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Consultas ciudadanas

Las consultas de los alcaldes a los ciudadanos están en boga aunque nos cogen faltos de práctica. Son muy saludables para la democracia, pero hace falta afinarlas

19/03/2017 - 

Levantó cierta polémica en Madrid, y por tanto en España, la consulta popular en la que los vecinos de un barrio decidieron devolver a uno de sus parques su nombre original –Parque Forestal de Valdebebas–, que en 2014 había sido rebautizado como parque Felipe VI por el Gobierno municipal de Ana Botella. El País titulaba así la noticia en portada: "2.528 madrileños deciden por toda la ciudad", y dentro remataba con el siguiente titular: "El 0,1% de los madrileños decide que el parque de Felipe VI cambie de nombre", en línea con otros medios de comunicación que mostraban así su rechazo, cuando no su burla, hacia toda consulta ciudadana.

Antes de entrar en el fondo de un asunto que importa a todos, vivamos en Madrid o en Gandia, conviene aclarar, en aras de la precisión periodística, que en realidad fueron 3.771 los madrileños que decidieron el cambio de nombre del parque, de los que una amplia mayoría, 2.528, votaron a favor. Por tanto, la decisión la tomaron por mayoría 3.771 vecinos del barrio donde se realizaba la consulta, algo más del 2,5% de sus habitantes mayores de 16 años. Siguen siendo pocos, pero son aquellos que quisieron votar sobre una cuestión que a muchos probablemente se la traía al pairo. 

La decisión no fue más democrática pero sí más participativa que la tomada por Joan Ribó y compañía de rebautizar la Marina Real Juan Carlos I como Marina de València, o la tomada por el Ayuntamiento en Pleno de instaurar la denominación única de València para el Cap i Casal

De igual manera, la decisión del Consistorio de Manuela Carmena sobre el parque de marras fue más participativa que la de Ana Botella tres años antes, pero ni más ni menos democrática, ya que la consulta ciudadana es consultiva, como su propio nombre indica, y la decisión al final es siempre de la corporación municipal. 

Quienes han criticado a Carmena han minusvalorado el dato de participación, ya que había preguntas para todos los barrios. En total, votaron 212.000 vecinos, "solo el 8%", señalaban algunos medios que olvidaron comparar la cifra con la del año pasado: 45.000, es decir, que casi se quintuplicó. Es cierto que son datos agregados y que, una por una, ninguna consulta llega al 5%, pero el aumento está ahí y con la publicidad que le han dado a lo del parque es probable que el año que viene el dato de participación dé otro salto. 

En Barcelona están eufóricos por haber superado el 3% –con perdón– de participación, mientras en València capital se está aún lejos de esa cifra. Los expertos consideran que a partir de un 15 o un 20% ya es una consulta exitosa, teniendo en cuenta que no hablamos de unas elecciones ni de un referéndum.

Un buen ejemplo de proyecto de participación ciudadana lo constituye Quart de Poblet, que se preocupó de enseñar a sus ciudadanos a votar con cursos de alfabetización informática antes de lanzar las consultas. La tecnología ha avanzado mucho y a muchos vecinos hay que explicarles cómo votar, en este caso a través de Telegram o de la web municipal, bien desde un ordenador o desde terminales instaladas en edificios municipales. Estos cursillos y que los ciudadanos vean que su voto tiene consecuencias son básicos para que el pueblo se anime a votar sobre aquello que les afecta más directamente en lugar de hacerlo una vez cada cuatro años. 

El otro factor importante es la pregunta. No se puede ni se debe consultar cualquier cosa. Decidir algunas inversiones según los votos de los vecinos es cuestionable porque es el Consistorio el que tiene que planificarlas con una visión de ciudad. De hecho, es contraproducente preguntar en el distrito de Poblats del Nord de València si hay que priorizar las inversiones en Carpesa, en Benifaraig o en Borbotó, porque cada vecino votará por su pedanía y la de menor población parte con desventaja. 

Como dijo el vicerrector de Participación y Proyección Territorial de la Universitat de València, Jorge Hermosilla, en un reciente desayuno sobre movilidad urbana organizado por Valencia Plaza, "los procesos de participación no tienen que ser un fin, sino un instrumento". Nada de preguntar por preguntar, "que no sea una pose".   

Por ello, tampoco cabe preguntar solo sobre temas menores, como puede ser el nombre de un parque, porque la baja participación también tiene que ver con eso. La prueba está en Pedreguer, donde en enero se planteó la pregunta de si el Consistorio debía suprimir el bou embolat y el bou encaixonat. Votaron más de 2.500 personas, el 40% de la población, lo que demuestra que el grado de participación tiene más que ver con el interés de la consulta que con la falta de práctica. Ganaron, por cierto, los partidarios de suprimir la tradición, por nueve votos.

Paco Sanz, el pícaro desgraciado

Paco Sanz, rebautizado como "el hombre de los 2.000 tumores", es un desgraciado. Según la investigación policial, Sanz es un jeta que exagerando una enfermedad ha estafado presuntamente a 8.000 personas que le dieron dinero para curarse, dinero que dedicó a mantener, dice la Policía, "un alto nivel de vida". Será un caradura, pero, además, es un desgraciado.

Paco Sanz. Foto: ASOCIACIÓN PACO SANZLa Policía afirma que este enfermo imaginario estafó un total de 250.000 euros, que si dieron para "un alto nivel de vida" debió ser por poco tiempo. La media por estafado es de 31,25 euros, lo que significa que Paco Sanz no es más que el clásico pícaro español que se pone enfermo en la puerta de El Corte Inglés, el que esconde su brazo o la mitad de su pierna para sacar una limosna a la gente de bien, un aprovechado que se ha valido de Facebook para tener más público al que engañar y, encima, no pasar frío.

Y como no es lo mismo ser un jeta viniendo desde abajo que desde arriba, a este pícaro valenciano le pasa como al Lazarillo de Tormes o al Buscón, que les dan por todas partes y no salen de pobres. El hombre de los 2.000 tumores está en la cárcel sin haber sido juzgado, dice el juez que por riesgo de fuga. ¿Con lo que le quede de los 250.000 euros? 

Mientras, continúan en la calle –es un decir– con su alto nivel de vida Rodrigo Rato y Miguel Blesa, ya condenados respectivamente a 4,5 y 6,5 años de cárcel por ‘robar’ más que Paco Sanz y pendientes de otras causas penales por arruinar a miles de españoles. Dice el tribunal que Rato y Blesa no van a la cárcel, de momento, porque no solo fueron unos caballeros durante el juicio, sino que nada hace pensar que se puedan fugar. Como escribí hace dos semanas, la que se va a liar cuando se larguen. 

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