá bien y así nos hacemos la idea". "Algo esencial", concluye, "un cambio que se empezó a gestar en los años 90".