La industria de la moda es la segunda -después del petróleo- más contaminante del mundo. El impacto de la moda sobre el medio ambiente es directo. Además la moda debe habituarse a este nuevo clima donde cada vez es menos raro en los desfiles, ver sandalias en invierno y abrigos en verano. El tiempo está loco y la moda intenta adaptarse
VALÈNCIA. La próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP24) está en marcha y todas las miradas están puestas en los líderes mundiales que intentan acordar objetivos más ambiciosos para desacelerar el cambio climático. A pesar de que algunos políticos como Donald Trump se empeñen en negar su existencia, el cambio climático es uno de los problemas más grandes a los que nos enfrentamos y afecta a toda la humanidad.
Con esto en mente, la relación entre la moda y el cambio climático no debe ser ignorada. La industria de la moda es un negocio global que mueve alrededor de un billón de dólares al año y es una de las industrias más contaminantes del mundo -la segunda después del petróleo-. El impacto de la moda sobre el medio ambiente y su estado de deterioro es directo.
El procesamiento de las materias primas requeridas para los textiles y la gran cantidad de agua utilizada -por ejemplo, 2.700 litros por camiseta- contribuye a la emisión de los gases que provocan el efecto invernadero y que están causando el cambio climático. La llegada de la moda rápida y el aumento masivo en la cantidad de ropa que estamos comprando y desechando rápidamente, significa que este impacto es cada vez mayor y de momento no parece que vaya a ir a mejor.
Pero, además, la huella de la moda no se limita a las prendas de vestir; su verdadero alcance es mayor que eso. La moda es una industria completa donde están relacionados: la agricultura (algodón, lino, cáñamo...), la ganaderia (cuero, piel, lana, cachemir...), el petróleo (poliéster y otros productos sintéticos), minería (metal y piedra), construcción ( tiendas), envío y, por supuesto, fabricación. La complejidad de todos estos procesos constituye un desafío para los defensores del clima.
La adopción generalizada de un modelo de moda más rápida por parte de marcas que van desde las firmas de lujo hasta los minoristas de moda de bajo coste es otro de los grandes problemas. El aumento en el consumo y el descarte de prendas de vestir y accesorios siguiendo un calendario frenético de nuevas temporadas tampoco ayuda al medio ambiente.
Los efectos del cambio climático que vivimos no se limitan a las inundaciones y otros desastres naturales, cada vez más se puede ver su repercusión en nuestro día a día, por ejemplo, en la moda y en los patrones de compra de los consumidores.
En los últimos años en particular, las ventas de las firmas de moda han sufrido las consecuencias de un clima inusualmente cálido. Esto tiene un resultado devastador en las ventas de las colecciones de invierno quedando sin vender abrigos y otras piezas aptas para bajas temperaturas que permanecen en stock hasta la llegada de las rebajas cuando se ofertan a precio de saldo. La situación es aún más grave cuando se trata del pequeño comercio o de firmas más pequeñas ya que esta circunstancia aumenta la presión sobre los márgenes de ganancias en un momento en que las grandes cadenas tienen mayor facilidad que ellos para responder en poco tiempo a las demandas de los consumidores
También ocurre al contrario, este invierno, por ejemplo, está siendo sorprendentemente frío por lo que aunque en la mayoría de comercios la nueva colección de primavera-verano lleva un par de meses a la venta, los consumidores no la compran mientras siguen soñando abrigados hasta las cejas con la llegada del buen tiempo.
Planalytics, una agencia de investigación y consultoría que rastrea el impacto del clima en las empresas, ha valorado que las temperaturas cálidas cuestan a las tiendas de ropa un promedio de 600 millones de dólares entre el 1 de noviembre y el 31 de diciembre cuando se presenta un invierno con temperaturas más altas de lo habitual.
Según los registros de temperatura y precipitaciones parece que las estaciones intermedias primavera y otoño tenderán a desaparecer y nos tendremos que limitar a vivir entre el frío extremo y el calor sofocante. En el cambio de armario, pasaremos directamente del abrigo a los shorts sin necesidad de esas prendas llamadas de entretiempo que también parecen estar destinadas a desaparecer ya que su uso se limita a un par de días -si llega- al año.
Sin embargo, los problemas de las marcas y los minoristas no se detienen aquí, el cambio climático está azotando también a los fabricantes que comercian con tejidos naturales, como el algodón, cuyo precio va al alza ya que los diferentes patrones climáticos están cambiando los tejidos que la gente elige para vestirse.
Los patrones climáticos alterados requieren una respuesta rápida con plazos de entrega cortos entre la producción y la llegada de las prendas a las tiendas. Las marcas que mejores resultados alcanzan son aquellas que, por ejemplo, ante un invierno inesperadamente cálido pueden responder produciendo prendas menos gruesas o sustituyendo por otro el tejido con el que se pensaba confeccionar un tipo de abrigo. Zara, por ejemplo, mantiene un modelo comercial que utiliza una línea de tiempo muy rápida entre la fabricación y la venta -gracias a la fabricación centralizada-, rotación rápida de prendas -en gran parte debido al hecho de que produce solo pequeñas cantidades de prendas y accesorios que van variando- y un sofisticadísimo sistema de previsión que permite a la firma hacer sólo los artículos que sus compradores quieren comprar antes incluso de que ellos mismos sepan que los querrán. Este ciclo de desarrollo de productos de sólo unas pocas semanas permite a Zara ser lo suficientemente ágil como para responder a las distintas tendencias de consumo que surjan y también ante un clima tan cambiante como la propia moda.
Sin embargo, las grandes firmas de moda asequible como Zara, alimentan un sistema de fabricación y consumo rápido que constituye uno de los principales problemas para el medio ambiente. Para compensar algo -aunque sea muy poco- esta situación, estas grandes empresas de moda ofrecen una línea de productos elaborada a partir de algodón orgánico o de tejidos procedentes de prendas recicladas.
La industria de la moda es, por tanto, víctima y verdugo de una situación climática cada vez más alarmante que nos afecta a todos.
Las temperaturas extremas generadas por el cambio climático se ven reflejadas en las tendencias que vemos sobre las pasarelas. Desde hace unos años no es extraño ver en una colección pensada para el otoño-invierno vestidos vaporosos o sandalias propias de días de verano o, al contrario, un abrigo de piel y calcetines para hacer frente a las altas temperaturas. El tiempo está loco y la moda, que nunca estuvo muy cuerda, se apunta a hacer su propia interpretación del cambio climático.
Los diseñadores son conscientes de que ya no existen inviernos completamente fríos ni veranos bochornosos a diario por lo que siempre se guardan un as en la manga para que los consumidores tengan opciones para enfrentarse a este clima cambiante. Por otro lado, las calefacciones y aires acondicionados han creado que las estaciones importen poco cuando se puede lucir pierna a 24º aunque en la calle esté nevando.
ara completar la propuesta de las casas de moda ante los caprichos meteorológicos, existen las colecciones prefall y resort o crucero. Las colecciones crucero, son una propuesta de las casas de moda para surtir con ropa de verano a clientes que pasan sus vacaciones de invierno en lugares cálidos. Actualmente estas colecciones son perfectas para lugares donde los inviernos no son demasiado duros y los veranos son templados. La moda siempre tiene una solución para cualquier necesidad, incluso cuando desafía a la naturaleza.