VALÈNCIA. Un hombre insulta a los empleados de un bar por hablar español con sus clientes. El hombre, según la noticia, es un abogado de origen judío. Ha ocurrido en Manhattan, Nueva York. El suceso me trae al recuerdo un cómic publicado hace tres años por la editorial Sapristi, Ghetto Brothers, una leyenda del Bronx. Es esa en la que los puertorriqueños del barrio pelean para conseguir que su enseñanza sea en bilingüe y lo consiguen a través de la organización United Bronx Parents, que todavía sigue.
Como contó Alfred López en su blog en 20 Minutos, la palabra gueto viene de "geti", fundición, relativo a una zona de Venecia donde vivían los judíos. Es curioso cómo en este cómic, aunque no se explicase en sus páginas, la palabra gueto encerrase una narración circular.
El caso de los Ghetto brothers es conocido y se trató en esta columna cuando apareció el documental que trató aquella época en el Brox, Rumble Kings. Aquellas imágenes de negros con esvásticas fueron explicadas en el cómic de Juan Voloj y Claudia Ahlering. Los chavales del barrio solo querían ponerse encima los símbolos que representasen a sus bandas que más miedo diesen. El emblema de los nazis era ideal, por el cine, por lo poco que habían escuchado en clase, pero muchos de ellos no sabían ni qué era ni mucho menos cómo se llamaba.
Gentrificación, pero al revés
Los Ghetto Brothers fueron una de las muchas pandillas que estuvieron presentes en un barrio que había sido devastado. Fue a consecuencia de la planificación urbana de Robert Moses un mero funcionario de rompió el barrio derribando grandes inmuebles para introducir avenidas que inyectasen automóviles en Manhattan. Un súbdito de la religión del coche.
Las clases medias fueron huyendo y en el barrio se quedó la población afroamericana y los nuevos inmigrantes, en este caso puertorriqueños y asiáticos. A su alrededor, todo estaba devastado como en la Alemania de posguerra, como si lo hubiesen bombardeado. Célebre es el momento en el que los afroamericanos, en los 80, cuando veían imágenes en los informativos de la guerra de El Líbano, la Beirut destruida se parecía a su barrio.
Integración
Benjamín Melendez, que fundó su banda para sobrevivir en aquellas calles, se enamoró de una chica asiática. Tantos los padres de ella como los de él tomaron la noticia con sumo dolor. Llorando. Aquel mestizaje era el máximo pánico que tenían en su nueva tierra de acogida. La pérdida de la pureza. Una trama parecida a la que propuso Adrian Tomine en Shortcomings, su novela gráfica más apegada a la realidad social, en la que exploraba los problemas de identidad de los asiáticos estadounidenses.
Lo que fue relevante en el seno de estas pandillas fue que Benjamín se politizó. Logró trascender la violencia por la violencia callejera, la ley del más fuerte entre criminales de baja intensidad, y tomó conciencia. En un principio, se centró en firmar la paz con los afroamericanos, para que estos no vivieran en continua lucha con los puertorriqueños. Vivían en el mismo lugar y tenían los mismos problemas, era absurdo enfrentarse.
El origen estaba en el asesinato de Black Benjy, un pandillero que abogaba por la unión de todas las bandas. Un veterano de Vietnam que a la vuelta de la guerra entendió que el conflicto estaba en su barrio, no en Indochina. Esa suceso es el que inspiró la película Warriors de los 80, un clásico del cine de serie B, en el que se acuñó la famosa frase "Han matado a Cyrus". Claro que en el film el contexto era de que las bandas podían aspirar a la dominación mundial, más que a resolver los problemas del barrio.
Lo cierto es que, como cuenta el cómic, hasta el momento las bandas, Ghetto Brothers principalmente, habían resuelto los problemas derivados de la epidemia de heroína con violencia. Expulsando a los camellos y yonquis del barrio. En la otra cara de la moneda, cuando se pusieron a hacer vida social y colaborar con los movimientos del barrio, surgió un grupo de música ejemplar, homónimo, que es citado de pasada en el tebeo.
Origen sefardí
Hasta aquí, grupo de música, disco recopilatorio y documental sobre las bandas del Bronx que inspiraron la película Warriors ya eran fenómenos conocidos y repasados. Lo que aporta el cómic al rompecabezas es el desenlace en la vida de Benjamín Melendez, el creador de la banda.
Pronto, su movimiento pasó a estar marcado por el nacionalismo puertorriqueño. Se unió sin dudarlo, pero sus padres se lo afearon. Entonces descubrió que su familia era judía, pero ocultaba sus liturgias. Eran como los marranos españoles, judíos conversos que seguían practicando el judaísmo.
No en vano, según siguió el rastro de sus antepasados, Melendez era también sefardí. Es ahí donde los alemanes que firmaron el cómic y entrevistaron a su protagonista contaron la gran tragedia que aconteció en España, y después en Portugal, cuando se expulsó a los judíos en el siglo XV. El hombre se lo tomó a pecho y acudió a la sinagoga a reunirse con los que entendía que, desde entonces, eran los suyos. Es una de las paradojas de la estupidez del nacionalismo. Perfectamente, el que ha gritado en Manhattan a la gente que no hable en español, podría estar repudiando a los suyos.