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SILLÓN OREJERO

Billy Avellanas, el Eduardo Manostijeras de Tony Millionaire

Un muñeco rellenado con comida, basura y moscas por un grupo de ratas para que se enfrente a la señora de la casa que habitan. Ese es Billy Avellanas, un personaje cargado de rencor que protagoniza una odisea tipo Alicia en el país de las maravillas o El mago de Oz. Su autor, Tony Millionaire, una influencia para Matt Groening y Art Spiegelman. Un dibujante que trabaja sus cómics en un garaje a base de beber cervezas, encarcelado en múltiples ocasiones, y que carece de dientes, pues los perdió en un accidente

20/08/2018 - 

VALÈNCIA. Nada como la viñeta para albergar los sueños de los genios más inclasificables. Es el caso de Tony Millonaire, de nombre real Scott Richardson (por el que solo se dirigen a él su madre y su abogado), cuya obra Billy Avellanas fue reeditada por La Cupula antes del verano. "Los cómics de Tony Millonaire son tan buenos que deberíamos llamarle Tony Billionaire", dijo de él Matt Groening, el creador de Los Simpson y Futurama. Una forma de referirse a él con un juego de la palabras más fácil que intentar explicar su talento. Una especie de Tim Burton en cómic, pero aún más desquiciado y atrevido. Para Art Spiegelman, autor de Maus, es un referente por su dibujo delicado y, a la vez, su humor brutal y estúpido, algo que le recuerda a la escuela original de dibujos animados americana.

Su estilo reivindica al lector que alguna vez fuera niño y no se le ha olvidado. Sin embargo, es escatológico, un poco gore y cruel, nada que pueda encajarse en los límites de un tebeo infantil. Aunque tras su lectura no hay cosa que más me hubiese gustado de preadolescente o de niño viejo que haberme encontrado con un cómic así. Una odisea tipo El Mago de Oz o Alicia en el país de las maravillas que acaba nada menos que en un cementerio de planetas.

El protagonista, Billy, es un producto de ingeniería creado por ratas. Cogen un muñeco y lo rellenan con basura, comida podrida y moscas y cobra vida. Esta criatura se hace amigo de Betty, una niña astrónoma e iniciarán una aventura, un viaje en busca de la luna. Para ello irán en un barco que vuela. Algo que parece obsesionarle al autor, cuya tira más famosa, Maakies, también es sobre barcos y la protagoniza, en esta ocasión, un cuervo alcohólico. Una serie que publicó durante 25 años en el semanario New York Press y periódicos alternativos estadounidenses que tras su desaparición fue recopilada por Fantagraphics. En entrevistas ha reconocido el autor que acumula libros sobre barcos para dibujarlos correctamente. Una influencia que le llega de su abuela, que también estaba obsesionada con pintar barcos. Y una tira, la citada Maakies, que Millonaire asegura que es el trabajo de su vida y que seguirá haciéndolo hasta la muerte.

Al final, los personajes de Billy Avellanas se encontrarán con un robot ciego también capitán de un barco que se mueve gracias a una mofeta-guía. Al margen de las peripecias que viven y unos giros delirantes del guión, el interés está en el muñeco-basura, en su psique, pues se trata de un invento de las ratas para combatir a la mujer que quiere aniquilarlos por comerse sus alimentos de la despensa. Ese engendro tiene sentimientos motivados en su mayoría por el odio y el desprecio. No puede, paradójicamente, desprender más ternura.

Es la única referencia que tenemos de su famoso autor en España junto a Las aventuras de Sock Monkey que sacó la desaparecida editorial Rossell. Casi más impresionante que la obra en sí, era la introducción. Un amigo, John Flansburgh, contaba que Millionaire se corría juergas legendarias y que, tras perder la dentadura en un accidente cuando solo era un adolescente, llevaba una postiza que solía quitarse para poder hablar con vehemencia. Ahora por fin tiene implantes, desde que gana lo suficiente, como él dice, para pagar impuestos.

Sus orígenes están en un auto-empleo curioso, no hacía caricaturas ni nada semejante como muchos dibujantes, se dedicaba a dibujar casas ajenas. Hacía buzoneo ofreciendo sus servicios y le pintaba la casa al que le llamase. No lo hacía más que por pura subsistencia, pero en sus propias palabras se "moría de hambre" y tuvo que cambiar y reorientar su carrera, por llamarlo de algún modo, hacia la viñeta.

Su personaje del cuervo alcohólico surgió de ver en Statend Island cómo los cuervos se peleaban con las gaviotas en los vertederos. Una inspiración muy prosaica, tanto como el día en que dio con él. Estaba borracho en un bar dibujando en las servilletas. Se había mudado a casa de un amigo expulsado de la casa de su novia por no poder pagar la mitad del alquiler. Pero no tenía habitación, lo había hecho a su sofá porque no había espacio para más y tenía que dormir peleando con sus gatos. En el bar, muy deprimido, en un invierno de heladas y sin conseguir trabajo alguno. Al camarero le gustó lo que hacía y le ofreció una cerveza por cada dibujo. Se puso manos a la obra y salió de allí a cuatro patas. De hecho, ha confesado que ha terminado en el calabozo como una docena de veces por sus problemas con el alcohol.

En este caso, hay que subrayar que el cómic le sirvió para abandonar una vida de alcoholismo y problemas, amaneciendo dios sabe dónde, muchas veces entre rejas, sin saber por qué, con resacas terroríficas. En las viñetas logró volcar toda su energía negativa y frustración y la realidad es que el resultado es magnífico porque no se parece nada. Ni autobiografías de flagelo ni historias sociales ni nada correcto: solo imaginación y mala hostia. Eso resume su trabajo. Es todo un cafre y eso es lo que necesitan las tiendas de cómics, individuos únicos, torturados y problemáticos que nunca claudican ni obedecen a las tendencias dominantes.

El camarero de ese bar usó los dibujos como mascota de su local y así él logró ser contratado por New York Press, una publicación que en el prólogo de Las aventuras de Sock Monkey era calificado de "presuntuoso y superficial", pero el dibujante salió mejor parado que el bar, que según contó en una entrevista era un lugar propio de hipsters al que pronto se empezaron a acercar sujetos "Soprano style" a amenazar a la gente y exigir parte de la caja. Preciosa historia.

Como la biografía de su autor, que empezó a leer los cómics de los periódicos recogiéndolos de basura. Y luego los dibujó, según él mismo ha revelado, "por instinto". Pocas cosas más viscerales y auténticas se podrán encontrar. No en vano, se ha relacionado a menudo su trabajo con Bukowski. Una comparación que solo puede completarse añadiendo Tim Burton, el cineasta, para ser perfecta. Por cierto, que ahora para ganarse el suplemento, dibuja mascotas.

Contáctale en @tonymillionaire

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