Hoy es 18 de noviembre

ATRACÓN DE PANTALLAS

‘Brexit: the Uncivil War’: propaganda Matrioshka, una dentro de otra

En plena incertidumbre sobre el brexit, y con la posibilidad abierta de un segundo referéndum, la película para televisión, producida por la televisión pública Channel 4, les explica a los británicos cómo un asesor político utilizó artimañas digitales para engañarles con informaciones falsas que condicionasen su voto en contra de la permanencia de su país en la UE. Un producto éticamente cuestionable

18/01/2019 - 

VALÈNCIA. Los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo’, ‘recuperemos los 350 millones de libras que pagamos a Europa’, ‘los mejicanos que entran en nuestro país son criminales que vienen a vendernos droga’… Los mensajes políticos basados en afirmaciones inexactas han dominado las campañas más encarnizadas desde tiempos inmemoriales. Más allá de los mensajes, los medios para transmitir estas consignas son los que han sufrido mayores transformaciones a lo largo de la historia. Antiguamente los políticos usaban octavillas, carteles o a los curas para expandir su pensamiento. Hay quienes fueron realmente innovadores, como el Partido Comunista de la URSS, creador de aquellos trenes de agitación y propaganda que en cierto modo son los antecesores del autobús de HazteOír o del autocar de Boris Johnson durante el referéndum sobre el brexit (en la foto de portada). El esquema es simple: se crean eslóganes, falaces o no, pero sobre todo que toquen la fibra sensible del votante, y después se empaquetan donde más llamen la atención. Carteles, periódicos, programas de televisión, fiestas populares, trenes, homilías…

A medida que han ido apareciendo nuevos espacios, los estrategas políticos no han hecho otra cosa más que agregarlos a sus campañas. En los años 20, de nuevo los soviéticos encontraron en el cine una fórmula infalible para idealizar la existencia de su pueblo, hambriento y analfabeto. Y qué decir de las décadas de prensa debidamente subvencionada por los gobiernos que nos hemos comido una vez aprendimos a leer. Pues ahora resulta que, con el estreno de Brexit: the Uncivil War, la película para televisión producida por Channel 4 sobre la campaña política a favor de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, nos escandalizamos porque un asesor político conservador utilizó Facebook de pago para personalizar consignas tramposas que agitaran a los británicos a votar en contra de la permanencia en la UE. Leo en Twitter, sobre la tvmovie: “Escalofriante nueva política”. ¿Nueva? ¿En qué se diferencia un bulo publicado en una red social de una portada de La Razón? Es más: ¿no es ‘Brexit: the Uncivil War’ otra herramienta más de propaganda política?

Tren de propaganda revolucionaria en la URSS, en marcha desde 1919.

Disponible en España a través de HBO, ‘Brexit: the Uncivil War’ destaca por la interpretación de Beneditct Cumberbatch como Dominic Cummings, el asesor de la campaña a favor de la salida de Gran Bretaña que supuestamente ideó la estrategia. Según cuentan en la película, Cummings creó el eslogan “recuperemos el control” (“Let’s take back control”) y, lo más importante, contrató a una empresa tecnológica preparada para situar anuncios personalizados en Facebook a modo de noticias falsas, no solo entre la base de datos de los votantes de cada partido, sino además entre toda la población con derecho a voto, un listado que se incrementaba en tres millones de personas más que el anterior. 

Si la acepción “nueva política” se refiere al uso de Facebook de pago, a lograr llegar a cada nicho de público con mensajes individualizados, sin intermediarios, y a alcanzar a más votantes potenciales que por medio de los canales tradicionales, está bien, llamémosle “nueva política”. Otra manera de verlo, sin tantos escalofríos, es la visión más técnica: los asesores de campaña están siendo aún más precisos que antes, para comunicar ya no necesitan a la prensa únicamente (y claro, eso escuece), aunque en realidad la clase política utilice los mismos métodos de siempre: condicionar al votante, meterle miedo y llevarlo por dónde más les interesa.

Ahora llega ese momento en el que usted, lector, defenderá la máxima de que el objetivo del periodismo es la búsqueda de la verdad bla, bla, y que si no es por la prensa, nos colarían todo tipo de fake news (para eso están ellos, para filtrarlas). Esta semana, la directora del diario Levante, Lydia del Canto, defendía en ese sentido la labor de la prensa: “Los diarios no nos dedicamos al negocio de la mentira, sino al de la verdad”. Aquí es donde, inevitablemente, vuelvo a acordarme de cualquier portada de La Razón, de casi todas las del ABC, y de unas cuantas de El Mundo y de El País. 

