La primera víctima de la pandemia sigue recuperándose y ha implementado medidas estructurales para reforzar la economía e impulsar su divisa aunque no está fuera de peligro como advierte la economista
MADRID. En términos puramente económicos, la lucha de China contra la pandemia ha sido todo un éxito. Inicialmente respondió a la crisis con las habituales medidas de estímulo monetario, desde recortes de tipos de interés hasta inyecciones de liquidez. Estas medidas, en combinación con un estricto control de los contagios, funcionaron bastante bien: parece que la brecha entre el crecimiento económico de China y Estados Unidos se ampliará hasta el 6% en 2020.
Además, la puesta en marcha de diversas medidas estructurales -como la promoción de un mayor progreso tecnológico y una mayor autosuficiencia- deberían reforzar el potencial de crecimiento a largo plazo de China y hacerlo menos vulnerable a las medidas comerciales de Estados Unidos. Independientemente de quién gane las elecciones, es probable que continúe la carrera por el liderazgo tecnológico.
Han cambiado muchas cosas en los últimos diez años. El superávit por cuenta corriente de China ha corregido su caída estructural, por la que pasó de superar el 10% del producto interior bruto (PIB) en 2007 al 0% en 2018, y últimamente se ha movido en el rango de 1-2%. Las exportaciones sufrieron menos de lo que se temía en el segundo trimestre, en parte debido a la reorientación de la producción china.
Los productos sanitarios, así como los dispositivos electrónicos y tecnológicos necesarios para el teletrabajo, experimentaron una fuerte demanda mundial. Los servicios no relacionados con el comercio internacional también se han normalizado. Incluso actividades como el turismo se están recuperando, aunque aún registran niveles muy inferiores a los de años anteriores.
Todo esto suena como el tipo de recuperación en forma de V a la que aspira gran parte del mundo. Sin embargo, el éxito comparativo de China no está exento de riesgos. Últimamente, el Banco Popular de China (PBoC) ha intentado frenar la apreciación del renminbi frente al dólar estadounidense, como muestra nuestro Gráfico de la Semana.
Para ello está intentando fomentar las salidas de capital pero no será fácil. El diferencial de tipos de interés entre China y Estados Unidos es de aproximadamente el 2,75% en los tramos a 2 a 10 años. Y parece que seguirá así, ya que es poco probable que el PBoC vuelva a recortar sus tipos de interés.
La inclusión de los mercados de renta fija y renta variable de China en los índices mundiales, así como las medidas de liberalización del mercado de capitales que se están llevando a cabo, facilitan la inversión extranjera. A principios de este mes, el proveedor de índices FTSE Russell decidió incluir la deuda soberana china en su índice de referencia de bonos gubernamentales (FTSE World Government Bond Index), lo que podría traducirse en inversiones por un valor estimado de 140.000 millones de dólares en 2021.
Elke Speidel-Walz es economista jefe de DWS para mercados emergentes