Estos días se anunciaba que Facebook va a comenzar a explorar una vía de negocio a través de los medios de comunicación locales, según ellos “para hacer las paces con los medios”. Una noticia que llama la atención tras las malas relaciones entre Facebook y estos. Durante unos años la red social les facilitaba las visitas orgánicas, pero con el último cambio de algoritmo los diarios digitales perdieron una potentísima fuente de tráfico. Desde entonces están en pie de guerra. Ahora Facebook quiere dar más espacio, o eso dice, a los medios locales estadounidenses, en lo que particularmente me parece, más bien, un experimento para convertirse en un medio de comunicación serio. Tal vez así sea más fácil colar las fakes news patrocinadas.

Las rencillas Facebook vs medios digitales me recuerdan a la relación entre Netflix y las televisiones tradicionales. Netflix, productor de contenidos, ya no necesita un intermediario, las televisiones lineales, para conseguir sus propios espectadores, igual que Facebook no necesita a los medios para tener lectores. Ambos van directos al espectador. Mientras, las televisiones comerciales sufren una paulatina caída en bolsa, consecuencia del auge del negocio de Netflix y otras OTTs, y la prensa, que está que trina con Facebook, mantiene a duras penas un negocio deficitario.

Trampa: la incertidumbre sobre el brexit 

Como adelantaba antes, lo paradójico de esta historia es que esta tvmovie sobre un asunto tan candente como el brexit también me parece propaganda, financiada en este caso por una de las televisiones públicas británicas (Channel 4) cuando el proceso del brexit no se ha zanjado todavía en absoluto y queda abierta la posibilidad de que haya un segundo referéndum, y por tanto, la ciudadanía debería volverse a posicionar. Un asunto, por tanto, cuestionable éticamente. Si Brexit: the Uncivil War hubiera sido un documental contextualizando la situación del país, analizando los argumentos a favor y en contra, las cloacas de ambas campañas, y manteniendo la imparcialidad entre las diferentes posturas, hubiera sido un magnífico trabajo, totalmente justificable en una televisión pública. Sin embargo, el producto, llevado hasta la recreación ficcionada, convierte a Cummings en un brillante y malévolo asesor con los mismos tics de Sherlock (alter ego de Cumberbatch) , capaz de utilizar oscuras artimañas con tal de ganar el referéndum, mientras que sus oponentes, los políticos a favor de permanecer en la UE, son dulces corderitos que miran anonadados cómo les roban el pastel de forma torticera. Puro cine soviético.

No seamos cínicos. Efectivamente las fakes news son propaganda del siglo XXI, menos sofisticada, eso sí, que esta obra de Channel 4 que también lo es, donde se adoctrina a los británicos sobre un referéndum que cada vez es más probable que se tenga que repetir. La televisión pública se ocupa de reescribir la historia y explicar al pueblo británico que unos asesores maquiavélicos les engañaron, que como votantes fueron manipulados, y que menos mal que están ellos para contarles la verdad. Como la prensa (sic).

Mientras, por estos lares, también producimos bellas tvmovies sobre la Casa Real o hacemos reportajes a cuatro páginas alabando a los gobernantes de turno. Propaganda Matrioshkas, una dentro de otra. Sin más.

Noticias relacionadas

EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV 

'Spaced', serie mítica británica sobre el fenómeno eterno: jóvenes precarios

Por  - 

A finales de los 90, una comedia británica  servía de resumen del legado que había sido esa década. Adultos "infantiliados", artistas fracasados, carreras de humanidades que valen para acabar en restaurantes y, sobre todo, un problema extremo de vivienda. Spaced trataba sobre un grupo de jóvenes que compartían habitaciones en la vivienda de una divorciada alcohólica, introducía en cada capítulo un homenaje al cine de ciencia ficción, terror, fantasía y acción, y era un verdadero desparrame

EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV  

'Monstruos', un parricidio ¿por venganza tras abusos o por pijitis tremens?

Por  - 

Netflix ya parece una charcutería-carnicería de galería de alimentación de barrio de los 80 con la cantidad de contenidos que tiene dedicados a sucesos, pero si lo ponen es porque lo demanda en público. Y en ocasiones merece la pena. La segunda entrega de los monstruos de Ryan Murphy muestra las diferentes versiones que hay sobre lo sucedido en una narrativa original, aunque va perdiendo el interés en los últimos capítulos

next
x